Los venezolanos, acostumbrados a golpes, asonadas y levantamientos militares, rápidamente supimos que el intento de golpe militar de Leopoldo López y Juan Guaidó el 30 de Abril era una bufonada sostenida por los fakenews de la toma de la base aérea de La Carlota y del levantamiento del mayor general Ornella. La única incógnita de ese día fue disparada por la participación pública en la asonada de Edgard Zambrano, vicepresidente de la Asamblea Nacional y calculador dirigente, cuya postura socialdemócrata lo ha llevado a confrontar a la derecha de Voluntad Popular que protagonizaba la acción: ¿qué hacía el dirigente en plena autopista con un puñado de efectivos militares y bajo el protagonismo de quienes lo han acusado de entreguista y traidor? Un paso como ese no lo da un actor de sus características si no tiene información certera de la participación de altos mandos militares que puedan romper la cadena de mando y cambiar de gobierno. Disuelto el golpe y detenido Zambrano se viene evidenciando que lo que parecía un evento ridículo por la mezcla de grandilocuencia y enorme debilidad práctica, demarcaba grietas internas al gobierno que de cuartearse más pueden terminar abriendo un abismo. Aunque haya podido derrotar muy fácilmente el golpe, el 30-A generó un estado general de sospecha a lo interno del Gobierno, quien ahora comprende que tiene al enemigo dentro de su trinchera, donde hace semanas se sentía muy seguro. La participación en el hecho del director de la policía política (Sebin por sus siglas) general Manuel Cristopher Figueredo da cuenta no solo del nivel de filtración interna al gobierno, del cual aún no se conoce a ciencia cierta su impacto, sino también del manejo y conocimiento que de él poseen las fuerzas contrarias, especialmente las que se fraguan desde el Gobierno norteamericano. Elliott Abrams, representante de asuntos sobre Venezuela, mencionó a tres generales del entorno de Maduro de estar supuestamente involucrados en los hechos y quienes habían “apagado el teléfono” el día del evento, incluido el ministro de defensa y el jefe de la casa militar. Además del presidente del Tribunal Supremo de Justicia. A los pocos días, el general Figueredo apareció desde Estados Unidos declarando contra Maduro. El Gobierno del norte eliminó las sanciones que pendían sobre él desde el departamento del tesoro. Esta postura va en consonancia con la promesa de “amnistía” sobre los militares que se rebelen contra Maduro, promesa que ha sido incumplida con otros militares desertores como Alejandro Andrade y Hugo Carvajal y es un cambio importante de la política para promover nuevos levantamientos oficiales. El 16 de mayo ocurrió un nuevo hecho que involucra a la policía política. Se trata de la fuga que hiciera desde su casa el comisario Ivan Simonovis, sentenciado a 30 años de prisión por el golpe de Estado de 2002 y quien apareció a los días en Alemania. Resulta obvio que contó con ayuda de actores oficiales para lograr su objetivo, a menos que su liberación haya sido producto de una negociación en torno a los encuentros que han tenido las partes con el gobierno de Noruega buscando una salida pacífica. El gobierno no ha declarado nada al respecto, pero en las filas chavistas produjo inquietud ante un evidente descontrol sobre una policía que ha sido siempre protagonista en las luchas conspirativas.
Destituciones policiales
El único destituido no ha sido el director de la policía política. A pocos días del golpe la Policía Nacional Bolivariana y el FAES (Fuerzas Armadas Especiales), también sufrieron la destitución de sus respectivos directores. Estos cambios han estado impregnados por un discurso hacia la lealtad que da cuenta que no es terminantemente sólida la situación interna del gobierno en esas policías. Al menos se evidencian dudas. Y si el tema policial no es tan importante como el militar dice mucho de lo que pasa en las fuerzas que sostienen a Maduro, en el grado de infiltración interna y en el trabajo focalizado que ha hecho la inteligencia norteamericana. Ante el descontrol de la economía y la preponderancia de las redes sociales sobre la información oficial el único pilar que sostiene al gobierno es el aparato de control del Gobierno, sus fuerzas represivas y las instituciones basadas en mantener el monopolio legítimo de la fuerza. Si este aparato se filtra, divide o fragmenta, el Gobierno de Maduro no podría mantenerse o se podría disparar una guerra civil. Con el golpe, y la preponderancia del escenario militar, Maduro puede estar perdiendo el poder que le quedaba para producir efecto de gobernanza. La apuesta por el ámbito militar de la oposición conduce a que los actores militares acrecienten su capacidad de imponer decisiones a lo interno de un chavismo que cada vez está más atrincherado, militarizado y radicalizado. Las decisiones de persecución contra la oposición generan más atención en la población que las decisiones de Maduro sobre el área económica. El sector militar tiene poder para llevar a cabo decisiones en el mantenimiento del orden público, mientras que los actores políticos tienen menos capacidad de maniobra ante el desastre económico y tienen que ocuparse en una agenda basada en la cohesión militar, como la Marcha de la Lealtad que se produjo el 21 de mayo con los componentes militares, mientras que la agenda social y económica no produce expectativas. La fortaleza del gobierno se sostiene sobre la debilidad del contrincante interno y la defensa ante el poderoso enemigo externo. Pero ya no sobre su capacidad de crear gobernabilidad.
Situación en la oposición
La Asamblea Nacional, controlada por la oposición, prácticamente ha desaparecido después del golpe. Su vicepresidente, Zambrano, ha sido encarcelado y muchos de sus diputados están escondidos, se han asilado o se fueron secretamente del país. Todos acusados por su pública participación en la asonada militar. Esto debilita la fachada política de la oposición y especialmente a los sectores que tenían esperanza en el diálogo y la salida institucional. Por el contrario, favorece los argumentos de Voluntad Popular, el partido radical de derecha que considera “ingenua” cualquier salida que no sea por la fuerza, aunque sus maniobras también se encuentran menguadas pues sus líderes, Guaidó y Leopoldo López, están cada vez más débiles y comienzan a sufrir un descrédito en sus propias filas que desde enero atendieron a la expectativa de una salida rápida, vía decreto, como un escenario “inevitable” en brevísimo tiempo. Con ambos bandos aporreados después del 30 de abril y 4 meses de enfrentamiento agónico, se abre la oportunidad del diálogo, esta vez con Noruega como mediador. Estados Unidos pierde preponderancia en la política internacional sobre Venezuela. Trump parece preferir otras disputas como la de Irán y China. Mientras la Comunidad Europea y países que han apostado por mediar entre las partes como Uruguay y México ganan protagonismo. No es la primera vez que el Gobierno parece golpeado. El chavismo es un movimiento que sabe recuperarse y voltear los escenarios; está acostumbrado a purgarse. Así que, entre dos gladiadores débiles, Maduro es quien tiene mayores probabilidades de recuperarse. El diálogo le puede permitir tomar un nuevo aire y por eso le interesa. No obstante, queda abierta la pregunta sobre el interés real de negociar de unos actores gubernamentales que durante los primeros meses del año han aguantado un vendaval furiosamente impulsado por la potencia más poderosa del mundo, sabiendo sortear los peores cuestionamientos. El presidente Maduro y sus seguidores han sido desconocidos por poderosos países, algunos de los cuales los han amenazado con invadirle, matarle, meterte preso y perseguir a tus familias, les han acusado de narcotraficantes y aun así han soportado la presiones. Por ello, las elecciones hoy parecen extemporáneas, no porque Venezuela no las necesite, sino porque el Gobierno no tiene nada que ganar con ellas. Pero como vimos, ambas fuerzas están agotadas, y especialmente el país está exhausto. Los próximos días veremos cual escenario se impone.