Casi mil gazatíes han sido asesinados por Israel en las últimas semanas en su desesperado intento por acceder a alimentos. Según la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, la mayoría de estas muertes (875 hasta el 13 de julio) ocurrieron en las inmediaciones de los centros de distribución gestionados por la Fundación Humanitaria de Gaza, una organización privada respaldada por Estados Unidos e Israel que opera al margen de los mecanismos habituales de la ONU y otras ONG.
Thameen Al‑Kheetan, portavoz de la Oficina del Alto Comisionado, detalló en Ginebra que 674 de las víctimas fallecieron intentando recoger comida en los recintos de esa fundación, mientras que las 201 restantes murieron en las rutas de los convoyes de ayuda o en sus inmediaciones. El trágico saldo se elevó la mañana del 14 de julio, cuando el Ejército israelí bombardeó y abrió fuego contra quienes aguardaban auxilio en el centro de As Shakoush, al noroeste de Rafah, causando dos nuevas muertes y dejando al menos nueve heridos, algunos de los cuales fueron trasladados al hospital del Comité Internacional de la Cruz Roja.
La violencia no se limita a Gaza. En la Cisjordania ocupada, incluidos Jerusalén Este y los campos de refugiados de Yenín, Tulkarem y Nur Shams, las fuerzas de seguridad israelíes y colonos han intensificado los homicidios, ataques y hostigamientos. Laila Khatib, de dos años, recibió un disparo en la cabeza el pasado 25 de enero dentro de su hogar en la aldea de Ash‑Shuhada, mientras Walid Badir, de 61 años, fue asesinado el 3 de julio tras ser alcanzado por fuego procedente de las afueras del campo de Nur Shams. Simultáneamente, la operación “Muro de Hierro” ha desplazado forzosamente a unas 30 000 personas, un éxodo masivo que la ONU advierte puede constituir un crimen de guerra al alterar permanentemente la demografía de los territorios ocupados.
La Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos (UNRWA) ha subrayado la dimensión humanitaria de esta crisis. Juliette Touma, directora de Comunicaciones de UNRWA, denunció en Ammán la muerte de siete menores que, famélicos, fueron tiroteados al dirigirse a recoger una mínima ración de comida. Además, advirtió que la desnutrición aguda grave afecta hoy a uno de cada diez niños atendidos en sus centros y destacó la paradoja de tener 6 000 camiones cargados de alimentos, medicinas y productos de higiene retenidos en Jordania y Egipto, a apenas tres horas de distancia de Gaza.
La prolongada imposición de un bloqueo casi total por parte de Israel desde el 2 de marzo ha convertido la entrada de ayuda en un goteo insuficiente. Los suministros que esperan caducan mientras la mitad de la población de la Franja (un millón de personas, incluidos un millón de niños) ve comprometida su supervivencia. A esto se suma la alerta de la Oficina del Alto Comisionado de la ONU: demoliciones de viviendas, restricciones severas a la circulación, pobreza creciente y desempleo desbocado configuran lo que califican de “guerra silenciosa” en todo el territorio palestino ocupado.
Frente a este panorama, la comunidad internacional permanece en gran medida al margen. Estados Unidos, principal aliado de Israel, amortigua cualquier crítica; Europa emite comunicados de preocupación que rara vez se traducen en acciones contundentes; y los gobiernos árabes, divididos entre el deseo de normalizar relaciones y la presión de sus propias opiniones públicas, se limitan a declaraciones formales. Mientras tanto, los civIles palestinos siguen pagando el precio más alto: con su vida, con su salud y con su dignidad.
A juicio de Naciones Unidas, solo un inmediato cese de los homicidios, las demoliciones y el desplazamiento forzoso podrá impedir que esta crisis empeore. Pero los gazatíes y los palestinos de Cisjordania exigen también una solución política que ponga fin al bloqueo, garantice el respeto a sus derechos fundamentales y establezca mecanismos reales de protección y rendición de cuentas. Sin ello, los cadáveres de quienes murieron buscando un pedazo de pan serán el testimonio silencioso de un fracaso colectivo.