En las Américas, la desaparición forzada es una de las violaciones más graves de los derechos humanos, una realidad que ha dejado una cicatriz profunda en innumerables familias y comunidades. Esta práctica, que en algunos países se ha convertido en una forma de represión y control social, coloca a miles de personas en un limbo de incertidumbre y dolor. Frente a esta inhumana realidad, surge un colectivo cuyo coraje y determinación desafían las normas establecidas: las mujeres buscadoras.
La búsqueda de los desaparecidos
Estas mujeres, en su mayoría familiares directas de los desaparecidos, han asumido una responsabilidad que debería recaer en los Estados. Su labor, marcada por la búsqueda incansable de la verdad y la justicia, es un testimonio de amor y resiliencia. Sin embargo, esta búsqueda no solo les exige un sacrificio personal enorme, sino que también las expone a riesgos significativos, desde amenazas y ataques físicos hasta impactos psicológicos y económicos.
A lo largo de la historia reciente de América Latina, las mujeres han jugado un papel crucial en la lucha por los derechos humanos. Ejemplos icónicos como las Abuelas de Plaza de Mayo en Argentina o las mujeres de Calama en Chile, son solo algunos de los tantos colectivos que han hecho frente a la impunidad y el silencio estatal. En la actualidad, esta tradición de lucha continúa en países como México y Colombia, donde las desapariciones forzadas siguen siendo una triste realidad.
México, y el crimen organizado
En México, el contexto de violencia y crimen organizado ha provocado una crisis de desapariciones sin precedentes. Según cifras del Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas, más de 115,000 personas se encuentran desaparecidas en el país. En respuesta, más de 200 colectivos de familiares, liderados mayoritariamente por mujeres, han surgido para buscar a sus seres queridos. Estos grupos, como el colectivo Hasta Encontrarte en Guanajuato, han logrado avances significativos, localizando fosas clandestinas y personas desaparecidas, aunque a un costo personal devastador.
Colombia y la violencia política
El caso de Colombia es igualmente alarmante. La desaparición forzada ha sido una constante en el país, alimentada por décadas de conflicto armado y violencia política. Organizaciones como la Fundación Nydia Érika Bautista han tenido que luchar no solo contra la desaparición de sus seres queridos, sino también contra las amenazas y ataques que enfrentan en su búsqueda. Estas mujeres, forzadas al exilio en su momento, continúan su lucha a pesar del peligro constante.
A pesar de la magnitud de su labor, las mujeres buscadoras son a menudo ignoradas o, peor aún, atacadas por quienes deberían protegerlas. En lugar de recibir apoyo estatal, se enfrentan a una doble victimización: primero, por la desaparición de sus familiares, y segundo, por la falta de acción y protección del Estado frente a las amenazas que reciben por su trabajo. Amnistía Internacional ha documentado numerosas violaciones de derechos humanos contra estas mujeres, incluyendo amenazas de muerte, ataques con armas de fuego y deterioro de su salud física y mental debido al estrés y la presión constante.
Buscar Sin Miedo
En este contexto, la campaña “Buscar Sin Miedo” lanzada por Amnistía Internacional no solo busca visibilizar la valentía de estas mujeres, sino también exigir a los Estados de las Américas que cumplan con su deber de protegerlas. La organización demanda que se reconozca el derecho de las mujeres buscadoras a participar en las búsquedas estatales y a buscar por cuenta propia, sin enfrentar discriminación o violencia. Asimismo, es crucial que los Estados adopten enfoques diferenciados y con perspectiva de género para abordar las violaciones de derechos humanos que estas mujeres enfrentan.
El vacío dejado por la inacción estatal no solo perpetúa la impunidad, sino que también coloca a las mujeres buscadoras en una situación de vulnerabilidad extrema. Es fundamental que los Estados asuman su responsabilidad y garanticen que estas defensoras de derechos humanos puedan continuar su labor sin miedo a represalias. Las mujeres buscadoras, en su lucha por la justicia, han demostrado ser un pilar esencial en la defensa de los derechos humanos en América Latina. No se les debe pedir que lo hagan solas.
El coraje de estas mujeres es un recordatorio poderoso de que, incluso en las circunstancias más oscuras, la humanidad y la solidaridad prevalecen. Sin embargo, no debemos permitir que su valentía sea una excusa para la inacción estatal. Es hora de que los gobiernos asuman su responsabilidad y protejan a quienes, en su lucha por la verdad y la justicia, están dispuestas a arriesgarlo todo. Las mujeres buscadoras no deben buscar sin miedo; deben buscar con el apoyo y la protección que merecen.