A veces la política nos da grandes sorpresas no previstas. No se trata de simple casualidad, sino que todo obedece a una estrategia política impecable, como ha ocurrido en las recientes elecciones de Chile. Lo que tenía en la mano derecha, representada por José Antonio Kast, ha pasado en un mes a la izquierda de Gabriel Boric
Se rompieron todas las previsiones. Del 21 noviembre al 25 diciembre los resultados cambiaron profundamente, pasando el actual presidente Boric del 25% de respaldo popular en la primera vuelta al 55% en la segunda. La votación dio la vuelta completa hasta alcanzar la mayoría. Nadie podía esperarlo, porque Kast ganó la primera vuelta con el 27% de votos. La sorpresa dio un cambio de relato.
Boris mudó su vestimenta. Simple anécdota. Habló a sus compatriotas de otra manera. Ahora vestía camisa y chaqueta. Ya no hablaba de compañeros, sino de chilenos y chilenas. Se hizo uno de tantos, moderado y cercano. Las calles respondieron, dotándole de legitimidad y mayoría institucional. Ya podía hacer un proyecto de país, contando siempre con la gente chilena.
Boris dejó de ser el líder revolucionario de la Federación de Estudiantes, el que lideró las movilizaciones de 2011-12 contra el presidente Piñera y se convirtió en el hombre de Estado para cambiar Chile. Para eso había que superar el estallido social de 2019, poniéndose más allá para superarlo.
Incorporó a las filas de su movimiento a una mujer, joven como él, que presidía el Colegio Médico, Izquia Siches, que renunció a su cargo y se dedicó a movilizar a las mujeres. Ambos líderes se enfrentaron al Gobierno de Piñera. Con una hija de meses rechazó la recomendación de hacer política en las redes sociales. Con la niña en brazos recorrió Chile, hablando con la mayor emoción. Mirando la cara de su hija dijo a los compatriotas que sabía lo que tenía que hacer. Trabajó con entereza y dedicación en la pandemia y ahora tenía claro cuál era su deber. Era sincera en sus discursos de gran emotividad. Recorrió el territorio en un autobús con la hija en brazos, proclamando que no podían permitir el triunfo de Kast. La multitud la siguió entusiasmada. Nadie consideró su acción como populismo, porque sacrificó su carrera para salvar a Chile a favor de los niños como su hija. Era sincera.
Los jóvenes estaban muy desanimados y habían dejado de participar, porque consideraban que todo iba a peor, pero los levantó con su entusiasmo. Siches era como ellos, muy joven todavía, pero llevaba consigo una gran esperanza, que triunfaría contra el miedo que metían los dirigentes de la derecha. Los jóvenes no pueden tener miedo, pero sí mucha esperanza en la fuerza de su país para la reconstrucción del futuro, que ellos podrían llevar adelante bajo el liderazgo de Boric. Los jóvenes reaccionaron y, especialmente, las mujeres jóvenes. Y barrieron en masa.
Otro acierto político fue conseguir el apoyo de los ex presidentes Lagos y Bachelet. Con este gesto llamaban a la reconciliación para que todos participaran en la reconstrucción de Chile. Mientras tanto, Kast apelaba al miedo, proclamando la necesidad de orden y seguridad y cometiendo un error garrafal, al visitar los Estados Unidos de infame recuerdo para los chilenos por haber apoyado la caída de Allende e implantar a Pinochet con su brutal dictadura. Si esto era el orden y la seguridad, el mensaje caló profundamente en los chilenos.
La izquierda en Chile incluye mucha diversidad. En ella está el Partido Comunista de Allende, los socialistas y los demócrata-cristianos. Así se mostraba explícitamente en el Frente Amplio de Boric. Con todos ellos tendrá que liderar en el futuro y para ello tiene que presentarse como moderado. El orden económico-social de la dictadura, mirado tan favorablemente por el neoliberalismo de Piñera, del que presumían ante el mundo, tendrá que ser desmantelado sin contemplaciones. ¿Por qué? Por haber producido la mayor desigualdad político-social. Tampoco vale ya el Estado mínimo, que todavía impera en Chile. El Estado tiene que ponerse al frente de la sociedad para acabar progresivamente con el distanciamiento entre ella y la política. De este modo la sociedad confiará en la política, lo que no ocurre ahora.
Para todas estas acciones hace falta un líder, así como para poner en marcha la nueva Constitución, que supera a todas las anteriores, especialmente, la de la dictadura. Se trata de un proyecto de izquierda, que representa al conjunto del país.
Estas últimas elecciones tienen una extraordinaria importancia para Chile. No se trata de unas elecciones más, sino que los resultados afianzan al nuevo líder, proporcionándole un valor institucional para situar a Chile en la buena dirección, reconstruyendo de nuevo la línea democrática, yugulada por el golpe de Estado, cuyo horizonte han mantenido los sucesivos gobiernos en mayor o menor grado.
Chile puede impulsar de nuevo la democracia, tan deteriorada, siendo el horizonte en el que deberá mirar la izquierda hispanoamericana. La esperanza no debe ser solo un ideal, sino que tendrá que realizar los valores constitucionales en la atención a la juventud, la mujer, la igualdad, el acercamiento de las políticas sociales y la realización de los objetivos propuestos en los programas electorales. Hay que retirar sin contemplaciones lo que esté caduco, pero con prudencia y estrategia para no equivocarse, con liderazgo y sensibilidad social en la línea socialista. El proyecto de transformación tiene que contar con la participación de toda la sociedad.