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La gran pregunta

José Miguel Ruiz Valls
José Miguel Ruiz Valls
Licenciado en derecho por la UNED. Cambió el oficio de abogado por el de escritor tras más de 20 años de práctica forense. Autor de los libros de ensayo "Todo Tiene Una Razón" y "Todo Al Revés”.
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análisis

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Todos sabemos que «la unión hace la fuerza» y también que, los de arriba, aplican sistemáticamente la fórmula «divide y vencerás» precisamente, para impedir que los de abajo tengamos fuerza. Sabiendo esto, ¿Qué más hace falta saber para invertir, para revertir la división, para unirnos? Siendo tan sencillo ¿por qué no ha sido posible hasta ahora? ¡Por intereses!

Y es que intereses puede haber muchos, por lo que no es raro que choquen entre ellos. Valga el ejemplo de los transportistas, que no han podido unirse a los agricultores y ganaderos, por cuanto estos piden que cesen las importaciones de alimentos que no cuentan con el debido control sanitario y eso no interesa a los que se dedican al transporte internacional. Esa unión que, en principio parecía interesar a todos (Recordemos que los transportistas llegaron a anunciarla) no llegó a fraguar por la propia división de los transportistas (¿Pueden tener el mismo interés los que se dedican al transporte internacional y los que se dedican al nacional?)

Todos podemos ver hasta dónde ha llegado la división de nuestra sociedad: Los independentistas luchan contra los patriotas ¡Siendo unos y otros nacionalistas! ¿Y no hay también diferentes facciones dentro del independentismo? Las feministas luchan contra los hombres pero ¿No hay también intereses irreconciliables dentro del feminismo? ¿No están robando, los transexuales, muchas medallas a las féminas?

La lista de ejemplos podría ser interminable. La cuestión es que, los de arriba, fomentan, de muchas maneras, la división de los de abajo, conscientes de que son un 1% de la población (En realidad mucho menos). Por eso, su plan más importante ha sido y sigue siendo impedir que los de abajo tomemos conciencia de que sumamos más del 99%. ¿Estaríamos como estamos si fuéramos conscientes de que los de abajo somos la gran mayoría, la inmensa mayoría? ¿Por qué nos cuesta tanto verlo? ¡Porque miramos por nuestros propios intereses!

En los pasados tiempos de falsa bonanza económica (Digo falsa porque dependía de préstamos que luego, al tener que devolverlos, causaron lo contrario: la «recesión») fue muy difícil la unión porque la mayoría de los de abajo se consideraban «clase media». Hoy que ha desaparecido esa clase, lo tenemos mucho más fácil. ¿Qué pasará cuando los transportistas se den cuenta de que van a ser sustituidos, muchos de ellos, por transportistas marroquíes? (Y eso sin hablar de los transportistas robot, que ya están listos para sustituir a los marroquíes). ¡Pues que también tendrán más fácil unirse a los agricultores y ganaderos!

Es fácil ver que la desaparición de los intereses particulares es lo que permite ver el interés común. Paradójicamente, es la desaparición de los intereses pequeños lo que nos permite ver el interés más grande, el de todos. ¿Y cual puede sino tener garantizado aire, agua y alimento suficiente y saludable?

Hoy, la agenda de los de arriba amenaza la seguridad alimentaria de todos. Nos vendieron la Unión Europea como un mercado común de los europeos, en el que sería más fácil intercambiar entre los socios (Esa fue la justificación para implementar la moneda única) pero vemos que los que dirigen ese «Mercado Común» están incumpliendo la premisa fundamental, permitiendo que ingresen en Europa alimentos que, además, no cumplen los criterios de seguridad que ellos mismos dictaron. Esto está causando la completa ruina de nuestro sector primario pero, más allá de eso, supone la pérdida de la soberanía alimentaria del estado español. ¿Qué hará España cuando Marruecos diga «O me entregas Canarias o no hay comida»?

Pero perder la soberanía alimentaria no es lo peor. Lo peor es que nos arriesgamos a perder la salud, pues también sabemos todos que los marroquíes, por ejemplo, utilizan pesticidas que en Europa se prohibieron debido a su elevada toxicidad. Esto nos obliga a plantearnos seriamente si nos resulta más interesante seguir defendiendo nuestros intereses particulares o empezar a defendernos a nosotros mismos. La gran pregunta ahora es ¿La bolsa o la vida? Responder es tan sencillo que me lleva a concluir que la unión que hace la fuerza está más cerca que nunca.

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