La relación entre España y Marruecos, definida en los últimos años como una alianza “prioritaria” para el Gobierno de Pedro Sánchez, se encuentra en un momento de incertidumbre. La frágil salud del rey Mohamed VI ha encendido las alarmas en Moncloa ante la posibilidad de una sucesión antes de lo previsto. Según informa La Vanguardia, el Ejecutivo español sigue con atención los acontecimientos en Rabat y teme que un relevo precipitado en el trono pueda alterar los equilibrios estratégicos entre ambos países.
El monarca marroquí ha reducido notablemente sus apariciones públicas, lo que ha alimentado las especulaciones sobre el estado real de su salud. Su delgadez extrema, los problemas de movilidad y sus dificultades para expresarse con claridad han quedado en evidencia en sus últimas intervenciones oficiales. En contraste, su hijo y heredero, el príncipe Mulay Hassan, ha ido ganando protagonismo, reforzando su imagen pública como futuro rey de Marruecos.
Un relevo minuciosamente preparado
Fuentes gubernamentales citadas por La Vanguardia aseguran que la sucesión en Marruecos está diseñada con precisión, con un único interrogante: el momento exacto en que se activará el relevo. Mulay Hassan cumplió 21 años en mayo de 2024, alcanzando la edad necesaria para asumir el trono sin necesidad de un Consejo de Regencia. Desde entonces, su presencia en actos oficiales se ha intensificado, mientras Mohamed VI pasa largas temporadas en el extranjero, principalmente en Francia y Gabón.
El Gobierno español, consciente de la importancia estratégica de Marruecos, observa con cautela el desarrollo de los acontecimientos. La estabilidad del reino alauita es crucial para España, especialmente en dos áreas clave: la contención de la inmigración irregular y la lucha contra el terrorismo. Desde que en 2022 Sánchez dio un giro histórico en la política exterior española reconociendo la soberanía de Rabat sobre el Sáhara, la cooperación entre ambos países ha sido más estrecha, pero siempre bajo la sombra de una posible crisis diplomática si Marruecos decide presionar para obtener más concesiones.
Temor a un golpe de efecto desde Rabat
El mayor temor en Moncloa es que la sucesión de Mohamed VI coincida con un movimiento inesperado de Marruecos para reafirmar su autoridad sobre territorios estratégicos como el Sáhara Occidental o incluso Ceuta y Melilla. No sería la primera vez que Rabat utiliza la presión migratoria como arma diplomática, como ocurrió en mayo de 2021, cuando miles de migrantes irrumpieron en la ciudad autónoma ante la pasividad de las fuerzas de seguridad marroquíes.
El contexto internacional también juega un papel clave en la preocupación del Gobierno español. La posible reelección de Donald Trump en Estados Unidos podría reforzar aún más la posición de Marruecos, como ya ocurrió en 2020 cuando el expresidente estadounidense reconoció la soberanía de Rabat sobre el Sáhara. Una repetición de este escenario podría debilitar la capacidad de maniobra de España y de la Unión Europea en la región.
¿Presión sobre el Sáhara?
Por el momento, los informes del Departamento de Seguridad Nacional no detectan movimientos de presión directa por parte de Marruecos sobre el Gobierno español en relación con el Sáhara. Sin embargo, algunos sectores diplomáticos no descartan que Rabat aproveche el momento de la sucesión para exigir una mayor alineación con sus intereses, siguiendo el ejemplo de Francia, que en julio de 2024 reforzó su apoyo a la postura marroquí sobre el territorio.
Las teorías sobre una posible estrategia de desestabilización en torno a Ceuta y Melilla también han cobrado fuerza en los últimos meses, aunque el Ejecutivo español atribuye estas informaciones a campañas de desinformación con posible influencia rusa, amplificadas en España por sectores de ultraderecha.
Un periodo de incertidumbre
El desenlace de la sucesión en Marruecos será determinante para el futuro de las relaciones bilaterales con España. Un traspaso de poder ordenado y sin sobresaltos permitiría mantener la estabilidad en la región y garantizar la cooperación en materia migratoria y de seguridad. Sin embargo, cualquier movimiento inesperado desde Rabat podría generar un nuevo episodio de tensión entre ambos países.
Mientras tanto, Moncloa sigue de cerca la evolución de la situación y se prepara para cualquier escenario. La relación con Marruecos ha demostrado ser volátil en el pasado y, ante un posible cambio en el trono alauita, España no puede permitirse bajar la guardia.