Víctor Corcoba Herrero

Me duelen los abandonados de mi patria

10 de Julio de 2020
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pobreza

El corazón del ser humano ha perdido pulso; y, apenas sentimos por nadani por nadie, se ha endurecido como una roca, y solo nos movemos para darnospedradas unos a otros. Deshumanizados como jamás todo se derrumba, muy poco sesostiene y se sustenta. El mismo aire de rencor, que respiramos por doquier, esuna deshumanización total y una pérdida de conciencia a la vez, nuestra brújulaorientativa ha dejado de ser el mejor cuadrante moral que poseemos. Justamente,hemos de reconocer que andamos ciegos, disipamos lo conseguido hasta ahora, y hastael buen ser del alma se pone en entredicho, siendo nuestro mayor tesoro. Convertidosen pedestales, dominados por la furia del dinero, también hemos perdido lossentimientos. No obviemos, que todo pasa factura, también el infortunio, el aislamiento,el abandono y la exclusión son campos de acción que tienen su reacción y, alfin, sus mártires y  sus héroes.Arranquemos las espinas, pero ayudémonos todos a sobrellevar el calvario, y ellinaje saldrá fortalecido.

Sin embargo, el empeño de los dominadores es bienclaro, adormecernos y luego abandonarnos a nuestra suerte. Lo indecente ycorrupto es lo que prolifera en este injusto mundo, desbordado por las maldadesy retenido por la indiferencia de sus actuales moradores. Atrofiado nuestrointerior, lo esencial se torna invisible a nuestros ojos, y no vemos o noqueremos ver, la triste situación que nos circunda. Las torpezas reinantesconfieso que me producen indigestión. Resulta que ahora, una mentalidadburocrática permite a las autoridades españolas eludir su responsabilidad en laerradicación de la pobreza y valora más el formalismo que el bienestar de laspersonas, acaba de asegurarlo un experto de la ONU en derechos humanos. Tambiénse ha mundializado la percepción de una distribución injusta de la riqueza. Desdeluego, si cultivásemos más el corazón, nadie se sentiría abandonado y la fuentede la vida, tendría otros aromas más esperanzadores y vivificantes para toda laespecie.

Realmente, el espíritu inclusivo comienza por unomismo. Los abandonados llaman a nuestra puerta cada día, y nos piden otrasactitudes más justas, que nos armonicen. Ya está bien de sentirnos dejados porlas manos de nuestros semejantes. Así no podemos avanzar. Únicamente laautonomía que se somete a lo auténtico conduce a la persona humana a suverdadero bien. No lo olvidemos. Por tanto, el escenario de los conflictosarmados, el desigual reparto de recursos, la discriminación de género, lo quenos indican es un cúmulo de maldades, un desinterés del propio individuo porsus similares, comenzando por los gobernantes, que no suelen llevar a buentérmino aquello que predican a todos los vientos, al menos para ganar votos. ¡Cuántasfalsedades vertidas! Ciertamente, vamos inmersos en la continua paradoja de lanecedad. Mientras en una parte del mundo, aquellos que diariamente multiplicansus deseos, derrochan millones de toneladas de alimentos, en otra parte sufrenhambre. Son, precisamente, estas contrariedades las que nos ahogan nuestraspropias entrañas, dejándonos sin sensibilidad alguna para entenderlo yhablarlo.

Sea como fuere, tenemos que volver al universallenguaje del ánimo, si en verdad queremos sentirnos comunidad, ser familia,vivir enraizados a un tronco humanista. Pensemos en esas enseñanzas que son lasque nos dejan huella, y que no son las que se hacen moviendo intereses,adiestrando mentes, sino aquellas que se cultivan corazón a corazón. Está vistoque solos no somos nada. Esto, indudablemente, requiere de otro cultivointerior, quizás menos egoísta, pero cuando los alarmantes niveles de abandonoescolar temprano son tan verídicos, difícilmente las generaciones venideras vana poder discernir. Viéndome por los rincones de la patria mía, confieso que meentristece, lo que acaba de indicar el experto de Naciones Unidas, ante todoporque es cierto y lo verídico es lo que es, y continua siendo verdad aunque sediga de otro modo, o se esparza de otra manera: “los poderes públicos hanfallado mayoritariamente a las personas que viven en la pobreza”.

Cuánta dejadez y tomadura de pelo. Resulta más queevidente que los derechos sociales y económicos rara vez se toman en serio,aunque la clase política los injerten continuamente en sus planes de gobierno ylos nombren frecuentemente en los discursos. Ciertamente la red de protecciónsocial de España ya era completamente inadecuada antes del COVID-19, pero desdeentonces la pandemia ha puesto en evidencia tantos engaños y falsedades, quenos estamos quedando como verdaderos gansos del simplismo callejero. Ahí estáen el abandono de nuestros mayores, la falta de humanidad; en el abandono denuestra juventud con una tasa de desempleo que representa más del doble delpromedio de la Unión Europea, la carencia de que los jóvenes puedan sentirseútiles y realizados; en el abandono de nuestros niños, muchos de ellos sinhogar alguno, la falta de ternura hacia los que son la expectativa del mundo;en suma, el maldito abandono nos está atormentando, pero hacemos bien poco porliberar a las gentes de su miseria.

Permítame el lector que haya soltado este río de lágrimas,pero me duelen los abandonados de mi patria, ya que muchas personas tienen unpuesto mal remunerado, a tiempo parcial o temporal y perciben un sueldoinsuficiente a todas luces para atender sus necesidades básicas. Con razón losíndices de desigualdad son terriblemente altos y los correspondientesindicadores se sitúan muy por encima del promedio de la Unión Europea. Por eso,es menester que volvamos todos a cumplir con nuestros deberes. Necesitamosacogernos y recogernos laboriosos, encontrarnos y reencontrarnos  activos, querernos y amarnos sobre todo lodemás. Está bien el pan de cada día, pero el amor es el que nos entusiasma avivir  y nos enloquece a luchar.

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