Los trabajadores de Wall Street no van a trabajar para evitar disturbios en manifestaciones palestinas. En Alemania se prohíben protestas contra Israel en la calle. Y en Francia investigan un crimen que ya se califica como terrorismo islámico. Allí, el ministro del Interior, Gérald Darmanin, ha ordenado este jueves la prohibición de manifestaciones en apoyo al pueblo palestino en todo el territorio francés alegando que representan una amenaza al orden público. El Día de la Ira decretado el viernes por Hamás en el mundo musulmán dispara la alerta en Occidente.
Además, el tribunal administrativo de París ha decidido mantener la prohibición emitida por la prefectura de la capital de una manifestación propalestina que se iba a celebrar este jueves por la tarde en la Plaza de la República. “El juez recuerda, en primer lugar, que el respeto de la libertad de manifestación debe conciliarse con el mantenimiento del orden público y que su preservación puede llevar a la administración, bajo la decisión del juez, a prohibir una manifestación”, asegura en un comunicado el tribunal.
El tribunal afirma así que existe un ambiente de “violencia extrema” en todo el territorio nacional, especialmente por el “resurgimiento de actos antisemitas” desde que el Movimiento de Resistencia Islámica (Hamás) lanzó la ofensiva contra Israel el pasado sábado. En este sentido, el texto recalca que la prefectura “no provocó un ataque grave y manifiestamente ilegal contra las libertades de expresión, reunión y manifestación” en un contexto del “aumento del riesgo de atentados terroristas” en Francia.
¿Camina el mundo libre, una vez más, hacia un gran recorte de libertades y derechos tal como ocurrió tras el 11S? Eso parece. La Unión Europea estudia qué posición tomar sobre la guerra en Oriente Medio. En conjunto, se estima que en la Unión Europea viven unos 23 millones de musulmanes; tres cuartas partes son ya ciudadanos europeos, sea por naturalización o por nacimiento. Y en Bruselas hay preocupación, ya que cualquier restricción de derechos de estas personas puede conducir a un agravamiento del problema, incluso a que la violencia estalle también en los países europeos. Las medidas estrictas contra la población musulmana que desea expresar su repulsa ante los ataques de Israel contra la población civil en la Franja de Gaza pueden ser ilegales. Incluso pueden considerarse discriminatorias o incluso xenófobas o racistas. La guerra entre Hamás e Israel puede alterar radicalmente no solo el tablero político en Oriente Próximo, sino la forma de vida de los ciudadanos europeos. En Francia, por ejemplo, la extrema derecha reclama la instauración del estado de excepción en todo el país al considerar que hay un riesgo elevado de atentado. De hecho, este viernes se ha producido un apuñalamiento en un instituto de la ciudad francesa de Arrás (al norte del país) que ha dejado un profesor muerto y otros dos heridos. El suceso ya se investiga como crimen yihadista.
Mientras tanto, en España se desconoce qué medidas va a adoptar el Gobierno en funciones ante la psicosis que viene de Europa. De entrada, no se han prohibido manifestaciones propalestinas, pero nada hace pensar que en las próximas horas se sigan las mismas directrices que en países como Alemania o Francia. La tensión es máxima y los gobiernos no se atreven a ser tolerantes con las manifestaciones del mundo musulmán, que tiene todo el derecho del mundo a ejercer su libertad de expresión. Hay miedo en las cancillerías y también está la terrible presión que ejerce la extrema derecha en cada país, que pide mano dura para evitar posibles atentados.
Además, viene a unirse otro grave problema social: el acogimiento de los miles de desplazados de la Franja de Gaza que, tras huir del país por el ultimátum de Netanyahu, piden la condición de asilo político en los países del club comunitario. Y ahí preocupa, y mucho, la posible radicalización de la población musulmana. Francia ha sufrido como nadie el zarpazo terrorista con atentados tan sangrientos como el registrado en la revista Charlie Hebdo, en la sala de fiesta Bataclan o los ataques indiscriminados de Niza. Hechos similares se han producido en grandes ciudades de Alemania, Reino Unido e Italia. También en España, que llevó la peor parte con los atentados del 11M y Barcelona y Cambrils. El proceso de radicalización por razones de identidad y desarraigo, por motivos socioeconómicos, por la búsqueda de una misión o por razones geopolíticas relacionadas con el sufrimiento del pueblo musulmán como el palestino está bien estudiado.
En las próximas semanas asistiremos a un reforzamiento de las medidas de seguridad y a la elevación de los niveles de alerta antiterrorista. Se sabe que en Europa hay células durmientes dispuestas a actuar en cualquier momento. La guerra que Hamás ha comenzado al atacar Israel está lejos, pero puede tener sus réplicas en cualquier ciudad europea. La decisión de la UE de cancelar los fondos de ayuda a la Autoridad Palestina podría incrementar el riesgo de una operación de castigo por parte de grupos radicales yihadistas. Un escenario de desestabilización que conviene a otros actores de la política global como a la Rusia de Putin, que está deseando golpear a las democracias liberales; a Irán, que mantiene un pulso prebélico contra Estados Unidos por el asunto del desarme nuclear; e incluso a China y Corea del Norte, a quienes les interesa un Occidente cada vez más débil.