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Los ‘Pelegrinajes’ vitales de José Guerrero

Exposición de José Guerrero - Pelegrinaje (1966-1969) en el Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca

José An. Montero
José An. Montero
Periodista, geógrafo y trabajador social. No siempre en este orden. Profesor de Didáctica del Medio Social y Cultural en la Universidad de Castilla-La Mancha. Máster en Marketing (UNED), Comunicación Corporativa (UB-Les Heures) y Gestión Cultural (UB-Les Heures). Director del laboratorio creativo MakingUCLM y de la revista cultural Espacies. Comparte historias en Radio Diferencia y en Diálogos en el Iberia. Siempre en el camino.
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¿En qué momento hacemos crack y todo deja de tener sentido? ¿En qué punto exacto de nuestra biografía nos encontramos perdidos en mitad de un desierto y no sabemos qué rumbo tomar? Algo así debió sentir José Guerrero (Granada, 1914-Barcelona, 1991) en el año 1966 en Nueva York donde se refugió buscando el aire fresco que escaseaba en España. El mundo le explotó en su interior tras alcanzar la gloria americana de la mano de la galerista Betty Parsons y codearse con Robert Motherwell, Mark Rothko o Franz Kline. La brecha de Víznar (1966) abre esta exposición que retrata tres años en la vida de este artista en la que hará girar su pintura desde el expresionismo abstracto hasta las Fosforescencias.

Esta exposición realizada en colaboración entre la Fundación Juan March y el Centro José Guerrero recala en Cuenca tras su estancia en Granada y antes de continuar viaje hasta Palma

Una brecha en Víznar, el barranco donde se supone que asesinaron a García Lorca, y también en el alma de José Guerrero. Drama en blanco y negro. Sangre por la muerte del poeta y también por algo en su interior. Un grueso surco que nos traslada a una Guerra Civil seminal en su biografía pero también los versos del poeta dedicados a Nueva York: ‘La luz es sepultada por cadenas y ruidos / en impúdico reto de ciencia sin raíces. / Por los barrios hay gentes que vacilan insomnes / como recién salidas de un naufragio de sangre’. Cohen parece resonar por las paredes de las Casas Colgadas de Cuenca, donde estará esta exposición hasta el 29 de septiembre cuando viajará a Palma.

Abajo en la sala cueva, escondido de las miradas ‘Guerrero pinta un cuadro’, una y otra vez, eternamente, desde 1968 en que lo grabara Alberto Portera. Nueva York gime por las “oscuras” escaleras que nos traen hasta este escondite alejado del mundo. Guerrero huye en 1966 del ruido neoyorkino que se mete hasta el alma y en el que Warhol es el nuevo rey. Corren tiempos de Pop-Art y Guerrero huye antes de ser engullido por el anonimato.

Rojo Sombrío (1964. Colección Juan March)

De regreso a España lo recibirán la galerista Juana Mordó y el pintor Fernando Zóbel que lo cobijará en Cuenca. Empezarán a tener importancia los bordes en la pintura de Guerrero y los cuadros se convertirán casi en “un ring de boxeo, tensado por los cuatro costados, vibrante, luminoso, cargado de energía”, como definió Juan Manuel Bonet al “sistema Guerrero”. Sin título, sin título, sin título, sin título, con alguna parada para homenajear a Jorge Guillén y Okada, serán las obras que nos harán avanzar por 1967 como si fueran el escenario de un crimen. En Nueva York, The Velvet Underground se pregunta quién ama al sol. ‘¿A quién le importa lo que haga desde que rompiste mi corazón?’

La brecha de Víznar (1966. Colección José Guerrero)

“Hacia Roma caminan / dos pelegrinos, / a que los case el Papa, / porque son primos. / Sombrerito de hule / lleva el mozuelo, / y la pelegrinita, / de terciopelo”. Hacia 1968 caminamos y el color empieza a inundarlo todo, como si la tragedia fuera sólo un recuerdo. Un Día Festivo de cruz naranja invertida sobre fondo verde nos da la bienvenida al nuevo año en que el color inunda la obra de Guerrero que parece alejarse de los nubarrones.

En 1969 nos espera La oferta que habitualmente se encuentra en el Palacio de la Zarzuela, una gran mancha negra que antes parecía amenazar con aplastar la obra, ahora parece un nubarrón que se aleja, como si el negro pudiera convertirse en libiano. A su lado, en estos detalles maravillosos en los montajes de la Fundación March, su boceto en papel. Gouache que después se convertirá en óleo y rojos diluidos que después se volverán densos y se coagularán. La muestra podría terminar con ‘Cuenca’ (1969) con esas cuerdas en blanco y negro que parecen coser la grieta abierta en Viznar, pero lo hace con Paisaje horizontal (1969) como si fueran barquitos veleros que se alejan felices en busca de las Fosforenscencias.

Día Festivo (1968. Colección particular)

Volvemos al principio para revisar las fotografías de aquellos años que se exponen junto con Rojo sombrío (1964), la primera obra que compró Zóbel para este museo. Maravillosas fotografías en blanco y negro de Jaume Blassi que retratan aquellos años en los que Guerrero llegó a Cuenca para vivir en primera persona el nacimiento del Museo de Arte Abstracto Español. Entre ellas, algunas otras de Fernando Nuño, Bolotsky y Santiago Torralba. Miradas múltiples que miran juntas. Guerrero “es técnicamente americano”, diría Zóbel, “pero no puedo soportar la idea de no tener una de sus obras en el Museo de Arte Abstracto”. Uno de estos cuadros será el último que cuelgue oficialmente su coordinador Antonio Garrote. Con esta exposición se despide, después de dedicar toda una vida a representar al género humano en el olimpo de los artistas abstractos.


José Guerrero – Pelegrinaje (1966-1969)

Centro José Guerrero, Granada – 03/04 – 26/05/2019

Museo de Arte Abstracto Español, Cuenca – 14/06 – 29/09/2019

Museo Fundación Juan March, Palma – 16/10/2019 – 18/01/2019

Comisarios: Francisco Baena e Inés Vallejo

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