En una decisión que marca un nuevo punto de inflexión en el conflicto, el Gabinete de Seguridad del gobierno israelí aprobó esta madrugada el plan militar propuesto por el primer ministro Benjamín Netanyahu para ocupar la Ciudad de Gaza, el núcleo urbano del norte del enclave palestino. Tras más de diez horas de deliberaciones a puerta cerrada, el gobierno difundió un comunicado en el que detalla la estrategia de Netanyahu, cuyo supuesto objetivo es “derrotar a Hamás”. Todo el mundo sabe que el verdadero objetivo es otro.
Según el documento oficial, las Fuerzas de Defensa de Israel se prepararán para tomar el control de la Ciudad de Gaza mientras garantizan el suministro de ayuda humanitaria a la población civil que se encuentre fuera de las zonas de combate. El texto no aclara qué ocurrirá con el resto del enclave ni ofrece detalles sobre el destino de los más de dos millones de personas que viven en la Franja de Gaza. Aunque el primer ministro había manifestado antes del encuentro su intención de extender la operación militar a toda la Franja, el comunicado solo menciona la ocupación del centro urbano principal.
Netanyahu, en declaraciones previas a la reunión con el gabinete, afirmó a la cadena ultraderechisa Fox que no tiene intención de gobernar Gaza ni de anexionarla, pero sí busca establecer un “perímetro de seguridad” alrededor del enclave. Señaló además que desea transferir su administración a "fuerzas árabes" que no representen una amenaza para Israel, excluyendo explícitamente tanto a Hamás como a la Autoridad Palestina, que actualmente gobierna en partes de Cisjordania. Esta postura deja un vacío político significativo, ya que no queda claro quién ni cómo podrá gobernar un territorio devastado y sin una estructura de poder legítima aceptada por todas las partes. Además, recuerda al Judenrat que los nazis impusieron en las zonas ocupadas y los guetos de ciudades como Varsovia.
El plan aprobado por el gabinete deja fuera cualquier alternativa política que implique concesiones. Durante la reunión se habría discutido una propuesta distinta, impulsada por el jefe del Estado Mayor del Ejército israelí, Eyal Zamir, quien se opone a una ocupación prolongada de Gaza. Zamir habría advertido que una ofensiva total no solo no garantiza la derrota de Hamás ni el rescate de los rehenes, sino que podría empeorar la situación humanitaria y militar. No obstante, su propuesta fue desechada por la mayoría de los ministros, que apoyaron la línea dura del primer ministro.
Según algunos medios israelíes, la operación está concebida en varias fases. La primera contempla la ocupación completa de Ciudad de Gaza y el desplazamiento masivo de su población, estimada en alrededor de un millón de personas, hacia el sur, específicamente hacia la región costera de Mawasi, donde ya se hacinan cientos de miles de desplazados. La segunda fase, aún no confirmada oficialmente, implicaría incursiones más profundas en los campamentos de refugiados del centro de la Franja, zonas donde se presume que aún permanecen algunos rehenes con vida. Según estimaciones del Ejército israelí, las milicias palestinas todavía retienen a 50 cautivos, aunque solo una veintena seguirían con vida.
Mientras tanto, el riesgo humanitario se intensifica. La ONU advirtió esta semana que la implementación del plan podría desencadenar consecuencias catastróficas para la población civil de Gaza. Martin Griffiths, jefe de ayuda humanitaria de Naciones Unidas, alertó que los desplazamientos forzados hacia zonas ya saturadas, sin garantías mínimas de seguridad ni condiciones básicas de vida, agravarían aún más la ya crítica situación del enclave. Desde el inicio de la ofensiva, la infraestructura civil ha colapsado, los hospitales funcionan al borde de sus capacidades y el acceso a alimentos, agua y electricidad es extremadamente limitado.
A pesar del deterioro humanitario, Israel mantiene su postura y continúa rechazando cualquier propuesta internacional que implique un alto el fuego sin el desmantelamiento completo de Hamás. La comunidad internacional observa con preocupación la escalada. Mientras algunos aliados tradicionales de Israel respaldan su derecho a defenderse, crecen las voces que exigen moderación y alertan sobre la falta de un plan político viable para el día después de la ocupación.
Los analistas coinciden en que el gobierno de Netanyahu se enfrenta a un dilema de difícil resolución: por un lado, la presión interna para lograr resultados visibles tras casi dos años de guerra; por el otro, la falta de un esquema de gobernanza sostenible para Gaza que no derive en un vacío de poder o en una prolongada ocupación militar que reproduzca los errores del pasado. Hasta el momento, el gobierno israelí no ha presentado ninguna hoja de ruta clara para la reconstrucción política del enclave.
La incógnita sobre el futuro de Gaza se suma a la incertidumbre sobre los rehenes, el repunte de los enfrentamientos y el creciente desgaste internacional de Israel ante la crisis humanitaria. La decisión de ocupar Ciudad de Gaza puede representar un hito táctico para las Fuerzas de Defensa, pero deja abiertos todos los interrogantes estratégicos que definirán el futuro de la región. Y la historia reciente de Medio Oriente ha demostrado que las victorias militares, sin soluciones políticas duraderas, suelen ser efímeras.