"Quienes infligen una hambruna saben que lo que hacen es, en realidad, desmantelar una sociedad", advierte con firmeza Alex de Waal en una entrevista concedida a la BBC. No se trata de una afirmación ligera. De Waal es considerado una de las mayores autoridades mundiales en estudios sobre hambrunas. Con más de cuatro décadas dedicadas al análisis de crisis humanitarias, el investigador británico y director de la Fundación Mundial para la Paz en la Universidad de Tufts ha sido testigo de algunas de las peores tragedias humanas del siglo XX y XXI. Pero lo que hoy ocurre en Gaza, asegura, es único en su alcance y en su planificación deliberada.
Según De Waal, la actual hambruna en la Franja de Gaza no solo es una catástrofe humanitaria, sino un crimen cuidadosamente orquestado. A su juicio, es la primera vez desde la Segunda Guerra Mundial que se observa una situación de inanición masiva tan meticulosamente diseñada, con el objetivo no solo de matar de hambre, sino de quebrar a una sociedad desde sus cimientos.
Tragedia provocada
Las cifras son estremecedoras: más de 154 muertes por hambre confirmadas, entre ellas 89 niños; uno de cada tres habitantes sin acceso regular a alimentos, según el Programa Mundial de Alimentos de la ONU; y más de 1.000 muertos en bombardeos israelíes mientras intentaban obtener comida. Para De Waal, estos datos no son simples consecuencias colaterales del conflicto. Son síntomas de una estrategia bélica centrada en la desnutrición como arma.
"Esta hambruna era totalmente evitable", denuncia. "La comunidad internacional tiene los recursos, la logística y la capacidad para alimentar a Gaza mañana mismo. Lo único que hace falta es voluntad política". Pero esa voluntad no llega.
De Waal pone como ejemplo el contraste con Sudán. En situaciones igualmente trágicas, pero sin restricciones logísticas impuestas por actores militares, la ayuda humanitaria puede tardar semanas o meses en llegar por condiciones de inseguridad o acceso limitado. En Gaza, dice, la ayuda está literalmente al otro lado de la frontera, bloqueada.
Fundación Humanitaria de Gaza, instrumento militar
En el centro de la controversia se encuentra la Fundación Humanitaria de Gaza (GHF, por sus siglas en inglés), una entidad privada respaldada por Israel y Estados Unidos para distribuir ayuda en reemplazo del sistema de la ONU, que fue sistemáticamente desmantelado. Para De Waal, esta estructura no es solo ineficiente: es una extensión del ejército israelí.
Según su investigación, realizada en colaboración con el grupo Forensic Architecture de la Universidad Goldsmiths de Londres, los puntos de distribución de la GHF están situados en zonas militarizadas y peligrosas, lo que impide el acceso de los más vulnerables. "Los más fuertes se arriesgan a buscar raciones. Los más débiles no tienen ninguna posibilidad de sobrevivir", señala. Los datos recabados muestran que los puestos solo abren un promedio de 23 minutos diarios, lo cual genera escenas de desesperación y violencia.
Además, la ayuda proporcionada por esta fundación es insuficiente y carece de alimentos terapéuticos, agua potable, combustible y asistencia médica adecuada. A juicio de De Waal, "el modelo de la GHF es una receta para el saqueo y la exclusión".
Desnutrición y deshumanización
Para Alex de Waal, la hambruna no es solo biológica, es social y política. En Gaza, la inanición va acompañada de una ruptura profunda del tejido comunitario: la pérdida de dignidad, el trauma compartido, la fragmentación de los lazos familiares. "El daño más profundo no es solo el cuerpo que se consume, sino la sociedad que se derrumba", sostiene.
Este enfoque colectivo de la hambruna es lo que lo lleva a denunciar que el objetivo real de Israel no sería únicamente derrotar a Hamás, sino desmantelar la sociedad gazatí. “Cuando se utiliza el hambre como arma de guerra, el propósito más común no es matar, sino destruir a la comunidad atacada”.
Genocidio en cámara lenta
En marzo de 2024, la Corte Internacional de Justicia emitió una orden que obliga a Israel a garantizar asistencia humanitaria sin trabas, en cumplimiento con la Convención contra el Genocidio. Sin embargo, según De Waal, esas órdenes no se han cumplido.
"Si Israel es finalmente hallado culpable de genocidio, la GHF será su cómplice", afirma sin rodeos. Para él, países como Estados Unidos, Reino Unido o Alemania (que continúan enviando armas a Israel) no pueden alegar ignorancia. "La Convención los obliga a prevenir el genocidio. No pueden esperar a que se juzgue para actuar. Ya deberían haberlo hecho."
Más allá del punto de no retorno
Hoy, Gaza vive una emergencia sin precedentes, donde miles de niños y adultos enfrentan desnutrición severa. El sistema hospitalario está colapsado. La escasez de alimentos especializados y medicinas hace que incluso aquellos que reciben algo de ayuda ya no puedan recuperarse.
"Lo que estamos viendo en Gaza hoy recuerda a las peores hambrunas de los años 80", dice De Waal. "Pensamos que nunca volveríamos a ver algo así. Nos equivocamos".
Y lanza una advertencia: en los casos de hambruna, suele haber un punto de inflexión. Una vez alcanzado, el número de muertes se dispara y revertir el proceso se vuelve casi imposible. Gaza, señala, está peligrosamente cerca de ese umbral.
De Waal es categórico sobre lo que es necesario: no basta con lanzar comida desde el aire ni prometer "pausas tácticas". Es necesario permitir el ingreso masivo de ayuda, reactivar la red humanitaria de la ONU y garantizar la distribución equitativa y segura de alimentos y medicinas. "Los lanzamientos aéreos son un truco publicitario. La respuesta debe ser real, coordinada, inmediata."