Israel ha roto la tregua en Gaza de la manera más brutal posible: con una lluvia de bombas que ha segado la vida de más de 400 palestinos en una sola noche. Sin previo aviso, sin justificación alguna más allá de su ansia de destrucción y castigo colectivo, el ejército israelí ha reducido a escombros barrios enteros de la Franja. Mientras el mundo asistía a unas negociaciones para consolidar la paz, el gobierno de Netanyahu decidía, una vez más, elegir la masacre.

Un ataque indiscriminado, un crimen sin excusas
El ejército israelí desató su ofensiva en la madrugada, cuando las familias dormían, confiando en que el alto el fuego seguiría en pie. Sin embargo, las bombas cayeron sobre Gaza con una intensidad aterradora, convirtiendo la noche en un infierno de fuego y sangre. Hospitales colapsados, morgues desbordadas y miles de heridos son el resultado inmediato de una decisión política que no busca más que el exterminio del pueblo palestino.
Los testigos describen escenas dantescas: cuerpos calcinados, niños rescatados de entre los escombros y médicos desesperados por atender a una avalancha de heridos sin material sanitario suficiente. "Si los ataques continúan, tendremos que decidir a quién salvamos y a quién dejamos morir", advierte Saleh al Hams, director de Enfermería del hospital Europeo de Jan Yunis, en el sur de la Franja.
La ONU, "horrorizada", mientras EE.UU. avala la masacre
Mientras el alto comisionado de la ONU para los Derechos Humanos se declara "horrorizado" por la reanudación de los ataques israelíes, Estados Unidos se apresura a respaldar a Netanyahu. Washington, lejos de condenar la ofensiva, ha reafirmado su apoyo al gobierno israelí, asegurando que la tregua se rompió porque Hamás se negó a aceptar nuevas condiciones impuestas por Tel Aviv. En otras palabras: Israel dinamitó la paz y la Casa Blanca lo justifica.
El embajador de Israel ante la ONU, Danny Danon, lo ha dejado claro en su mensaje al mundo: "No mostraremos piedad por nuestros enemigos". Y con "enemigos" no se refiere solo a Hamás, sino a toda la población palestina, que sigue pagando con su vida la brutalidad de un gobierno que ha convertido el exterminio en estrategia de guerra.
El cinismo de Netanyahu: secuestrados como pretexto, sangre como respuesta
Netanyahu justificó el ataque asegurando que Hamás no estaba cumpliendo con la liberación de rehenes. Pero la realidad es que su gobierno nunca tuvo la intención de negociar. La masacre de esta madrugada no fue un ataque improvisado, sino una decisión planificada, esperada y calculada para generar el mayor sufrimiento posible. Israel utilizó la tregua para reorganizarse, preparar su maquinaria de guerra y golpear con más fuerza.

Las propias familias de los rehenes israelíes han condenado la decisión del primer ministro, al que acusan de haber "renunciado a la vida de los secuestrados" en su empeño por prolongar la guerra. "Estamos horrorizados, furiosos y atemorizados por la deliberada ruptura del proceso de liberación de nuestros seres queridos", denunciaron en un comunicado.
Netanyahu y su gobierno ultra: una maquinaria de exterminio
La ofensiva de esta madrugada es solo una pieza más en el engranaje de destrucción que Netanyahu y sus socios de extrema derecha han puesto en marcha desde hace meses. El ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, celebró la reanudación de la guerra asegurando que "estamos más decididos que nunca a destruir a Hamás". Sin embargo, lo que destruyen son hospitales, viviendas, escuelas y vidas inocentes.
El propio Smotrich llegó a afirmar hace meses que dejar a Gaza sin agua ni comida era "una medida justificada y moral". Su discurso no esconde intenciones políticas: su objetivo es el exterminio del pueblo palestino, la ocupación total de la Franja y la aniquilación de cualquier atisbo de resistencia.
El mundo calla, Israel sigue matando
La comunidad internacional vuelve a mostrar su hipocresía. Mientras la ONU expresa "consternación", sus resoluciones siguen siendo papel mojado ante la impunidad con la que Israel perpetra crímenes de guerra. Europa emite comunicados, pero no toma medidas. Y Estados Unidos, lejos de ejercer presión, se convierte en cómplice activo de esta barbarie.
China y Rusia han pedido una "intervención urgente" para detener la escalada, pero las posibilidades de que el Consejo de Seguridad de la ONU apruebe una resolución efectiva son mínimas. Mientras tanto, Gaza sigue desangrándose.
La resistencia de un pueblo abandonado
Gaza ha resistido innumerables ataques, pero la situación actual es más desesperada que nunca. Con la ayuda humanitaria bloqueada por Israel, la población afronta la guerra en condiciones inhumanas. No hay agua, no hay comida suficiente, no hay medicinas. Y ahora, tampoco hay tregua.
Las imágenes de esta última masacre recorren el mundo: niños con quemaduras mortales, familias enteras sepultadas bajo los escombros, médicos llorando de impotencia. Pero nada parece suficiente para frenar la barbarie de Israel.
Un gobierno que solo entiende la guerra
La reanudación de los bombardeos en Gaza no es una acción aislada, sino una declaración de intenciones de un gobierno que ha decidido que la guerra es su única forma de existencia. Netanyahu ha convertido la violencia en su única carta política, manteniéndose en el poder gracias a la sangre derramada.
Hoy, el pueblo palestino sufre otra masacre mientras el mundo mira hacia otro lado. Gaza agoniza, pero resiste. Y aunque Israel intente borrar su existencia a base de bombas, la dignidad de un pueblo no se destruye tan fácilmente.