El informe anual de la Secretaría General de la OTAN alertaba ya en 2015 de la necesidad de proteger y fortalecer el frente ucraniano ante la amenaza de Putin. En aquellas fechas, el secretario general de la organización, Jens Stoltenberg, hacía constar cómo la “inseguridad en el extranjero afecta directamente a nuestra seguridad en el interior” y añadía que “vimos esto en los brutales ataques terroristas en nuestras ciudades, en la crisis de los refugiados, en las continuas acciones de Rusia en Ucrania y su reciente acumulación militar en Siria y el Mediterráneo Oriental”.
Según el dosier de la Alianza Atlántica, en el Este, “seguimos apoyando a Ucrania, Georgia y Moldavia para resistir mejor la presión exterior. Rusia es nuestro vecino más grande. Necesitamos tener una relación con Rusia que se base en el respeto mutuo. No hay contradicción entre aumentar la fuerza de la OTAN y comprometerse con Rusia”. De hecho, el informe asegura que únicamente “siendo fuertes” la OTAN podría desarrollar una relación cooperativa y constructiva con el bloque ruso. Esta sugerencia se interpretó en medios militares como una necesidad de proporcionar al Gobierno de Zelenski de más y mejor armamento para hacer frente a la amenaza de Moscú. Además, los aliados sopesaron en aquellos días acelerar los trámites de integración de Ucrania en la Alianza, una línea roja que Putin siempre consideró como un casus belli.
Para hacer frente a las amenazas híbridas de rápido movimiento (supuestamente una guerra relámpago como la que desplegó el Kremlin sobre Ucrania hace solo un año), la OTAN emplazó a sus socios miembros a la siguiente cumbre de la Alianza, que se celebró en Varsovia en julio de ese mismo año 2015, donde debía decidirse sobre la posibilidad de reforzar la fuerza militar de los aliados en la frontera oriental con Rusia. ”También abordaremos la crisis en el flanco sur y el nivel de apoyo que brindamos a nuestros aliados”, asegura el informe. Por último, se revisó la inversión del gasto en Defensa para reforzar aquellos proyectos armamentísticos que en esos años estaban más debilitados. “En los últimos dos años, nuestro mundo se ha vuelto más peligroso. Pero en ese mismo período, la OTAN se ha adaptado para mantener a nuestros países y a nuestra gente más segura”.
Tal como consta en el citado informe, en aquellos tiempos Rusia seguía buscando “de una forma asertiva e impredecible” algún tipo de salida militar al conflicto de Ucrania. “Si bien persisten en la ocupación ilegal de partes de Georgia, de la República de Moldavia y Ucrania, continúan apoyando a los separatistas que luchan en el este de Ucrania. Rusia también inició una operación militar en Siria, no como parte de la Coalición Global para Contrarrestar al Estado Islámico, sino en apoyo del régimen de Bashar al-Assad”, hizo constar el dosier atlantista. Además, la OTAN constató serios riesgos para la seguridad mundial cuando se produjo la violación del espacio aéreo turco que condujo al derribo de un jet ruso. Cabe recordar que el 24 de noviembre de 2015 se produjo el derribo de un Sukhoi Su-24 de la Fuerza Aérea rusa a manos de cazas turcos en la frontera entre Siria y Turquía. El Gobierno de Ankara siempre denunció que la aeronave sobrevolaba su espacio aéreo. Según el Kremlin, el piloto fue abatido desde tierra después de saltar en paracaídas. El suceso tuvo lugar en el marco de la participación rusa en la guerra civil Siria, donde apoya a las fuerzas leales a Bashar al-Asad combatiendo a los yihadistas del ISIS.
El escenario que preveía la OTAN no se ha alejado demasiado de lo que ha pasado después con la invasión rusa de Ucrania. De esta manera, la Alianza Atlántica apostaba por que al año siguiente, en 2016, y en los próximos años, la organización siguiera reforzándose militarmente, pero al mismo tiempo manteniendo abierto el diálogo y trabajando con otros países del mundo. “Si bien los desafíos de seguridad a los que nos enfrentamos son grandes, complejos y estarán con nosotros durante los próximos años, la OTAN está a la altura”.
Los tres núcleos de la OTAN
Ya en 2015, la organización apostaba por incrementar las tareas de defensa colectiva, gestión de crisis y seguridad cooperativa. “Son todos esenciales si queremos mantener la paz y la seguridad en Europa y sus alrededores”. Pero al mismo tiempo, el alto mando de la Alianza Atlántica vio en aquel año una “desaceleración dramática por los recortes en gastos de defensa entre la mayoría de los aliados europeos y Canadá”, por lo que instaba a los países miembros a hacer un esfuerzo y redoblar las inversiones del PIB en materia de Defensa.