De acuerdo con el autor Robert Paris, en el libro Orígenes del fascismo, esta tendencia política comienza el 23 de marzo 1919, Cuando Benito Mussolini convoca a la conformación de los “Fasci de Combattimento”.
El Profesor Roger Paxton en el documento Anatomía del fascismo, lo describe con mayor puntualidad, señalando que dicha reunión se realizó en el salón de actos de la alianza industrial y comercial de Milán que domina la Piazza San Sepolcro “para declarar la guerra al socialismo ante su negativa de aceptar el nacionalismo”.
Dicho movimiento surge como resultado de la crisis de gobierno generada por efecto de la primera guerra mundial, una crisis económica y social donde se estaban recomponiendo las relaciones de poder y de los Estados, algunos de ellos nacientes en la Europa de posguerra.
Poco menos de un mes después de su establecimiento formal (15 de abril de 1919) comenzaron los ataques a estructuras del socialismo, a sedes de medios de comunicación y a quienes considerasen podían convertirse en un obstáculo para sus ideas, demostrando su intención violenta hacia el sometimiento de la sociedad.
Con posterioridad, Adolfo Hitler, adoptaría esta misma metodología y la llevaría a proporciones mucho más grandes, con las consecuencias ya conocidas por todos.
Allardyce, citado por Paxton, señala que el fascismo es la dictadura terrorista y descarada de los elementos más reaccionarios, patrioteros e imperialistas del capital financiero” (P22), Que puede ser descrito con características como las siguientes:
- Se aprovecha de sectores ignorantes para fracturar esquemas morales que quedan anacrónicos o desaparecen ante sus acciones de fuerza, llevándolos incluso al antiintelectualismo. (Atacar sectores académicos, científicos o intelectuales).
- Desconocimiento de la institucionalidad o ataque a la misma para recomponer las relaciones de poder con la ciudadanía.
- Está conformado por grupos que buscan la reorganización social, bien sea a partir de una guerra externa o de combatir enemigos internos a quienes culpan de la crisis del país donde están. (los Judíos en el caso alemán por ejemplo)
- Articula acciones de movimientos que parten de la exclusión y no de una discusión democrática que invite a la construcción del consenso.
- Exalta el odio y la violencia en nombre de la gloria nacional (Paxton p 22)
- Los caracteriza la unión hacia un demagogo patriotero que arenga a una multitud extasiada cuyos militantes golpean a una minoría demonizada. (Paxton p 23)
Según Paxton (P 38) El fascismo no se apoya explícitamente en un sistema filosófico elaborado sino más bien en sentimientos populares.
Si bien se pensaba que dadas sus consecuencias este tipo de movimientos serían vetados por las sociedades, lo cierto es que reaparecen con fuerza cada cierto tiempo, cuando los gobiernos entran en crisis y se puede culpar a alguna minoría.
De allí la apropiación contemporánea del término “neofascismos”, como expresión a la retoma de este tipo de prácticas por organizaciones políticas actuales que aprovechan las crisis económicas o la insatisfacción ciudadana.
Cimientos del fascismo:
Varios analistas (Poulantzas, Tasca, Paris y Paxton, por ejemplo) concuerdan con que el fascismo surge ante un sentimiento de crisis abrumadora que no se puede superar con las soluciones tradicionales, al parecer ello es lo que radicaliza la sociedad y la desestructura.
Una vez existe este sentimiento basta con identificar un enemigo a quien culpar, a quién “demonizar” (Paxton p 73) y contra quién movilizar seguidores. En cada cultura concreta eligen un enemigo nacional, los judíos en Alemania, los negros en los Estados Unidos, Los africanos en Italia, o en el caso colombiano a quienes piden el ejercicio de una democracia real.
El fascismo también se desarrolla ante la creencia de que el grupo fascista es la víctima que inspira un sentimiento que justifica cualquier actuación, sin límites legales o morales, contra sus enemigos.
Enfoque que le brinda al grupo que lo compone el derecho a dominar a otros sin limitaciones de ningún genero de ley humana o divina, derecho que se decide por el criterio exclusivo de la capacidad del grupo para triunfar en la lucha darwiniana.
Los grupos fascistas generalmente están compuestos por un líder y unos seguidores. El líder ha de ser un caudillo nacional varón cuyos instintos están por encima de la razón abstracta y universal y los seguidores se aglutinan en un grupo hacia el que cada individuo tiene deberes superiores a cualquier derecho.
El carisma del caudillo ayuda a entender varios elementos de los líderes fascistas. De un lado la bondad para los cercanos con quienes es un padre protector y la absoluta crueldad inhumana con quienes ha decidido exterminar.
Paxton señala incluso que la famosa indolencia de Hitler, lejos de hacer más tenue al nazismo, dio libertad a sus subordinados para competir empujando el régimen hacia una radicalización cada vez más extremada.
Un dirigente carismático es además inmune a las quejas, sorprendentemente generalizadas, dado que las considera daños menores, necesarios e insolucionables. En el fascismo, caudillo y partido están fundidos en una sola expresión, la voluntad nacional. (Paxton p 265)
Dice Paxton también (P 273) que a hoy, ningún investigador serio duda de la responsabilidad básica de Hitler. El odio inflexible del Führer a los judíos era conocido por todos y se le informaba regularmente de lo que estaba pasando, al punto que los administradores locales sabían que él encubriría sus acciones más extremas.
En el fascismo el líder y sus seguidores admiran conjuntamente la violencia y la eficacia de la voluntad, cuando se consagran al éxito del movimiento, por eso también se indica que el fascismo idealizó la violencia de una forma distintiva, como una virtud propia de una raza dominante.
Desprestigio y miedo, la estrategia de comunicaciones
Dentro de las innovaciones radicales en la propaganda generada por Hitler, estuvieron las estrategias de descredito hacia sus opositores, aunadas a la creación de los enemigos que destruirían a Alemania.
Todo ello manejado con mensajes a poblaciones específicas y evocando resentimientos históricos de las comunidades para aglutinarnos en torno a la causa nazi.
Los políticos tradicionales alemanes, con sus discursos intelectuales, no pudieron enfrentar este mar de emociones con sus discursos abstractos dirigidos a una pequeña minoría, el pueblo alemán terminó aglutinado en torno a la idea de unidad de Hitler y sus estructuras.
Hitler sabía cómo tratar a un electorado de masas, jugó habilidosamente con los resentimientos y los temores de los alemanes ordinarios, con la intimidación física del “enemigo”.
Zeev Sternhell en 1940 (Paxton p 125) llegó a la conclusión de que el fascismo derribó la democracia debido a que gracias a la propaganda había impregnado el lenguaje y las actitudes de la vida pública del país.
Para Paxton (P 141) fue muy evidente que la manipulación propagandística de la opinión pública sustituyó al debate sobre temas complicados entre un pequeño grupo de legisladores que – de acuerdo con los ideales liberales – se suponía estaban mejor informados que la masa ciudadana.
El para- Estado fascista
Otra de las acciones del fascismo consiste en organizar estructuras paralelas al poder para generar presión sobre gobiernos y estados. De allí la conformación de sus propios grupos armados, de castigo y persecución.
En el caso de Hitler fueron una especie de ejército anticomunista privado creado por los capitalistas, dice Paxton (P 122) donde los camisas pardas siempre dispuestos a pegar a socialistas, comunistas, pacifistas y extranjeros, despertaban al mismo tiempo temor y admiración.
Sin embargo, (Paxton p 149) la violencia fascista no era una violencia al azar, ni una violencia indiscriminada, los fascistas establecieron una diferencia entre los miembros de la nación que deben ser protegidos y los que deben ser atacados.
Paxton (p 162) también señala que los nazis nunca abandonaron la violencia selectiva, que era un elemento básico del atractivo del partido para sus seguidores. Los nazis - como los fascistas antes que ellos- , con la esperanza de agudizar la crisis incrementaban la violencia, demostrando que el fascismo crece en la medida en que aumentan sus acciones violentas.
La antipolítica y la anti democracia.
Los fascistas ofrecían una nueva receta para gobernar muy particular, señala Paxton (p 181), que incluía el apoyo popular, pero sin tener que compartir el poder con la izquierda ni poner en peligro los privilegios económicos y sociales conservadores, de hecho, bajo su dominio político.
Es decir, los conservadores retenían las llaves del poder mientras los fascistas administraban a la sociedad y al Estado.
Cuenta Paxton (p 185) que una vez utilizada la excusa de un intento de golpe de Estado con el incendio del Reichtag pocos alemanes se mostraron dispuestos, sin apoyo de la policía, la judicatura o las demás autoridades, a oponerse cuando los camisas pardas irrumpieron en los juzgados y expulsaron a magistrados y abogados judíos o saquearon periódicos y oficinas de organizaciones que consideraban opositoras.
En este sentido, indica también Paxton (p 197) que el éxito fascista en su intención de llegar al poder depende menos de las brillantes mentes de sus intelectuales o las cualidades de sus dirigentes, que de la profundidad de la crisis y la desesperación de sus patrocinadores o aliados potenciales.
De allí además que al fascismo se le clasifique como Anti- intelectualista por cuanto rechaza la lectura científica de la realizad para encontrar la verdad, para el fascismo la verdad es todo aquello que permita al fascista dominar a otros y triunfar a su clan, en otras palabras, para el fascista decir la verdad es un hecho secundario frente a expresar lo que necesita para que sus objetivos sucedan a manera de profecías autocumplidas.
Sin embargo, el fascismo no surge solo, en Italia por ejemplo (Paxton p 114) los terratenientes no fueron los únicos que ayudaron a los camisas negras a atacar a los seguidores del socialismo, los comandantes del ejército y de la policía local les prestaron armas y camiones y parte de su personal más joven se incorporó a las expediciones. Incluso, algunos políticos locales, resentidos por las pretensiones de los nuevos alcaldes y concejales socialistas, hicieron oídos sordos a los ataques nocturnos o colaboraron suministrando vehículos para realizarlos.
Dice además (P 199) que lo único que es necesario para hacer que el fascismo encaje en la sociedad es polarizar, paralizar y movilizar masas contra enemigos internos o externos, en complicidad con las elites existentes.
De ahí en adelante el exterminio de los opositores se realizará por fases, la primera de segregación (indicar que los opositores son “los enemigos”), Una segunda de aislamiento (donde son separados de “la nación”), una tercera de eliminación de derechos (Generar leyes que les prohíban ejercer la ciudadanía) y por último desdibujar su exterminio con eufemismos.
Destruir las instituciones democráticas y legales
Otro de los elementos de los programas fascistas clásicos es la hostilidad radical a las constituciones democráticas y a la soberanía de la ley, ello sucede según Paxton (P 207) porque en el fascismo creen en unas prerrogativas superiores a la ley y por tal motivo prefieren el Estado de Opinión al Estado de Derecho, al punto que son permisivos con el desarrollo de delitos por parte de los miembros de su propio partido, para quienes las leyes simplemente no aplican.
Esa es una de las razones por las cuales los fascistas recurren frecuentemente a la fórmula de un estado de emergencia nacional que les permita prescindir de los derechos individuales y del procedimiento debido, no por nada siempre se les acusa de destruir la civilidad o los principios de la sociedad civil.
El fascismo como semilla del Totalitarismo
El fascismo, como una de las posibilidades del totalitarismo, también lo refleja, el documento de Hannah Arendt, Los Orígenes del Totalitarismo, hace una amplia descripción y caracterización al respecto.
Los movimientos totalitaristas se caracterizan por que pretenden un control total del Estado y la sociedad donde se desarrollan, de allí que solo los miembros del partido pueden tener cargos en el gobierno, un mecanismo mediante el cual lo cooptan y lo someten a su ideología.
Pero además, excluyen la participación política de otras tendencias dentro de la sociedad y lo hacen bien sea de forma política (Con leyes) o de forma física mediante el encarcelamiento o el asesinato.
En el caso del nazismo en Alemania, previo al proceso de exterminio, surgieron leyes donde se les quitó a los judíos la nacionalidad, de tal forma que estuviesen excluidos de toda posibilidad de participación ciudadana.
Dice Arendt que el totalitarismo se instala en las sociedades gracias al terror, en donde las víctimas no son solamente las que sufren trabajos forzados o tormentos, sino la población acobardada y sumisa que no planta cara a los energúmenos. La infausta victoria del terror político se ejerce sobre todo el pueblo a través de la transformación de la gente en una masa sometida.
La transformación de las clases en masas y la insistente eliminación de cualquier solidaridad de grupo, según Arendt, eran la condición indispensable de toda dominación total, hecho que visto desde los neofascismos se cumple en buena medida gracias a la colaboración de los medios de comunicación con este tipo de sistemas políticos.
En esta ecuación para el desarrollo del totalitarismo, también hacen parte importante los miembros fanatizados, quienes de acuerdo con Arendt (P 435) no pueden ser corregidos por ninguna experiencia ni por ningún argumento, la identificación con el movimiento y el conformismo total con lo que sucede parecen haber destruido la capacidad del sujeto para percibir la experiencia desde una perspectiva distinta a la que le ofrece su movimiento.
De allí que sea precisamente el mismo movimiento, quien se vea obligado a construir y retroalimentar percepciones ficticias que mantengan la narrativa emocional de sus fanáticos.
Los seguidores fanatizados del totalitarismo (Arendt P 439) no entran en argumentos, para ellos la diferencia no se arregla con la discusión sino con la muerte de quien le haya sido señalado como sujeto a ser odiado.
Arendt (P 444) también relaciona otra particularidad de los movimientos totalitaristas cuando señala que su intención es expandirse a otros países y quedarse en el poder, de ser posible, permanentemente.
El totalitarismo necesita del fascismo por cuanto para poderse cumplir, para poder desarrollarse, necesita de las sociedades fracturadas con individuos atomizados y aislados que genera el fascismo.
El movimiento totalitarista, exige una lealtad total, irrestringida, incondicional e inalterable de cada miembro bajo la promesa de su expansión a toda la raza humana.
Para Arendt es muy claro que detrás del movimiento violento, existe una élite que disfruta el efecto de los actores armados que patrocina. Dice por ejemplo que (P 464), en el casi del nacismo, a la elite le placía que el hampa asustara a la sociedad respetable obligándola a que la aceptara como igual.
Y allí, de fondo, encontramos un elemento fundamental; mientras que en la democracia se le otorga un valor igual a cada ciudadano para que participe en la sociedad, en el totalitarismo se le desprecia y desaparece dentro de la masa sometida.
Terror, mentira y propaganda
Mientras que en el fascismo buena parte de la información falsa se conduce a desprestigiar a los contrarios para expulsarlos y eliminar su participación política, en el totalitarismo la mentira que nutre la propaganda está enfocada en aterrorizar.
Es precisamente en el totalitarismo donde se construyen monstruosas falsificaciones de la historia que ocultan delitos y en el mejor de los casos, los muestran como hechos heroicos, llegando a narraciones absolutamente absurdas donde el victimario es puesto en el papel de víctima.
Parte del ejercicio del terror en el totalitarismo (Arendt P 475) consiste en agudizar crisis para mostrarse como la solución de las mismas.
De hecho Arend (P 477) va más allá y señala que la propaganda, que es parte de la guerra psicológica, va cediendo espacio al terror puro. Cuando la sociedad está sometida, la propaganda desaparece por completo y se administra solo con terror.
Los movimientos totalitaristas comienzan atrayendo a las masas bajo la promesa de solucionar sus intereses cuando surja el “nuevo país”; pero cuando llegan al poder se olvidan de las masas y se concentran en los intereses de las élites que pasan a tener preponderancia supranacional.
Lo cual precisamente demuestra el enfoque utilitario de la persona frente a la nación que se da en el totalitarismo y que da origen también a los argumentos que justifican el exterminio de población, cuando se ha convertido en una carga administrativa o en un “peso muerto” para los objetivos del movimiento.
Al igual que en el fascismo hay un total desprecio por la verdad, el lenguaje del líder por ejemplo se fundamenta en construir realidades ficticias que han de ser realizadas a través de acciones, como quien toma un hecho y lo da a manera de conclusión de un acto que realmente no lo ha originado. Arendt (p 485) lo describe muy bien cuando señala que en el totalitarismo el líder busca encajar la realidad a sus mentiras.
De esta forma, los seguidores del totalitarismo aceptarán las mentiras del líder a manera de demostrar que tienen la razón. Un mundo de irrealidad bañado en sangre.
Neofascismo, el renacer del monstruo
Como lo mencioné en párrafos anteriores, nadie creería que después de las monstruosidades vistas en el fascismo a alguien se le ocurriría revivirlo, sin embargo lo estamos viendo renacer en diferentes latitudes.
En el documento Neofascismo, la bestia neoliberal los autores plantean que este tipo de movimientos se caracterizan por el resurgimiento de elementos del fascismo como racismo, xenofobia, liderazgos providenciales, ultranacionalismo y el desprecio por el Estado de derecho que ha de ser reemplazado por la ley del más fuerte. La desarticulación de la legalidad a cambio de la consolidación del Estado de Opinión, es un ejemplo de ello.
En este nuevo fascismo se cambia el tejido social y el cuidado colectivo por el sálvese quien pueda, donde los acuerdos para vivir en sociedad se cambian por el individualismo y la sobrevivencia.
El líder providencial y su promesa de seguridad
Atacar un comunismo imaginado, señalar de “comunista” a lo que esté en contra de sus ideales, acusar de “extrema izquierda” a principios básicos de la democracia como la participación equitativa, se están convirtiendo en el discurso del renacer de la bestia.
La Inclinación autoritaria sobre el consenso, donde se abandona el diálogo y se impone la intimidación y la fuerza, se hacen evidentes en el neofascismo con las medidas de guerra económica y policial para enfrentar las crisis sociales que él mismo provoca.
Estados de excepción, declaraciones de emergencia permanente que suspendan derechos fundamentales y el Estado de derecho, se están convirtiendo en mensajes cotidianos en los medios de comunicación que guían el redil hacia el corral.
Con violentos giros contra la democracia, el neofascismo retoma de forma agresiva y decidida la destrucción del modelo democrático imponiendo un capitalismo radical al interior de un Estado autoritario.
La destrucción de la institucionalidad para garantizar la ley del más fuerte ya lo estamos viendo presente en acciones como:
- La reducción de los impuestos a los más ricos
- Desregulaciones financieras y ambientales
- Recorte de inversiones públicas, debilitamiento de las políticas públicas
- Merma de los derechos sociales
- Recorte de los derechos laborales
Con el neofascismo además resurge el enfoque totalitario, donde se desactiva toda garantía jurídica y toda institución democrática republicana, eliminando con ello las libertades políticas y civiles.
El neofascismo también retoma del fascismo el odio a las minorías, a la población pobre a quien ve como una carga que hay que exterminar, una vez se terminen los recortes fiscales y se desvalije el estado social. Por defecto y a través del terror, se destruye cualquier vestigio de la solidaridad imponiendo el individualismo extremo.
Teniendo en cuenta que el neofascismo retoma del fascismo la religión en sus versiones más fundamentalistas, toma toda su fuerza lo que plantea Adoración Guamán (Guamán y otros) cuando señala que el neofascismo se consolida sobre 3 pilares: neoliberalismo radical, autoritarismo social y un sistema moral reaccionario; o lo que se hizo visible en las estrategias de ultraderecha de Steve Bannon junto a Donald Trump: Libre mercado, dogma religioso y mano dura.
Estamos viendo el resurgimiento de una derecha militarizada y antidemocrática, la forma más clara de antipolítica por cuanto no parte de la construcción conjunta de la sociedad sino del exterminio del contrario para el establecimiento del poderío unilateral.
Se trata radicalmente de dejar de aceptar al otro como parte de la sociedad, se busca eliminarlo. No se toma como partida la convivencia sino del exterminio, donde el valor de la persona queda supeditado a su aporte como bien de consumo o disminuido frente al capital.
En el fascismo se exaltan valores autoritaristas, belicistas y golpistas, el neofascismo retoma del fascismo la necesidad de la guerra, la exclusión y el sometimiento por la fuerza.
En el neofascismo se desprestigian los poderes legislativo y ejecutivo para encumbrar el valor de las armas al mando del líder mesiánico, castigador y paternal.
No es extraño en el fascismo la toma violenta del Estado bajo la defensa de unos valores que “inspiran“ la sociedad, aunque realmente solo inspiren a los fascistas.
En el trabajo coordinado por Guamán, también se indica que la destrucción de la institucionalidad democrática por parte de los neofascismos atomiza la sociedad donde vuelven a imperar la inseguridad, la incertidumbre, la precariedad y el aislamiento, espacio propicio para el líder castigador que los dirige.
El neofascismo destruye las costumbres comunes cambiándolas por la incertidumbre y desarticula la estructura de valores de la sociedad que serán reemplazados por el control mediante el miedo.
No es extraño por ello que en el neofascismo no existan los adversarios políticos sino los “enemigos” del país, la estigmatización del contrario hace parte de su discurso antidemocrático y antipolítico como refuerzo del exterminio del otro que deja de ser actor vivo en la sociedad.
El neofascismo desmonta la constitución democrática y establece un esquema legislativo de sometimiento que desconoce el valor y la participación de una parte de la ciudadanía, que sigue siéndolo solo de forma nominal pero sin su trasfondo de derechos.
Al igual que en el totalitarismo, en los neofascismos se pierden las estructuras colectivas de solidaridad, de tejido como sociedad, de nación o de país para ser parte de un esquema proveedor de recursos al sistema empresarial o financiero.
Hecho que se protege con la creación de un Estado policial apoyado en un discurso de odio que permita el sometimiento del contrario o su desaparición.
Al malestar social provocado por la pérdida de derechos se suma un componente adicional, la generación de miedo que garantice el aislamiento de los excluidos y la inacción del resto de la sociedad.
La responsabilidad de la prensa en los neofascismos
Construir miedo le permite a los neofascistas recortar libertades y avanzar en proyectos políticos autoritarios.
Parte del proceso neofascista consiste en construir leyes que limiten o eliminen los derechos democráticos de aquellos sectores que consideran se pueden oponer a sus determinaciones.
En el neofascismo en la medida que van empobreciendo a las sociedades donde lo aplican y van aumentando el número de pobres, estos pierden su estatus ciudadano y pasan a ser un estorbo para el sistema, se vuelven incómodos para los políticos y para las empresas que terminan desarrollando campañas de eliminación como mecanismos de expulsión del individuo del espacio donde se encuentra.
Con el asesinato culmina la cadena de explotación del neofascismo contra el ciudadano.
Narcofascismo, el “éxtasis” de los neofascismos
En primer lugar a hay que señalar que el narcofascismo es un tipo de neofascismo impulsado por la política exterior de Estados Unidos desde los años 60.
Consiste en una alianza entre las agencias antidroga y de inteligencia norteamericanas con organizaciones mafiosas en los países que le son de su interés. Fue el caso de Indonesia en 1965 y de allí en adelante Centro América y hoy Suramérica.
El acuerdo es muy sencillo, le garantizan a un capo o a una organización mafiosa la protección de su actividad comercial para que cuando estén en el poder favorezcan con todo tipo de recursos nacionales a los intereses norteamericanos.
Para el ingreso político del cartel de Medellín a posiciones de poder en Colombia, por ejemplo, fueron necesarias las decisiones de individuos poderosos que les abrieron las puertas.
Igual que en el fascismo, donde ha sido una condición previa esencial y definitiva, en Colombia hay individuos que ostentan cuotas de poder dispuestos a compartirlo con los neofascistas del narcotráfico.
En el caso colombiano, producto de la crisis de seguridad generada en los años 90, surgió el uribismo, como movimiento político articulado por los seguidores de Álvaro Uribe Vélez y que ha adoptado punto a punto este tipo de tendencias.
Entendemos entonces por narcofascismo a la tendencia política originada por los cárteles y los capos de la droga para acceder al poder y de esta manera facilitar el desarrollo de sus negocios.
El narcofascismo es la confluencia de dos líneas históricas, una económica y otra política. Desde lo económico son organizaciones dedicadas al narcotráfico, desde lo político son organizaciones de extrema derecha que se circunscriben en prácticas fascistas.
Como características de este movimiento podemos establecer las siguientes:
- Su base son organizaciones dedicadas al narcotráfico.
- Son organizaciones de derecha que responden a los mismos códigos de la mafia. El capo principal nunca será denunciado, sus lugartenientes asumen culpas ante la ley y son proclives al asesinato.
- Se inspiran en una protección religiosa basada en el catolicismo o en movimientos cristianos. Al igual que Francisco Franco que utilizaba a la iglesia católica para generar un tema de sacralidad entorno a los crímenes, en el narcofascismo sucede algo similar, recordemos que en América Latina es muy frecuente que los sicarios realicen altares para bendecir las balas con las cuales van a matar. Por ello se ve que los grupos del narcotráfico, cercanos al poder gubernamental, tienen simbologías religiosas y procuran las evocaciones sublimes como un sedante a sus crímenes.
- Su postura Fascista se hace evidente cuando buscan permear y someter las instituciones de gobierno. Buscan eliminar la separación de poderes, centralizar sus decisiones tal cual es la estructura del cártel y buscan reducir entre otras instituciones a las electorales y las de justicia. El opositor ha de ser “neutralizado” o “eliminado”. (A la vieja usanza del cartel de Medellín)
Frecuentemente, el Narcofascismo accede a la política y a las actividades de gobierno y una vez allí ajusta la ley hacia sus intereses. También se puede ver este efecto a través del financiamiento de campañas, poniendo así a presidentes, alcaldes, gobernadores y demás cargos de importante elección popular en el gobierno.
Hay un tema muy delicado en este aspecto y es que una vez acceden a cargos de poder, organismos como la Policía y el Ejército terminan siendo utilizados como escoltas de los cárteles e incluso para realizar actividad sicariales.
- Lavado de activos: Generalmente, las personas involucradas con el Narcofascismo van a aparecer en documentos como Panama Pappers e investigaciones relacionadas con lavado de activos. Esta característica también genera que se acompañen de estructuras financieras para apoyarse comercialmente entre sí.
- La ganancia y el interés particular se limita al cartel y sus afiliados.
- Salir del cartel es traicionarlo. La pena es la muerte.
- Las amenazas al cartel y su negocio se pagan con la vida.
- El Estado es un botín. Los bienes del Estado pasan a ser de uso y dominio privado del miembro del movimiento.
- Conforman ejércitos paramilitares con el objetivo de someter a la sociedad sin tener que cumplir la constitución o la ley.
Podríamos seguir enumerando pero estaríamos repitiendo elementos ya mencionados en el fascismo, en el totalitarismo o en el desarrollo de los neofascismos, de los cuales el narcofascismo hace parte.
Su enfoque de mantener guerras permanentes con enemigos internos y externos para generar estados permanentes de crisis es más que evidente, por ejemplo.
La completa aversión al Estado de Derecho se radicaliza en el narcofascismo donde montan un amplio sistema de propaganda para desprestigiar a la justicia, amenazar a los jueves y sus familias y si es del caso asesinarlos, tal cual lo haría tradicionalmente un cartel de la droga, solo que ahora han asumido el control político en países como Colombia.
Una característica que toma el narcofascismo del totalitarismo es el mantenimiento del terror, y no es extraño, el poder de estos movimientos radica en su capacidad de asesinar.
El narcofascismo funciona bajo 3 ejes. La estructura del cartel de la droga, con sus normas y reglas, las iglesias cristianas con quienes comparten el ejercicio de lavado de dinero y el sector financiero que ayuda a distribuir los capitales tanto con los aliados norteamericanos como con las estructuras de capital en el continente.
Aspectos culturales del narcofascismo
El narcofascismo apropia su cultura de los carteles de la droga, de allí que en su interior el ambiente es prácticamente igual.
La habilidad para engañar a quienes estén por fuera del movimiento es vista con admiración, al considerar al resto de la sociedad como sus inferiores o como enemigos que merecen ser dominados, la mentira y el delito son asumidos por los seguidores del narcofascismo como un acto de poder. De hecho cumplir la ley se convierte en un acto pueril de estupidez.
Cabe establecer un símil en este punto entre narcofascismo y totalitarismo, Arent señala (p 523) que al ver al resto de la sociedad como enemigos, cuando uno de sus líderes es sorprendido mintiendo públicamente, los seguidores del totalitarismo lo miraran con admiración por su ingenio táctico, lo cual sucede de forma exactamente Igual en los carteles de la droga.
El delito y la corrupción son producto de admiración, siempre y cuando sean logrados con impunidad, para estos movimientos el logro de actividades ilícitas es un mérito de la sagacidad, igual que sucede con los cargamentos de droga cuando llegan completos a su destino, los narcotraficantes festejan porque han “coronado”.
La captura de un miembro del movimiento será visto con tristeza siempre y cuando no se haya perdido dinero, de ser así, tendrá que pagarlo para resarcir el daño al clan.
Por qué se inmolan los seguidores del narcofascismo cuando son sorprendidos cometiendo delitos y no delatan a las estructuras del partido?
La respuesta es simple, no es lo mismo una orden que una alianza. Si el delito es cometido por una orden del líder, este luchará por la impunidad de su subordinado, si es una alianza con otra facción del clan, solo le brindarán respaldo al capturado si este ofrece algún beneficio. (Mafia es mafia).
Tal cual sucede en el narcofascismo, en el totalitarismo a mayor lealtad, mayor posición en el movimiento y mayor confianza para la comisión de delitos (Arendt p 511).
Al igual que lo menciona Hannah Arendt (p 561), los miembros del movimiento totalitarista funcionan a su interior como una sociedad secreta, con anillos de confianza en la medida en que más se acercan al líder, demostrando una entrega total. A la mejor usanza de organizaciones como el Cartel de Medellín de donde viene la vertiente política del narcofascismo.
Por su puesto al igual que en el cartel, la confianza en el narcofascismo será demostrada por su capacidad de infligir violencia en los sometidos, cabe recordar que el narcofascismo basa su poder en la capacidad de generar asesinatos, por ello el interés en implantar su modelo los hace inhumanos, superando cualquier límite de violencia o barbarie.
El reconocimiento a la confianza se premia con riqueza, bien sea a través de la corrupción o permitiéndole participar en negociados de droga. De la misma forma que se entregan rutas para administrar, se otorgan instituciones de gobierno para apropiarse de las arcas de contratación, de las cuales, obviamente, también hay una parte para el movimiento.
Otra similitud entre el narcofascismo y el totalitarismo es que cuando este tipo de organizaciones llegan al poder (Arendt p 564) las riquezas del país son expoliadas para el movimiento sin límite alguno, se comportan como un conquistador extranjero pero en su propio país. El saqueo de las arcas del Estado será radical, así como la expoliación de los recursos ciudadanos.
Por último y a medida de gran diferencia entre el narcofascismo y toda su estirpe anterior, hay que resaltar su tendencia al feudalismo. No podemos olvidar que esta tendencia fascista viene además del narcotráfico, razón por la cual se encuentra una marcada obsesión por la concentración de tierras.
Las campañas de exterminio y asesinato de líderes ambientalistas se concentra en eso, tierras bien sea para el cultivo de coca o para la ganadería, uno de sus mecanismos preferidos para el lavado de dinero.