Juani Bermejo-Vega: “En la investigación científica no es sencillo experimentar con tu identidad de género”

08 de Abril de 2020
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Juani

El confinamiento y los kilómetros de distancia -ella en Granada yyo en Madrid- nos obligan a tener esta entrevista vía Skype. La imagen de Juanise ve pixelada pero, de igual forma, se advierte una mujer con estéticarompedora, gafas de vista setenteras, media cabeza rapada y media melenasuelta. Si tenemos en cuenta que Juani Bermejo-Vega es la mujer científicatrans postdoc con mayor rango en la computación cuántica de toda Europa, lanormatividad ligada a la ciencia pierde relevancia y comprendemos ipso factoque divulgación, diversidad y activismo no están reñidas entre sí.

Juani Bermejo-Vega (@QueenOfQuanta) se presenta como “La Juani de Cáceres”, es mujer, es trans, es queer y es informática cuántica. Estudió el doble grado de Física e Informática en la Universidad de Salamanca y tras un año de Erasmus en Vancouver (Canadá), se trasladó a Alemania para hacer su tesis doctoral durante cinco años en Múnich. Seguidamente, realizó su posdoctorado en Berlín, donde estuvo hasta 2019. Ese mismo año le concedieron la prestigiosa beca de investigación Marie Curie- Athenea3i, por la que pudo volver a España gracias a un convenio con la Universidad de Granada, ciudad en la actualmente vive junto a su pareja.

Recostada en el sillón de su salón nos confiesa que ser mujertrans en el ámbito de la investigación científica “es muy duro”. Aunque no seaalgo exclusivo de la Física o de la Ciencia, “si eres chica, persona queer otrans, resulta más difícil ascender en cualquier campo”, advierte. Juani aclaraque “en ciencia existen estructuras muy jerárquicas, la academia es básicamenteuna jerarquía y esas jerarquías, a su vez, tienen estructuras de poder”. Eneste sentido sostiene que la investigación y la Universidad son mundos “muyseñoros, pues la mayoría de profesores y catedráticos son hombres blancos cisheterosexuales”, por lo que subir o acceder a círculos de poder se presenta máscomplicado aún si estás fuera de esa norma.

El claroscuro de unatransición

Su proceso de transición comenzó en 2018 y no fue nada fácil. “Elmundo de la investigación no solo es muy homogéneo, sino también elitista ycompetitivo. Ser científica puntera es como ser deportista de élite y esogenera mucho estrés”, reconoce Juani. Le pregunto si se ha visto condicionadade alguna forma por el sector en el que desarrolla su carrera profesional, yrápidamente responde que “la investigación científica no es el ámbito másidóneo para experimentar con tu yo interno o tu género”. Transicionar en sutrabajo le costó bastante tiempo y fue un proceso “por fascículos”. Me cuentaque salió del armario como “persona no binaria en 2017 con algunas personas deltrabajo, pero en círculos de mucha confianza”. No obstante, aunque en 2018 yacomenzó a contárselo a más personas, recuerda que el 8M de 2019 lo vivióencerrada en el armario para que no se enteraran en su trabajo.

 “La ciencia la hacenpersonas, no son lugares es una gente, la ciencia muestra los estigmas de laspersonas que la hacen y si la sociedad es sexista, machista, tránsfoba yracista, la ciencia también lo será”, sentencia cuando le interpelo por laopresión existente a la hora de mostrar su verdadera identidad. Sin embargo,“ahora soy más feliz y disfruto más de lo que hago”, puntualiza orgullosa, “escierto que ahora me junto más con chicas, de hecho, siempre quise trabajar máscon chicas, pero en mi entorno de investigación hasta hace poco no había muchas”.A pesar de su mejora a nivel personal, Juani cuenta que desde que transicionó“me hacen menos caso, sufro mansplaining,siento que no me escuchan y he perdido algunos amigos dentro de lainvestigación”. Fue a raíz del activismo cuando empezó a descubrir casos deacoso, maltrato y encubrimiento de abusos por parte de investigadores yprofesores, esta es una de las razones por las que ciertamente Juani ha perdidotambién algunos contactos.

Confiesa que tiene “muchas dificultades” para relacionarse con losque ella llama “profesoros” y que ha perdido autoridad entre sus círculos. “Mecuesta un pelín más hablar con ellos” - pone un ejemplo- “estás en un congresoy tienes que llevarte un día entero con señores con los que únicamente tienesen común la investigación, es inevitable que la relación personal con ellos sehaga dura”. Sus comienzos en el activismo se remontan al año 2014 -antes detransicionar- cuando fue representante de los estudiantes de la Max PlankSociety, una de las redes de investigación más grandes del mundo. A partir deese momento se interesó por los temas de igualdad, diversidad e inclusión,aunque por aquel entonces, no había salido del armario, solo estaba explorandosu identidad de género. Ese mismo año, creó junto a otras compañeras el grupode igualdad de oportunidades y tres años después, en 2017,  fundó junto a Yelena Guryanova y Belén Sáinz,Q-Turn“un congreso de investigación donde intentamos que se desarrolleen un espacio agradable, seguro, con código de conducta, política anti acoso, ycon más mujeres, personas queer, racializadas y no normativas entre susparticipantes”. El segundo Q-Turn estaba previsto para este año, pero debido lapandemia del COVID-19, es posible que sea aplazada o realizada vía telemática.

Los dolores de laciencia

La ciencia hecha por personas también guarda sus dolores. Juaniafirma que “en ciencia sufre mucha gente”, presentándolo de nuevo como unentorno “jerárquico y capitalista”. La pobreza disfrazada de precariedad yexplotación -como en tantos sectores- resulta muy común. “Son muchas laspersonas currando gratis o haciendo horas extras gratis en la investigación o,en su defecto, con contratoides de poca duración a pesar de realizar trabajospunteros y beneficiosos para la sociedad”, lamenta la investigadora. Segúncuenta Juani, “cada vez se crean más puestos de trabajo peor pagados y enpeores condiciones, es muy difícil estabilizarte en este ambiente tan precarioy competitivo”. Existen dos grandes víctimas en esta historia: el obrero y laciencia. Como explica la investigadora, “si la ciencia se hiciese en un campodonde la gente tuviese buenos contratos y estuviera feliz, habría mucha mejorciencia”. Sin embargo, la realidad es otra. “Existe mucha soledad, malasupervisión y un alto nivel de exigencia -lo compara como una batalla- es untrabajo de supervivencia donde tres triunfan y 100 se desechan”.

Juani relaciona la deshumanización de la ciencia con ladeshumanización del trabajo, condicionada en gran parte por la educacióncompetitiva y alejada de la empatía de muchas de las personas que hoydesempeñan altos cargos en la ciencia, en su mayoría hombres blancos cisheteros. “Otros trabajos como la hostelería o los trabajos del hogar tambiénestán muy deshumanizados, sin embargo, la ciencia está muy bien financiada y elproblema reside en el reparto desigual de esas partidas”, reconoce lainvestigadora. En la cultura del “publica o muere”, Juani denuncia que “seexplota a mucha gente para luego desecharla, o mantenerla condicionada a realizarpublicaciones de baja calidad en cortos plazos de tiempo, bajo un sistemaineficiente y deshumanizante”.

Una rara avis cada vezmás común

A pesar de todo, Juani se siente afortunada y agradecida por cómo le ha venido la vida y el apoyo que tiene a su alrededor: “Soy de clase media, he recibido una buena educación, no he estado nunca en paro y tengo un currículo casi perfecto -hace un inciso para bromear al respecto-  vaya, que en la reunión de madres nadie se va a meter conmigo”. Sin embargo, es consciente de que debe tener cuidado por ser mujer trans, y que haber salido públicamente del armario le ha hecho perder “alguna oportunidad laboral para siempre”.

En los últimos años reconoce que la cosa ha ido cambiando. Segúncomenta, “hasta hace poco los hombres gays blancos no hablaban mucho de susrelaciones personales, y por razones de estigma, las personas queer hablanmenos de su sexualidad o de su pareja, que las cis heteros en el campo de laciencia”. Las profesoras o profesores trans en el campo de la computacióncuántica en el mundo se pueden contar con los dedos de una mano. “El profesortrans mayor apenas llegará a los 40, luego estoy yo y una profesora residenteen los Estados Unidos, y catedráticas trans en computación cuánticadefinitivamente no hay”, revela la extremeña. Asimismo, Juani era hasta hacepoco la única mujer trans en su campo, pero advierte que cada vez son más laspersonas trans que están entregando sus tesis doctorales.

¿Llegarán antes losordenadores cuánticos o la igualdad real?

“Es difícil predecir el futuro”, asegura Juani, “nadie sabe lo queva a pasar de aquí a 50 años, aunque en tecnología solemos hacer prediccionesde aquí a 10 años con relativa confianza”. La científica vaticina queprobablemente en 20 años se pueda conseguir un ordenador cuántico relevante,pero las predicciones físicas para la igualdad real no son tan esperanzadorasni mucho menos tan cercanas. “La estimación de los últimos artículos que heconsultado dicen que la igualdad de género llegará en 200 años, por tanto, supronóstico es muy malo y para cambiarlo, tendremos que hacer un esfuerzocolectivo muy grande”.

En este sentido, para Juani el activismo -por mínimo que sea- esfundamental y comienza por un feminismo más inclusivo y la movilización de laclase obrera. Un feminismo anticapitalista y trans incluyente, que deje a unlado las pugnas tránsfobas propias de un feminismo anclado en el pasado, quesolo pone trabas al feminismo contemporáneo donde la diversidad suma y hace másfuerte la lucha por esta igualdad.

Juani, que ha sufrido acoso en redes por parte de los sectores reaccionarios de la ultraderecha y de las propias feministas trans excluyentes, defiende las pequeñas luchas, la revisión de una o uno mismo, el constante cambio para ser mejores personas. También cree que con voluntad política se podrá alcanzar la igualdad de salario o la promoción de las mujeres en el ámbito laboral a través de programa sociales.

La científica se despide cariñosa y cercana desde su casita deGranada. Quedamos en que me pasaría una foto suya por correo electrónico y nosdeseamos buen fin de semana. Al colgar, inmediatamente pienso que en unescenario ideal, dentro de 20 años, sería hermoso volver a hablar con Juanisobre ordenadores cuánticos relevantes y no pararnos a denunciar y visibilizarla transfobia existente en la ciencia; porque, en ese escenario ideal,existirían los ordenadores cuánticos relevantes, la sociedad sería feminista,la diversidad se entendería como natural y la igualdad real, una lógicaintrínseca de la humanidad.

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