La comunidad internacional pretendió una vez más hacer a República Dominicana responsable de la solución para los problemas de Haití. Como bien ha dicho en innumerables ocasiones el presidente Abinader, el conflicto y la situación haitiana no es responsabilidad de la República Dominicana, sino que es un asunto que compete a la comunidad internacional.
Por esta razón, cuando se dejó caer la propuesta de que se montaran campos de refugiados en territorio dominicano, el gobierno de Luis Abinader negó esta posibilidad. No se trata de una cuestión de inhumanidad, sino que hay otros países mejor preparados y con más recursos para asumir esta responsabilidad. Además, de haber accedido Abinader a esto, se habría encontrado con la oposición total de su pueblo, ciudadanía que es la absoluta primera prioridad para el presidente, tal y como ha venido demostrando durante toda su gestión.
Esa negativa a los campos de refugiados no implica automáticamente que República Dominicana se desentienda de lo que sucede en Haití, ni que deje en situación crítica a los hombres, mujeres, niños y niñas que se han visto obligados a huir por culpa de la violencia de las bandas criminales que controlan el país.
Por esa razón, el puente aéreo para llevar ayuda humanitaria a Haití y el corredor para que el personal de la ONU pueda trabajar para distribuir esos productos de primera necesidad se hará desde República Dominicana.
Eso sí, la ONU no puede utilizar las medidas de protección y seguridad para atacar al gobierno dominicano. Las declaraciones de Stéphane Dujarric exigiendo a República Dominicana el respeto de los derechos humanos de los haitianos son absolutamente irresponsables, sobre todo cuando desde hace años el país caribeño se ha caracterizado por ofrecer a los ciudadanos de Haití servicios de los que no disponen en su país.
República Dominicana está defendiendo su soberanía y a su pueblo. Esto es legítimo y está incluido dentro de los parámetros del derecho internacional. El gobierno de Luis Abinader sería un irresponsable si permite que, en el flujo de personas que huyen de la violencia, se infiltran miembros de las bandas que pueden provocar problemas de seguridad en territorio dominicano.
En otro orden, Dujarric reclamó que «no creo que sea justo poner el futuro de Haití solo en los hombros de Kenia, hay una responsabilidad a nivel internacional; necesitamos que llegue más dinero para el Fondo Fiduciario».
No obstante, el dinero prometido por el secretario de Estado de los Estados Unidos, Anthony Blinken, cantidad que ya se acerca a los 300 millones de dólares, está en manos de la decisión que tome un grupo de legisladores del Partido Republicano, lo cual pone en peligro que ese dinero sea autorizado por el Congreso estadounidense.
Los republicanos, sobre todo desde que Donald Trump asumió el liderazgo del partido en 2015, son absolutamente contrarios a cualquier tipo de ayuda internacional porque ellos están focalizados en la propaganda del «Make America Great Again» (MAGA). Por esa razón, están focalizando su discurso en poner sobre Haití las consecuencias de las luchas políticas entre la Casa Blanca y los republicanos. Algo que es terrible desde un punto de vista humano.
«Dada la larga historia de participación de Estados Unidos en Haití con pocos resultados exitosos, la administración le debe al Congreso muchos más detalles de manera más oportuna antes de obtener más fondos», afirmaron los republicanos.
Haití es uno de los puntos prioritarios de la agenda de la comunidad internacional y la intervención debe ser inmediata, pero sólo podrán aplicarse soluciones por parte de quienes disponen de los recursos necesarios para garantizar, por un lado, el fin de la dictadura de las bandas criminales y, en segundo término, garantizar una transición sin más injerencia que el mantenimiento de la paz.
Esta insolidaridad de Trump y su Partido Republicano es, quizá, lo que Leonel Fernández esté esperando para romper su silencio sobre la actual crisis de Haití. El líder de la oposición dominicana lleva callado demasiado tiempo, a pesar de su tendencia habitual a la verborrea, lo que demuestra su incapacidad para gestionar crisis globales.
El aferramiento de Leonel a los escenarios manejados por Trump y la asimilación de su estrategia política se demuestra, una vez más, como el ejemplo más evidente de que entre su lista de intereses no se encuentran los del pueblo dominicano, por más que él pretenda hacer creer que así es.
El movimiento se demuestra andando y Leonel no ha dado su apoyo siquiera a que no se instalen campos de refugiados en territorio dominicano cuando esa responsabilidad debería recaer en otros, por más que esos populistas de corte trumpista utilicen el sufrimiento y la necesidad como arma electoral.