El gobierno respalda el acuerdo de paz de Trump entre Armenia y Azerbaiyán

El ministro de Exteriores, José Manuel Albares, se ha puesto en contacto con sus homólogos de los dos países para comunicarles el respaldo de España y ofrecer acompañamiento en su implementación

20 de Agosto de 2025
Actualizado a la 13:50h
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Albares gobierno
José Manuel Albares, en una imagen de archivo | Foto: Pool Moncloa

El ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, ha transmitido a sus homólogos de Armenia y Azerbaiyán el apoyo de España al acuerdo alcanzado entre ambos países con mediación de Estados Unidos, un pacto que busca poner fin a casi cuatro décadas de enfrentamientos en torno a la región de Nagorno Karabaj y abrir la puerta a la normalización de sus relaciones bilaterales.

En sendas conversaciones telefónicas con Ararat Mirzoyan y Bayramov Jeyhun, ministros de Exteriores de Armenia y Azerbaiyán respectivamente, Albares felicitó a ambas partes y destacó la disposición del Gobierno español a acompañar la implementación del acuerdo. “España apoya la normalización de las relaciones entre los dos países para consolidar una paz duradera”, escribió en un mensaje en redes sociales.

El acuerdo de Washington: un punto de inflexión

El 8 de agosto, en la Casa Blanca y en presencia del presidente estadounidense Donald Trump, el primer ministro armenio, Nikol Pashinián, y el presidente azerbaiyano, Ilham Aliyev, suscribieron un compromiso sin precedentes: renunciar a las reivindicaciones territoriales históricas, abstenerse de recurrir a la fuerza y abrir un proceso negociador para fijar de manera definitiva sus fronteras.

El pacto supone un cambio radical respecto a décadas de tensiones, marcadas por conflictos armados recurrentes —el más reciente en 2020— que dejaron miles de muertos y cientos de miles de desplazados. La mediación de Washington, tras múltiples intentos fallidos previos bajo auspicio ruso y de la OSCE, reconfigura además el equilibrio diplomático en el Cáucaso, con Estados Unidos reclamando protagonismo en una región tradicionalmente bajo influencia de Moscú.

España y la diplomacia preventiva

El respaldo expresado por Albares encaja con la estrategia española de alinearse con los esfuerzos multilaterales que promueven estabilidad en zonas de conflicto. España, sin peso directo en el Cáucaso, busca proyectar un perfil de socio fiable de la UE y de la OTAN en materia de diplomacia preventiva.

La implicación española en la implementación del acuerdo puede concretarse en cooperación técnica, apoyo en materia de reconstrucción y desarrollo o participación en misiones de verificación internacionales si se activan bajo mandato europeo o de Naciones Unidas.

Más allá de la voluntad política, este respaldo también refuerza el mensaje de que la política exterior española no se limita a su perímetro mediterráneo o latinoamericano, sino que busca visibilidad en escenarios donde se dirimen equilibrios estratégicos globales.

Riesgos y desafíos del proceso

Aunque el acuerdo es histórico, los obstáculos para su consolidación son notables. La desconfianza entre las poblaciones de Armenia y Azerbaiyán sigue siendo profunda; las heridas de los conflictos pasados están lejos de cicatrizar y sectores nacionalistas en ambos países ya critican las concesiones firmadas.

La salida de Rusia de su papel tradicional de mediador, debilitada por la guerra en Ucrania, abre un nuevo escenario diplomático en el que la estabilidad dependerá en buena medida del compromiso sostenido de Washington y de la disposición de la Unión Europea a reforzar el proceso. En ese marco, el apoyo de España, aunque simbólico, adquiere valor como parte de un consenso occidental que busca garantizar que el acuerdo no quede en papel mojado.

Una apuesta por la paz regional

El Gobierno español se congratuló ya en agosto del pacto, calificándolo de “paso decisivo hacia la paz definitiva”. Ahora, con las conversaciones directas de Albares con Mirzoyan y Bayramov, se subraya la disposición de Madrid a acompañar un proceso que podría transformar el Cáucaso Sur en una región de cooperación, entendimiento mutuo y desarrollo tras décadas de confrontación.

El reto, sin embargo, será convertir las palabras en hechos: pasar de la firma en Washington a una implementación efectiva que asegure la seguridad en la frontera, el retorno de desplazados y la creación de mecanismos de confianza mutua. En esa carrera de fondo, España quiere estar presente, aunque sea en segunda línea, como valedora de un orden internacional basado en el diálogo y la diplomacia.

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