Negacionismo electoral: otro síntoma del avance del fascismo

10 de Enero de 2023
Actualizado el 02 de julio de 2024
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Bruno Kaufmann es el coordinador de la sección Democracia directa de SWI y escribe sobre la democracia en el mundo. Desde hace más de treinta años es corresponsal de la radio pública suiza SRF en los países escandinavos. Hace algunas semanas alertaba de un peligro para la democracia contemporánea que ya está causando estragos en los sistemas políticos de países como Estados Unidos y Brasil. “Nos encontramos con un joven fenómeno: el negacionismo electoral.Esto significa impugnar, por adelantado, el resultado de un proceso de decisión en las urnas e inundar a las autoridades electorales pertinentes con quejas y acusaciones infundadas”. Y es cierto, el expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, pasará a la historia, entre otras cosas, como el mayor negador de votos. Comenzó con su elección en 2016, cuando buscó específicamente anular los 2.865.075 votos adicionales emitidos para su oponente, Hillary Clinton. “Cuatro años más tarde, cuando le faltaban más de siete millones de papeletas para obtener la mayoría, Trump trató de encontrar los votos necesarios para un vuelco llamando por teléfono a los funcionarios de las mesas electorales. Cuando no tuvo éxito en su empresa, acabó calificando las elecciones de robadas. Todavía hoy lo hace”, recuerda Kaufmann.

Tras el negacionismo científico e histórico (que consiste en revisar la historia para adaptarla a los intereses políticos del momento), llega el negacionismo electoral de la mano de la nueva extrema derecha yanqui, que ha recalado también en otro gran país americano: Brasil. El derrotado expresidente carioca, Jair Bolsonaro, ha cuestionado desde el principio los resultados de las recientes elecciones ganadas por su oponente progresista, Lula Da Silva. A fecha de hoy no ha reconocido la legitimidad del proceso democrático. Tampoco asistió a la toma de posesión de su rival. Durante semanas ha estado alentando un conspiracionismo que ha ido calando en amplios sectores bolsonaristas de la población (más de sesenta millones de personas votaron por él). El resultado de propagar un inmenso bulo como es que los comicios fueron manipulados (no hay ni una sola prueba de que eso fuese así) ha sido el asalto a las sedes de los tres poderes del Estado: al Congreso Nacional, al Palacio de Planalto y a la Corte Suprema de Brasilia. Las ideologías tóxicas no caen en saco roto. Corren como la pólvora en las redes sociales. Se amplifican exponencialmente, se multiplican, mutan. Hasta que finalmente estallan en forma de rebeliones o insurrecciones populares. Las masas engañadas y debidamente manipuladas por los vendedores de crecepelos a través de las nuevas tecnologías (El Gran Hermano posmoderno) terminan revolviéndose contra la propia democracia y abrazando ideas políticas del pasado que, como el fascismo, parecían superadas y enterradas para siempre.

Rick Hasen, profesor de Derecho de la Universidad de Los Ángeles, asegura que este fenómeno, no obstante, comienza a menguar en EE.UU: “La mayoría de los negacionistas de las elecciones no consiguieron llegar al cargo, y el número de denuncias contra los resultados ha disminuido considerablemente en comparación con 2020. Eso es algo bueno, incluso si el mayor defensor de la gran mentira busca de nuevo ocupar la presidencia de los Estados Unidos en 2024”. Puede que sea así. Pero los poderes democráticos deben estar muy atentos y en alerta permanente ante estas nuevas formas de propaganda goebbelsiana que pueden terminar corroyendo el Estado de derecho.

Golpe en Brasil

El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, se ha rodeado este lunes de los 27 gobernadores del país para cerrar heridas tras el intento de golpe de Estado del pasado domingo, en el que miles de seguidores del ultraderechista Jair Bolsonaro asaltaron las sedes de los principales poderes, unos “golpistas”, ha dicho el mandatario, que carecían de agenda negociadora o reivindicaciones.

“Lo que pasó estaba previsto. Las personas en las calles y frente a los cuarteles no tenían agenda ni reivindicaciones”, ha dicho Lula durante la reunión de emergencia con los gobernadores y los presidentes de los poderes Legislativo y Judicial.

Para Lula, los miles de simpatizantes del expresidente Jair Bolsonaro que destruyeron las sedes del Congreso, la Presidencia y la Corte Suprema solo querían “negar el resultado del proceso electoral, intentando demostrar que hay fallos, inexistentes, en las urnas”.

“El resultado electoral fue respetado por una buena parte de la sociedad. Las veces que perdí (en elecciones) volvía para casa a prepararme ya para el próximo pleito electoral”, insistió.

Los bolsonaristas radicales estaban acampados desde hace dos meses frente a los cuarteles de varias ciudades pidiendo una intervención militar con un golpe de Estado contra Lula, quien el 30 de octubre venció a Bolsonaro en la segunda vuelta electoral.

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