El león es un depredador y utiliza como técnica de caza su propio rugido para atraer a sus presas hacia él. Una vez que la presa se acerca, el león ataca. Todo ello, además, junto con estrategias de ocultamiento y sofisma.
Leonel Fernández ha sacado un nuevo espacio en el que, sin ningún tipo de posibilidad de réplica, se le hacen entrevistas con preguntas sencillas en las que el candidato presidencial pretende presentar al pueblo dominicano su particular visión y una realidad paralela a lo que en verdad está sucediendo en el país.
Todos los políticos populistas que están aflorando como setas en todas las democracias del mundo tienden a lo estrafalario. Javier Milei, por ejemplo, sacó su motosierra. En República Dominicana, Leonel, haciendo un alarde de falta de originalidad, ha sacado «El Rugido del León».
En el teatro español del Siglo de Oro, sus principales referentes (Lope de Vega, Calderón de la Barca o Tirso de Molina) introducían al personaje del gracioso, que no era más que el desdoblamiento del protagonista de la obra, un contraste y, sobre todo, un contrapeso de lo real. Lo mismo sucedía en las obras de William Shakespeare, donde se creaba una ilusión y, a través del diálogo, se travestía la realidad a un puro retruécano.
Cada vez que Leonel Fernández habla, más se va pareciendo a ese perfil de los personajes de la época dorada del teatro.
Uno de los puntos más sorprendentes de la intervención de Leonel en un espacio diseñado como plataforma electoral fue cuando afirmó que «tenemos que construir un futuro que realmente transforme radicalmente a la República Dominicana convirtiéndonos definitivamente en una república moderna, con una democracia consolidada, con instituciones que garanticen la transparencia, la rendición de cuentas y que nos haga un país respetable, honorable, en la comunidad».
Leonel Fernández, antes de hablar de rendición de cuentas, tiene que aplicarse el cuento a él mismo. Aún no ha dado explicaciones al pueblo dominicano sobre el régimen basado en la corrupción que creó durante los 12 años que estuvo en el poder. Es Leonel quien no ha rendido cuentas, ni ante el pueblo ni ante una justicia que tenía controlada, sobre Odebrecht, sobre la financiación de su fundación Funglode, sobre los fondos para la reconstrucción de Haití que tanto beneficiaron a su compadre Félix Bautista, etc. Lo mismo se podría decir de la gestión de su sucesor, Danilo Medina. Nadie ha rendido cuentas al pueblo dominicano, así que sus hechos desactivan la verborrea demagógica y populista de Leonel, ¿León?
Por otro lado, tampoco ha rendido cuentas ni ha explicado las razones que le llevaron para ejecutar operaciones de espionaje a rivales políticos, como sucedió con Guillermo Moreno.
Otro elemento que muestra cómo el líder opositor vive en una realidad paralela es la referencia que hace a su modelo económico. Leonel plantea un modelo absolutamente proteccionista, mirando hacia adentro cuando, en el mundo actual, que está totalmente globalizado e interconectado, el bienestar de los pueblos deriva, precisamente del quid pro quo que se genera del intercambio de recursos. Hablar de incrementar la productividad interna, precisa de una inversión que sólo se puede alcanzar con la entrada en los mercados globales.
Además, fundamenta su argumentación en perogrulladas como que si se aumenta la producción interna, aumentarán los productos y se reducirán los precios. Eso es populismo. La inflación actual no es una cuestión de República Dominicana, sino que está afectando a todos los países del mundo.
Las cifras de los organismos internacionales demuestran que la gestión de Luis Abinader está gestionando de manera eficaz la subida de los precios. Según los datos publicados por Eurostat, la Reserva Federal de los Estados Unidos, el Banco Central de la República Dominicana y del gobierno canadiense, el incremento del precio de los alimentos muestra cómo Abinader ha conseguido para su pueblo frenar la subida que se está dando en todo el mundo. Sin embargo, Leonel lleva lo que es una crisis mundial a un asunto nacional.
Las palabras del líder de Fuerza del Pueblo recuerdan tanto a las promesas que hizo Donald Trump en 2016 que la ciudadanía dominicana debería estar temblando. El expresidente norteamericano dijo que iba a crear empleo eliminando la deslocalización de empresas o que los trabajadores iban a tener más ingresos. Sin embargo, sus leyes tuvieron el efecto contrario y sólo se benefició de ellas una minoría muy seleccionada.
Leonel también incide en el tema de la pobreza y que sus supuestas soluciones acabarán con ella. Los datos demuestran lo contrario, dado que los índices de pobreza se han reducido un 74% respecto a los años en los que gobernó el «hombre que ruge».
Fondo Monetario Internacional o Banco Mundial refrendan con sus análisis y cifras que esto es así. Según el Banco Mundial, el Índice Gini, es decir, el medidor universal de la desigualdad, es un 26% inferior a la del año 2004 y un 17% menos que en 2012. En el gap de ingresos de 3,65 dólares diarios, en 2004 República Dominicana estaba situada en una ratio del 10% de la población. Abinader lo ha logrado rebajar a 1%. Lo mismo sucede, según el Banco Mundial, con el umbral de pobreza extrema, es decir, ingresos inferiores a 1,90 dólares diarios. En 2004 estaba situado en un 11,6, mientras que el presidente Abinader lo ha dejado en un 0,9%.
Leonel habla por hablar y su «rugido» es, más bien, un «rugidito», como en la escena del cementerio de elefantes de El Rey León. La realidad es que no hay peor ceguera que la del que no quiere ver, o la del que ve lo que no existe porque, al final, la demagogia y el populismo llevan a crear gigantes donde sólo hay molinos y a intentar convencer a la gente de que es así, por más que la realidad sea el mejor antídoto contra la patraña.