Nadie parece ser muy consciente de una de las mayores grandezas que caracterizan a Rafael Nadal, Rafa Nadal.
Me refiero a su capacidad para verse a sí mismo desde arriba, como el protagonista de una historia. Es algo que en verdad puede hacer cualquier persona, aunque no se sea un deportista de éxito ni haya batido records ni logrado hazañas inolvidables.
Verse a uno mismo desde arriba, con perspectiva. A vista de pájaro.
Nadal sabe perfectísimamente quien es y de ningún modo acepta que el cierre de su historia portentosa no esté a la altura de todo lo logrado.
Y esas son sus razones. Por eso vuelve. Por eso y también porque es un indomable. Un indomable nato. De sus veinte años de tenista profesional cinco los ha pasado lesionado. Está acostumbrado a hacer milagros y a no rendirse ante las circunstancias ni las limitaciones de ningún tipo.
Que vuelva es una gran noticia para el tenis, y también es un ejemplo en el que podemos y debemos mirarnos todos.
-Yo soy este, yo quiero ser este, y por muy adversas que sean las circunstancias no las voy a aceptar y voy a luchar hasta el último aliento para lograr mi sueño.
Y esa lucha, se gane o se pierda, nos convierte en grandes para siempre independientemente del resultado.
No era un buen final para la mítica historia de Rafael Nadal que una lesión le apartase y luego desapareciera.
Así que aquí lo tenemos de nuevo. Y sonreímos orgullosos de él. Creo que todos.
Ojalá consiga otro Roland Garros. Pero si no lo consiguiese: que afortunados somos todos por tener a alguien así en el mundo, alguien que -igual que Fernando Alonso- nos da ejemplo.
Rafael Nadal: alguien en quien mirarnos.
Tigre Tigre
