Macron prefiere entregar Francia a los ultras antes que pactar con el Frente Popular

Los últimos sondeos no dan mayoría absoluta a Reagrupamiento Nacional (RN), el partido de Marine Le Pen

04 de Julio de 2024
Actualizado a las 17:51h
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El presidente francés, Emmanuel Macron
El presidente francés, Emmanuel Macron

La extrema derecha francesa amenaza con alcanzar el poder en la segunda vuelta de las elecciones de este fin de semana. Las últimas encuestas arrojan un resultado significativo: Reagrupamiento Nacional (RN), el partido de Marine Le Pen, no alcanza la mayoría absoluta, aunque saca una ventaja importante sobre las demás fuerzas políticas. Se cree que un tercio de los franceses optarán por el partido ultraderechista, que ganará el pulso al Frente Popular, el bloque que aglutina a diferentes partidos de izquierdas y verdes.

En tercer lugar en los sondeos se sitúan los de Macron, pero el presidente francés ya ha aclarado que, aunque haya retirado a algunos de sus candidatos para parar a Le Pen, no está dispuesto a pactar con la Francia Insumisa, es decir, con “la izquierda radical de Melenchon”. Macron todavía no ha caído en la cuenta de la trascendental cita con las urnas de este fin de semana. Francia, y por extensión Europa, se juegan su futuro, y muchos analistas hablan ya del final de la V República, tal como la conocemos, para ser refundada en otra cosa. Habrá un antes y un después tras el 7J. Los ultras lepenistas (muchos de ellos declaradamente simpatizantes del Régimen de Vichy, colaboracionista de la Alemania de Hitler) van a tomar las riendas del país por primera vez después del final de la Segunda Guerra Mundial. Son momentos dramáticos, y Macron debería enfocar la situación de una forma radicalmente distinta a como lo está haciendo. De entrada, debería cumplir la exigencia de aplicar el cordón sanitario a toda esta gente nostálgica de los autoritarismos del siglo XX y ello pasa no solo por no pactar gobiernos de coalición con los ultras (algo que ya ha descartado el presidente francés), sino por aliarse con las fuerzas democráticas, en este caso la izquierda de amplio espectro.

Un demócrata es un demócrata, sea de derechas, liberal o izquierdista. Eso no lo termina de comprender Macron, que con su concepción infantil y naíf de la política (“ni rojos ni azules”) está entregando su país a los posfascistas. El dirigente, que presume de moderado, dice sentir alergia hacia una extrema izquierda que, aunque no le guste en sus postulados económicos, defiende los derechos humanos. En lo social, en el modelo de convivencia, en el respeto a las minorías étnicas, religiosas y sexuales, Macron y Melenchon comparten principios vigentes en Francia desde 1945. La libertad, la igualdad, la fraternidad, la solidaridad, el europeísmo, el respeto al migrante y al homosexual, la laicidad y el republicanismo democrático están en la forma de pensar de ambos dirigentes, también de otros partidos integrados en el Frente Nacional. No debería ser tan difícil que ambos se pusieran de acuerdo en la defensa del Estado de derecho. Por tanto, no es hora de pararse a pensar en si el salario debe subir más o menos, ni en las pensiones, ni siquiera en las prestaciones sociales de las que viven millones de ciudadanos. Hay derechos fundamentales mucho más sensibles que corren serio peligro ahora si Le Pen llega al poder. Entre ellos el respeto al inmigrante, ante quien el ultra Bardella (mano derecha de Le Pen), siente un racismo irreprimible. Antes que la economía está el derecho a la dignidad de las personas, el derecho a una vida digna, a poder pasear por la calle sin que un grupo de nazis le asalten a uno y le amenacen de muerte. Eso ya está pasando en Francia, también en Alemania, otro país que conoció de cerca los horrores del totalitarismo fascista. Esa imagen de unos fachas exigiendo a una candidata ecologista, con extrema violencia verbal (“perra roja socialista”), que retire su propaganda electoral de una valla publicitaria no puede dejarnos insensibles. No puede dejar insensible a Macron, que debe reaccionar situándose al lado de los demócratas, sean de derechas, de izquierda, liberales, ecologistas o mediopensionistas. Cualquier estrategia es mejor que sacar a relucir un sectarismo barato en estos momentos dramáticos. Si perdemos Francia, perdemos Europa.

Un cordón sanitario formado por la izquierda y los macronistas, según el último sondeo, evitaría la mayoría absoluta de RN. Una victoria, la de Le Pen, que anhela Putin. Este miércoles el Ministerio de Exteriores ruso ha publicado un mensaje de apoyo a la líder ultra francesa. París alza la voz contra la extrema derecha. A escasos días de los comicios que decidirán el futuro político del país, los franceses han salido a las calles en una protesta convocada por la izquierda y los sindicatos en la que se llama a los franceses a votar contra los ultras este domingo y a seguir con el “cordón sanitario” que pende de un hilo.

“El pueblo de Francia busca una ruptura con el dictado de Washington y Bruselas”, ha expresado el Gobierno ruso a través de su cuenta de X. Unos lazos que vienen de lejos. Le Pen pidió hace dos años retirar las sanciones contra Rusia. Además, Jordan Bardella, el delfín de Le Pen, ha reconocido que hay “ovejas negras” en las filas del partido. “Cuando hay ovejas negras, no me tiembla la mano, por eso quise retirar la candidatura a personas de las que no tenía conocimiento”, asegura el colíder de RN. Esas ovejas negras a las que se refiere el muchacho ultra no son, ni más ni menos, que los pocos demócratas que pueda haber en su partido. Una purga se vislumbra en el horizonte del submundo posfascista. La derecha clásica, decente y democrática, debería romper con toda esta gente. Pero la historia se repite.

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