En la mayoría de los conflictos y guerras internacionales, defendiendo sus intereses geopolíticos y económicos, se encuentra involucrado o de principal protagonista los Estados Unidos con su OTAN. Esto ocurre con la guerra de Ucrania, creada como consecuencia del asalto a ésta nación por parte del ejército ruso, el 24 de febrero del 2022 comandado por el sátrapa y nefasto Wladimir Putin. Esa y muchas otras guerras se podían haber evitado, si desde mucho tiempo antes y aprovechando el desmembramiento y desaparición de la Unión Soviética, a partir de la caída del muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989, y la disolución del Pacto de Varsovia que la sustentaba, hubiera hecho lo mismo EE.UU con su Organización del Tratado Atlántico Norte. Sin lugar a dudas, ahora tendríamos un mundo mucho más distendido y pacífico.
Sin embargo y aprovechando las condiciones favorables que se le había generado, desde aquel entonces y hasta la actualidad, ha venido haciendo justo lo contrario, expansionando mucho más a la OTAN hasta pretender implantarla en Ucrania justo en la frontera con Rusia. Era previsible que ésta para preservar su seguridad no lo permitiría, exactamente lo mismo que haría Estados Unidos, si una de las dos potencias China o Rusia, trataran de establecer bases militares en las fronteras de Canadá o México. España con su gobierno al frente y junto con el apoyo del Consejo y la Comisión Europea, está participando en esta injusta guerra bajo los designios de la Administración de los EE.UU. y por supuesto, desarrollándose como suele ser habitual el conflicto muy alejado de las fronteras estadounidenses, pero no así de las europeas que lo viene padeciendo.
El trato que se le ha venido dando a la Guerra de Ucrania y a sus inocentes habitantes, es diferente y muy desigualitario comparado con la de Palestina, sometido su pueblo a un autentico y cobarde genocidio por el Estado de Israel, con su primer ministro al frente el fascista Benjamín Netanyahu. La dimensión de la tragedia del pueblo ucraniano no es comparable al palestino. Ucrania con sus habitantes tiene todo el apoyo de los Estados Unidos y de sus países títeres de Europa. Aparte del militar, también se le abastece de todo tipo de ayudas para su subsistencia y son muchos cientos de miles los refugiados ucranianos acogidos por los estados europeos.
Sin embargo, el pueblo palestino viene desde hace décadas siendo masacrado, y el 7 de octubre pasado con el lamentable y trágico atentado del grupo terrorista Hamás (creado por Israel para contraponerlo a la O.L.P. de Yasser Arafat), con el resultado de 1.200 personas vilmente asesinadas y 240 rehenes, le ha servido de excusa para intensificar mucho más los ataques del ejército israelí, ensañándose cobardemente con la población civil, causando hasta ahora más de 34.000 asesinatos, siendo la mayoría mujeres y niños. Debido a que gran parte de sus viviendas han sido completamente arrasadas y destruidas, aún no hay cifra ni tan siquiera estimativa de cuantas personas más se encuentran debajo de los escombros.
A todo esto, hay que añadirle, el desabastecimiento al que se ve sometida la población palestina de vienes esenciales para su supervivencia: agua, comida, medicinas, energía, etc. O sea, todo un auténtico genocidio a la luz de la opinión pública mundial que, viene mostrando su rechazo con miles de manifestaciones por todo el mundo y estas, persisten y cada vez se extienden más, incluso afrontando represiones policiales. Esto se viene comprobando, sobre todo con los estudiantes universitarios, mediante las manifestaciones y acampadas en sus universidades, siendo reprimidas de forma muy violenta, lo mismo que ocurría durante las protestas por la infame y nefasta Guerra del Vietnan.
Es mucho (demasiado) el tiempo que el pueblo palestino viene soportando tantas injustas represiones, nada más constituirse el Estado de Israel el 14 de mayo de 1948, como consecuencia del impulso durante décadas de la migración judía a Palestina y, con arreglo al plan de la ONU de dividir el territorio en un Estado judío y otro árabe. Coincidió con el fin del protectorado del Reino Unido de esa zona. Sin embargo, Israel cada vez más, se ha venido anexionando gran parte del territorio palestino de forma ilegal e incluso, violenta con la usurpación de colonos judíos con el apoyo del ejército israelí de cientos de aldeas y asentamientos palestinos.
Sin tanto tiempo, pero también desde hace mucho, más concretamente, desde el 26 de febrero de 1976, cuando España por presión de los Estados Unidos y la promesa del apoyo al príncipe Juan Carlos para su coronación, abandonó a su suerte al noble, culto y muy democrático pueblo saharaui, que viene siendo hostigado y represaliado por el infame reino alauí. Inexplicablemente esto viene ocurriendo hasta ahora y si cabe, más agravado con las declaraciones del presidente Pedro Sánchez, en la línea de la propuesta marroquí de autonomía del Sahara para resolver el conflicto, como la que tiene la “base más sería, creíble y realista”, obviando las resoluciones de las Naciones Unidas que contemplan la libre determinación e independencia de ese fraternal territorio.
Esos fueron los términos que contemplaba la carta que, Pedro Sánchez le envió al sátrapa e indigno rey Mohamed VI de Marruecos, el 14 de marzo de 2022. Lo hizo de motu propio y sin tener en cuenta a sus socios del gobierno, tampoco al Parlamento ni a la militancia del PSOE, que siempre ha mantenido una estrecha relación con el pueblo saharaui, y lo mejor que nos podría suceder a los canarios, es tenerlo como vecino constituido como la RASD (República Árabe Saharaui Democrática). De esa forma, su ejemplo con toda probabilidad, se podría extrapolar a muchos de los países africanos, y así, evitaríamos el chantaje al que nos tiene sometido el Reino de Marruecos.