Los culpables del hundimiento del Popular (1): Antonio del Valle: el cazador, cazado

27 de Octubre de 2017
Actualizado el 02 de julio de 2024
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Antonio del Valle
En este medio siempre hemos mantenido la responsabilidad que tuvo Antonio del Valle y su grupo de inversores mexicanos en la operación bajista que hundió el valor de la acción del Banco Popular y que llevó a la ruina a más de 300.000 pequeños accionistas. A pesar de los datos que hemos dado posteriormente, la responsabilidad de Antonio del Valle en todo lo que ha ocurrido con el Popular está ahí y él es uno de los máximos responsables. Ahora ha interpuesto un recurso contra la decisión de la JUR porque, según él, no fue legal dado que la situación del banco no era tan grave porque, incluso, él y su grupo de inversores estaban dispuestos a hacerse cargo de la ampliación de capital que Emilio Saracho anunció como una de las posibles soluciones en la Junta de Accionistas.Sin embargo, Antonio del Valle no es inocente, más bien al contrario, fue el tonto útil para quienes fueron los verdaderos inductores y ejecutores de la operación para que el Popular rescatara al Santander, es decir, Luis de Guindos, y, por extensión, el Gobierno de Mariano Rajoy, Antonio Carrascosa, la propia entidad cántabra y Emilio Saracho. Se dio cuenta de que le habían engañado demasiado tarde cuando ya no se podía dar la vuelta a la situación que él mismo había ayudado a crear.La verdadera intención de Antonio del Valle era convertirse en el máximo accionista del Popular y, de este modo, venderlo al Banco de Sabadell. El mexicano no ocultó sus intenciones sino que las puso encima de la mesa cuando aún era presidente Ángel Ron. Ahí tenemos la famosa reunión mantenida en Barcelona en la que se hizo una oferta que Ron rechazó porque no era muy limpia. Según fuentes consultadas por Diario16, Del Valle llegó a ofrecer 10.000 millones de euros, lo que le hubiera convertido en el máximo accionista por encima, incluso, de la sindicatura. Como decimos, Ron lo rechazó y Del Valle le sentenció.A través de filtraciones y rumores interesados, consiguió que se creara un escenario en el que el anterior consejo de administración era un desastre y había que cambiarlo. La entrada de Reyes Calderón desestabilizó el Consejo y Ángel Ron se vio obligado a renunciar a la presidencia a causa, precisamente, de las filtraciones interesadas a la prensa que daban una idea de banco a punto de quebrar.Tras la salida del anterior presidente, Del Valle y los que pensaban que se acababa de iniciar una operación de acoso y derribo a la acción del Popular para lograr hacerse con el control del banco para venderlo a otra entidad encontraron a la persona que creían que iba a ser la idónea para ejecutar esos movimientos, una persona con toda la experiencia en banca de inversión, pero ninguna en banca comercial, el Cristiano Ronaldo de la liquidación: Emilio Saracho.Tanto Antonio del Valle como Reyes Calderón pensaron que Emilio Saracho sería su fiel servidor. Para ello se reunieron con él incluso antes de acceder a la presidencia. Saracho mantuvo encuentros regulares con los directivos aliados de Del Valle en los que les expuso su estrategia que, casualmente, coincidía con la que tenían ellos, esto es, bajar el precio de la acción hasta un valor inferior a 0,40 euros para que la entidad fuera vendida a otra entidad. Del Valle tenía una opción clara, el Sabadell, banco con el que podría sacar un pingüe beneficio y, además, controlar definitivamente al Popular como lo quiso hacer mientras Ángel Ron fue presidente, en este caso como una filial del banco catalán. Lo que no sabían ni Del Valle y su grupo de inversores mexicanos ni el resto de directivos afines era que Saracho ya tenía otro dueño y que el comprador estaba prefijado desde hacía meses.Todo iba según lo planeado. El valor de la acción caía en picado. Saracho estaba haciendo lo que tenía que hacer, incluso por encima de lo planteado al cometer errores que el mercado siempre penaliza, como, por ejemplo, plantear dos estrategias en la Junta de Accionistas de abril para salvar al banco, o, la más grave, aceptar unas cuentas que la propia auditora PwC había determinado que necesitaba correcciones.Del Valle ya se veía con un banco europeo bajo su control. Aunque su candidato era el Sabadell, tampoco le importaba que la venta se realizara a una entidad como Bankia, tal y como estaba planteando el propio ministro de Economía Luis de Guindos. Sin embargo, su hombre, Emilio Saracho, comenzó a ir por libre y a actuar sin ningún tipo de control. No informaba de sus movimientos y el mexicano comenzó a sospechar de que había algo más detrás de lo que no había sido informado. Saracho le tranquilizaba que eran movimientos calculados pero Del Valle, que en estrategias oscuras es zorro viejo, empezaba a desconfiar.Esta fue la razón por la que se reunió con Saracho y le hizo una propuesta que, en cualquier otro escenario, hubiera sido irrechazable, “una oferta que no podría rechazar”. Del Valle propuso al presidente del Popular realizar una ampliación de capital de 10.000 millones de euros en la que Antonio del Valle y sus inversores mexicanos pusieran la totalidad de esa cantidad. En la situación en la que se encontraba el banco, con la acción ya por debajo de 0,40, este movimiento hubiera supuesto la salvación momentánea del Popular, aunque Del Valle tuviera el control de la entidad. Sorprendentemente, Emilio Saracho rechazó esta oferta.Este fue el hecho por el que el magnate mexicano supo que le habían utilizado. También fue el momento en que Saracho, De Guindos, Carrascosa y el Santander decidieron acelerar la operación. No podían permitir que Del Valle se hiciera con el banco porque si tenía la capacidad de afrontar él solo una ampliación de 10.000 millones nada impedía que subiera la puja y, entonces, Saracho no tendría argumentos para justificar que se volviera a rechazar esa otra más que probable oferta. Ahí cuando se provisionaron activos no tóxicos, algo que no es legal, para restar liquidez. Ahí fue cuando Elke König hizo sus declaraciones en Bloomberg en las que daba por hecha la intervención del Popular. Ahí fue cuando Saracho viajó a Frankfort y fue recibido por miembros del BCE a pesar de que él afirmara que no quisieron reunirse con él. Ahí fue cuando Saracho no dio todas las garantías que el banco tenía para poder acceder a la línea de liquidez del Banco de España. Ahí fue cuando la Junta Única de Resolución decidió intervenir al Banco Popular y entregárselo al Santander. Antonio del Valle había sido utilizado y engañado.Sin embargo, este hecho no le resta ni un ápice de responsabilidad ni, por supuesto, de culpabilidad en la ruina de más de 300.000 pequeños accionistas porque él fue el primer inductor a la operación bajista, el primero que se benefició de las estrategias a corto movidas por Saracho con sus contactos en los diferentes fondos y bancos de inversión internacionales. Antonio Del Valle fue el cazador cazado. El ansia de controlar un banco europeo le cegó y, por ende, le hizo no darse cuenta de cómo a su alrededor se estaban generando movimientos que nada tenían que ver con la estrategia diseñada para que él y su grupo de inversores mexicanos se hiciesen con el control del Popular y pudiesen venderlo a una entidad en la que pudiera tener el poder que no se le permitió en la sexta entidad.Hay un hecho que muestra cómo la operación de Luis de Guindos, Antonio Carrascosa, Emilio Saracho y el Santander se hizo con total opacidad y sin que el Popular estuviera en una situación de quiebra o de falta de liquidez tal que fuera necesaria la intervención por parte de la JUR. Antonio del Valle jamás ofrecería 10.000 millones de euros por un banco a punto de ser intervenido porque el mexicano no es un ingenuo, aunque, como tal le han dejado. Del Valle sabía que con el valor patrimonial del banco y con la cartera tanto de servicios como la inmobiliaria iba a sacar una rentabilidad rápida, y eso sin contar con la que se generaría en bolsa por el efecto rebote de los mercados ante una inversión de ese calibre. Por eso ha demandado a la JUR y al FROB, no sólo para salvar los millones que ha perdido con la incautación del valor de sus acciones, sino para salvar su honor.
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