Donald Trump ha tenido que dar marcha atrás. Su propuesta de cancelar la estación espacial Gateway —clave para el regreso humano a la Luna— se ha estrellado contra la realidad política y económica del Congreso estadounidense. La llamada "One Big, Beautiful Bill", una gigantesca ley presupuestaria impulsada por su propio partido, ha forzado al presidente a financiar proyectos espaciales que él mismo había querido enterrar.
Gracias a una enmienda presentada por el senador republicano Ted Cruz, se invertirán 2.600 millones de dólares en la estación lunar Gateway entre 2026 y 2028, además de ampliar la vida del programa Artemis y la Estación Espacial Internacional (ISS). Esta decisión supone un golpe para Elon Musk y su empresa SpaceX, que se perfilaban como sustitutos baratos y rápidos de los programas oficiales de la NASA. Pero el Congreso no ha querido correr riesgos: la nueva carrera espacial con China se libra con presupuestos, no con tuits.
Europa respira, Musk pierde contratos
La Agencia Espacial Europea (ESA), junto con Canadá, Japón y Emiratos Árabes, ha recibido con alivio esta decisión. Gateway no es una estación cualquiera: es la futura base orbital que girará alrededor de la Luna, pensada para preparar misiones humanas a Marte y otros destinos del sistema solar. La ESA construye dos módulos esenciales: uno para que los astronautas vivan y otro para almacenar suministros, combustible y observación exterior.
Trump había propuesto eliminar el proyecto de forma radical. Pero los recortes suponían despidos masivos en centros de la NASA situados en estados gobernados por republicanos como Texas, Alabama o Florida. El Congreso se ha rebelado, protegiendo el empleo local y asegurando la continuidad de los proyectos espaciales, clave también para mantener la supremacía de Occidente frente a China.
El magnate Elon Musk, cuya empresa esperaba asumir parte de las funciones de Gateway con su cohete Starship, ve ahora cómo sus planes se tambalean. Starship aún no está listo, acumula fallos y explosiones, y ahora el gobierno reduce su dependencia de las soluciones privadas que Musk ofrecía. A esto se suma la guerra personal entre Trump y Musk, agravada por el anuncio del empresario de crear su propio partido político.
La estación Gateway: ¿para qué sirve?
La estación Gateway es una pieza fundamental del programa Artemis, que busca establecer una presencia humana sostenida en la Luna antes de dar el salto a Marte. A diferencia de la Estación Espacial Internacional, Gateway estará expuesta a condiciones mucho más duras: radiación cósmica, temperaturas extremas y comunicación limitada con la Tierra. Para ello, se están desarrollando nuevos sistemas de protección, como el detector IDA, una tecnología europea que mide en tiempo real las dosis de radiación que recibirán los astronautas.
“Si Estados Unidos se salía de la Gateway, el proyecto moría”, confiesa un alto cargo de una empresa aeroespacial europea. La ESA no dispone de lanzadores propios para enviar astronautas a la Luna, y depende de Estados Unidos o Rusia. Por eso, sin el compromiso norteamericano, Gateway corría el riesgo de ser una estación deshabitada.
El dinero decide: Trump firma bajo presión
La ley que ha obligado a Trump a recular no es una cualquiera. Con 870 páginas y un nombre irónicamente bombástico, “One Big, Beautiful Bill”, el texto fue aprobado por estrecho margen tanto en el Senado como en la Cámara de Representantes. Incluye 10.000 millones de dólares para la NASA, de los cuales 4.100 millones irán a nuevos lanzamientos del cohete SLS (Space Launch System), 20 millones para una cuarta cápsula Orion y 1.250 millones para mantener la ISS hasta su retiro en 2030.
Además, 700 millones financiarán una nave de comunicaciones con Marte, pensada para recuperar muestras del planeta rojo, y otros 325 millones se destinarán a diseñar el vehículo que hará caer la ISS al océano cuando finalice su vida útil.
Todo esto contradice frontalmente el presupuesto original de Trump para 2026, que apostaba por cancelar Gateway, finalizar el programa Artemis tras sus dos próximas misiones, y recortar la presencia de Estados Unidos en la ISS. Pero el Congreso —incluso con mayoría republicana— ha rechazado ese enfoque.
Luz verde para astronautas europeos
Para Europa, la nueva ley no solo salva Gateway. También garantiza que la Estación Espacial Internacional siga operativa hasta 2029, lo que aumenta las posibilidades de que astronautas como el español Pablo Álvarez puedan volar al espacio antes de que finalice la década. La ESA es uno de los socios clave de la ISS, y su acceso a experimentos, lanzamientos y misiones depende de la colaboración continua con NASA.
La inyección de fondos también asegura que se sigan utilizando las cápsulas Orion, fabricadas en parte en Europa, y que se construyan nuevas infraestructuras en centros de la NASA en Texas, Florida, Alabama, Misisipi y Luisiana. Son, casualmente, todos estados republicanos.
No todo son buenas noticias. Aunque se salvan los programas de exploración tripulada, el presupuesto de la NASA para ciencia, robótica y educación sufrirá recortes drásticos. Más de 40 misiones científicas corren riesgo de cancelación, incluyendo 19 que están actualmente en activo. Se trata de un sacrificio deliberado: el partido republicano priorizó los proyectos que crean más empleo y votos en sus distritos, dejando de lado la investigación científica y tecnológica.
“La ley es decepcionante en ese aspecto”, admite Casey Dreier, portavoz de la Sociedad Planetaria. “No hay ni una sola medida que compense los recortes en ciencia, educación o innovación. Solo se han salvado los programas prioritarios del partido en el poder”.
Un futuro incierto para la NASA
El caos en la cúpula de la agencia espacial no ayuda. Jared Isaacman, multimillonario amigo de Musk y hasta hace poco designado por Trump para dirigir la NASA, fue destituido sin preaviso. Trump ahora asegura que fue un error confiar en alguien tan vinculado a Elon Musk y aún no ha nombrado a su reemplazo.
La agencia, mientras tanto, sigue con su calendario: prepara la próxima misión a la ISS y avanza en las pruebas del nuevo lanzador ML-2 para el SLS. También continúan los ensayos de las enormes placas solares que darán energía a Gateway.
Pero la tensión política, la batalla con Musk y la falta de liderazgo dejan en el aire el rumbo de la agencia espacial más influyente del mundo. Por ahora, el Congreso ha impuesto su voluntad y ha dado una segunda vida a los sueños lunares de la humanidad.
¿Quién ganará esta carrera espacial? El futuro dirá si fue una batalla de egos... o de planetas.