Israel convierte a 10.000 bebés en fantasmas: nacen sin identidad en medio de sus bombardeos

Oficialmente, no existen. La escalada continua en la Franja y el colapso de las principales infraestructuras civiles han interrumpido el registro de los nacimientos

18 de Julio de 2025
Actualizado a las 9:55h
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Los familiares lloran la muerte de una niña asesinada por Israel en un ataque aéreo en Gaza | Foto: Unicef

Las bombas no solo arrancan vidas: destruyen el rastro de la propia existencia. En la Franja de Gaza, el Registro Civil languidece entre los escombros de hospitales y oficinas destrozadas por los bombardeos. El último informe de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) de la ONU revela que, desde el 7 de octubre de 2023, casi 10 000 recién nacidos palestinos han quedado “invisibles” ante el Estado: sus nacimientos no han sido inscritos y carecen de cualquier documentación legal.

El colapso de las infraestructuras civiles (hospitales reducidos a ruinas, oficinas gubernamentales fuera de servicio y desplazamientos masivos) ha interrumpido por completo el proceso de registro de nacimientos. “Los hospitales han quedado destruidos, las oficinas gubernamentales están en gran medida fuera de servicio y el desplazamiento generalizado dificulta enormemente a las familias la realización de los trámites de inscripción”, detalla la OCHA, añadiendo que sin un acta de nacimiento, estos niños no existen ante la ley.

La falta de identidad legal acarrea consecuencias devastadoras. Sin documentos oficiales, los menores no registrados ven cerradas las puertas a servicios básicos como la asistencia sanitaria o la educación. Pero aún hay más: “Los niños no registrados también son más vulnerables a la explotación y la trata, ya que están efectivamente fuera de la protección de la ley”, advierte la OCHA, recordando que la apatridia es una tragedia silenciosa que se ceba con las comunidades más frágiles.

En paralelo a este drama burocrático, la violencia sigue cobrando vidas. UNICEF contabiliza que, en los 21 meses de conflicto, más de 17 000 niños han muerto y 33 000 han resultado heridos en Gaza, un balance estremecedor que equivale a un aula escolar entera (28 menores) cayendo bajo fuego cada día. “Piénsenlo por un momento. Un aula entera de niños asesinados cada día durante casi dos años”, denunció con voz cortada la directora general de UNICEF, Catherine Russell, ante el Consejo de Seguridad de la ONU.

El impacto va más allá de las cifras. Hay menores que nacen en medio del caos y se ven separados de sus madres durante evacuaciones de urgencia. Tras ser recogidos por sustitutos improvisados –muchos de ellos heridos, con discapacidad o sin recursos suficientes–, esos recién nacidos soportan traumas físicos y psicológicos que prolongan heridas imposibles de suturar. UNICEF sigue siendo en la práctica el único actor capaz de mediar en la reunificación familiar, pero los retrasos y el rechazo de sus misiones por autoridades israelíes agravan el sufrimiento. El único centro alternativo de acogida en funcionamiento roza su capacidad máxima y teme el cierre por falta de alimentos, combustible y servicios esenciales.

Las cifras globales (150 millones de niños “invisibles” en el mundo, según UNICEF en diciembre de 2024) sitúan a Gaza en un punto crítico, donde una emergencia humanitaria se articula en torno a una simple hoja de papel: el acta de nacimiento. Para estos menores, carecer de identidad legal es carecer de futuro. Sin reconocimiento oficial, atraviesan la infancia al margen de cualquier protección social o sanitaria.

El pasado fin de semana, un sencillo gesto –recoger agua– se convirtió de nuevo en una lotería mortal: diez personas, entre ellas siete niños, murieron bajo el fuego mientras buscaban un cubo de agua potable. Un día después, al menos 20 civiles (varios de ellos menores) fueron asesinados en un ataque contra un centro de distribución de la Fundación Humanitaria de Gaza, al sur de la Franja. Donde debería haber seguridad, hay miedo. Donde debería haber esperanza, hay ruina.

La guerra sigue abusando de los cuerpos más débiles y de los registros oficiales por igual. Sin una actuación urgente que reconstruya las oficinas de registro, restablezca el suministro de combustible y garantice corredores seguros para las familias, miles de niños palestinos seguirán condenados a la condición de “no nacidos” ante un Estado que, pese a todo, no ha dejado de someterlos a un doble castigo: la violencia de las bombas y la violencia del olvido.

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