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Menos país: federalismo, secesión e izquierda

24 de Mayo de 2020
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En una reciente entrevista concedida a eldiario.es, Íñigo Errejón alertabasobre los posibles excesos del estado de alarma, en concreto aquellos aspectos relacionadoscon la centralización de competencias derivada de la aprobación de un mandoúnico.

"Hay queincidir en que hace falta más protección social, y eso son las instituciones, pero discutiendo que tenga que hacersenecesariamente con la centralización o con medidas muycoercitivas.  

Sobre lo queplanteas de la centralización, España es un país muy quebrado, no haymecanismos de coordinación entre comunidades autónomas que no sea pasando porMadrid. Hay que recordar que las comunidades autónomas y los municipios no sonentidades delegadas, son Estado también, y buscar formas en las que se puedancoordinar mejor, sobre todo porque las entidades más pegadas al territorio sonlas que más conocen las necesidades del territorio. Además de eso, España estádesnivelándose mucho porque empiezan a ser sólo económica y socialmente viablespartes cada vez más pequeñas. Está habiendo un desplazamiento que está dejandoal oeste en general en una situación cada vez más difícil para vivir, y en elotro lado, una especie de Distrito Federal de Madrid rodeado de un desierto yel corredor mediterráneo -por el que elGobierno nunca acaba apostando porque siempre le ha dado miedo eso de que elPaís Valenciano y Cataluña tengan vínculos. En España tenemos una geografíaeconómica y humana desastrosa.

Acaso esnecesaria la presencia en el Congreso de más fuerzas que no sonindependentistas para que se tengan en cuenta las necesidades de susterritorios, y que estén poniendo encima de la mesa que en España hay dos cuestiones territoriales. La que tiene que ver con laplurinacionalidad, con los pueblos que se sienten nación y que exigen un pactodiferente, o el derecho a decidir sufuturo, y otra que tiene que ver conla cohesión territorial, que es, por una parte, una geografía económica quesea practicable, que no sea un país en el que grandes megalópolis se comunicanpor tren de alta velocidad atravesando desiertos demográficos. Y en segundolugar, un Estado que quiere avanzar en sentido federal, que es mi posición. Yo creo que esto ha mostrado que Españanecesita más mecanismos de tipo federal o confederal para coserse y para tenercoordinación entre territorios sin que tenga que pasar todo necesariamente porMadrid."

La cuestión territorial efectivamente sigue sobre lamesa. Lo hemos visto a lo largo de esta dramática crisis. No todo es achacablea la impericia del gobierno, esa sería una explicación tan rápida comoinsuficiente. Hay debilidades estructurales, en las que el gobierno estáinserto, pero que vienen de atrás: la territorial es una de ellas. Se ha vistocon el mando único: algo más teórico que práctico, puesto que, a la hora de laverdad, se ha sido incapaz de coordinar algo tan elemental como la compracentralizada de material, o controlar el suministro de datos esenciales porparte de las  CCAA, que han terminadohaciendo, dicho mal y pronto, lo que les ha dado la gana en este y otrosaspectos.

Sin embargo, por lo que se desprende de las palabrasde Errejón, su preocupación no recorre esos derroteros. No le preocupa la incapacidaddel Ministerio de Sanidad para coordinar e imponer sus criterios a lasComunidad Autónomas en una situación de absoluta emergencia, para ponderar elbien común y las necesidades colectivas de todos los españoles. Más bien, nosalerta sobre lo contrario, sobre los posibles excesos de la centralización.Curiosa preocupación la que se proyecta sobre una ficción, como hemos visto conescaso correlato práctico y real.

Nos cuenta Errejón que España es un paísterritorialmente roto. Y hasta ahí no habría nada que discutir. Es verdad. Ytampoco es incierto que con frecuencia dé la sensación de que la ComunidadAutónoma de Madrid se aprovecha de esa fractura para erigirse en una suerte deregión que opera a espaldas de los criterios exigibles de solidaridad, redistribucióny cooperación con las demás: lo llevamos viendo durante años, décadas, con unapolítica fiscal agresiva de descenso masivo de impuestos - hasta el punto deeliminar de facto algunos con un carácter especialmente progresivo comoSucesiones y Donaciones o Patrimonio - que ha incentivado la deslocalizacióninterna de grandes fortunas, empresas y patrimonios. Lo hemos visto también conla idea más o menos disparatada que se vierte desde la instanciasgubernamentales madrileñas poco menos que presentando a Madrid como una tierrade libertad y prosperidad, en la que el mercado, el talento y los impuestosbajos van de la mano en lo que sería una suerte de aldea gala frente alinvasor... en este caso no romano, sino social-comunista o bolivariano, un Leviatáninsaciable cuyos tentáculos colectivistas han penetrado cualquier esfera,excepto la madrileña. Tamaño disparate no solo sirve para ensuciar el debatepolítico, sino que agrava la fractura a la que alude Errejón.

Ahora bien, acto seguido después de plantear elproblema, el diputado propone ir reduciendo las llamas de la hoguera con unbuen cargamento de leña vertida sobre ese fuego. Para avivarlo hasta límitesextremos. Y es que, al contrario de lo que se sugiere en la citada entrevista, Madridno hace todo lo que se señala porque constituya el centro neurálgico de uncentralismo carpetovetónico insensible a la diversidad... sino más bien portodo lo contrario: es el gobierno regional - uno entre otros varios, comosabemos y sabe Errejón - el que aprovecha las grietas de un Estado de lasAutonomías en el que sanidad, educación, fiscalidad, y muchas otrascompetencias esenciales están transferidas a las Comunidades Autónomas yrespecto de las cuales el pérfido Estado central no pinta nada. Es decir, no se puede señalar a Madrid como resortede un centralismo que no existe, sino más bien como pieza de un rompecabezasautonómico que aprovecha y explota con efectos destructivos para la igualdad yla redistribución de todos los españoles, y también para la eficacia y eficiencia de la gestión política de unacrisis como la actual. Y es que a la hora de observar administraciones concompetencias reales, y hablando de Madrid, uno debe observar principalmente lasautonómicas; el Ministerio de Sanidad llegó a la crisis vaciado de contenido yni con el mando único parece capaz de gobernar el despropósito.

La fractura territorial a la que alude Errejón habríaque enfrentarla evitando, según su diagnóstico, reforzar la inexistentecentralización. Curiosa prioridad: combatir contra un fantasma, y trazar de laforma más caprichosa posible un paralelismo entre ese fantasma que solo habitaen su cabeza y prejuicios respecto a la arbitrariedad o eficiencia en el ejerciciodel poder. El silogismo es sencillo para él: a mayor descentralización, menorcoerción y mejor gestión de los "problemas de cada territorio". Quese lo digan al gobierno nacionalista de Cataluña, con la competencia deseguridad por supuesto transferida, cuando enviaba a su policía autonómica parareprimir a golpes a los manifestantes del 15-M.

Volviendo a nuestro país fracturado, el líder de MásPaís nos propone, curiosamente, como solución al desaguisado, que recortemos elpaís, que tengamos aún menos país. Denuncia otro fantasma: el miedo de España ala posible unión geográfica y estratégica de zonas periféricas. País Vasco yNavarra salen por arte de birlibirloque de la ecuación. Es paradójico. Si algode izquierdas le queda tras imbuirse de las tesis de Laclau, imagino que ledeberían molestar aquellos elementos, aún más objetivos y palmarios que los deMadrid, que sirven para fracturar el Estado en todas sus vertientes, enespecial en aquellas que aluden a las funciones sociales de éste. ¿Ayuda o no en términos de coser ese país roto que el País Vasco yNavarra tengan una relación bilateral totalmente privilegiada en términos defiscalidad, en la forma del concierto económico vasco y el convenio navarro? Noparece serio que nos indigne, como debe indignarnos, el dumping insolidario quepatrocina la derecha en Madrid, y que sin embargo nos parezca bien el derechode pernada institucionalizado de País Vasco y Navarra, en virtud al cual lasregiones más ricas de España no redistribuyen con las demás, y punto. Respectoal particular, como ya es costumbre, un silencio sepulcral que resultainsoportable. Aunque debemos ser indulgentes: el significante"patria" hay que disputárselo a la derecha, en tanto que vacío oflotante, mientras sirva para hacer "pueblo"; el significado importamenos. Y hablar de una España simétrica e igualitaria en lugares donde lamayoría de la población defiende esa antigualla reaccionaria de los derechoshistóricos no hace "pueblo". La estrategia populista, claro, aunquesea a costa de la igualdad de todos y de la propia izquierda.

Hete aquí que la técnica de costura de Errejón no pasapor subsanar estas desigualdades y privilegios lacerantes, sino por acentuarlasun poco más, descosiendo del todo lo que se dice querer coser. Qué paradójico.Y es que, como hace tampoco demasiado le contaba Errejón a Ernesto Castro enuna entrevista de youtube, su concepto de nación es constructivista (sic): puede conformar nación quien tiene voluntadde ser. ¡Cuidado como te escuche Ayuso! El nacionalismo vasco y catalán lotienen claro: como queremos ser, diferentes e insolidarios - ya saben, la razasuperior -, pues nos vamos. No vamos a pagar el PER de los campesinos andaluceso redistribuir en serio con Extremadura para que, por fin, tenga un tren decenteque no la deje aislada. Minucias.

Así lo afirma Errejón: España debe solucionar suproblema territorial aceptando la plurinacionalidad. Como es habitual en estoscasos no se enumeran las naciones ungidas del tan cacareado derecho a decidir que no decidamos losdemás. Aunque como decíamos antes, al menos no se debe pasar, a entenderde  Errejón, ningún filtro mitológico (lafábula tergiversada de 1714) para poder decidir. Basta con querer hacerlo.Curioso. Al leer semejantes admoniciones, uno no sabe si está escuchando a unode los más eximios representantes del progresismo patrio, o a algún lunáticoanarcocapitalista. Y no es un decir. Pareceque Errejón conjuga el mismo concepto de "derecho a decidir" y denación que profesores como Huerta de Soto o Miguel Anxo Bastos, dos célebresanarquistas de mercado. Si cualquier subunidad de un Estado democrático sequiere secesionar, que lo decida libremente en un plebiscito: esa es la tesis.Y la unidad de decisión, ¿hasta dónde podría llegar? ¿Región, pueblo, barrio,distrito postal, urbanización, calle, familia? Y es que la secesión de losricos nos preocupa en campaña, ma nontroppo, vamos, que, a la hora de la verdad, no nos preocupa demasiado.

 El territoriopolítico ya no sería por tanto una unidad de decisión conjunta, de soberanía yde justicia - de cada cual según sus capacidades, a cada cual según susnecesidades -, no vayan a confundirnos con unos peligrosos socialistas. Elterritorio político es un club de socios privado, de libre asociación ydesasociación, como dice el también austríacoJuan Ramón Rallo. Lo de marcharme cuando yo quiera, en principio, no deberíaser problemático: salga usted por El Prat, Barajas.... no será por aeropuertos.El problema es lo de marcharse llevándose una parte de lo que nos pertenece atodos. Se entiende tal idea privatizadora del Estado por parte de los quebuscan debilitarlo en dirección a uno mínimo o, aún peor, a su desaparición.Pero se esperaría algo diferente de Errejón. ¿Y si los manifestantes de Núñezde  Balboa quisieran pasado mañanaejercitar su derecho a decidir ante la perfidia extractiva del gobiernosocial-comunista, que busca reinstaurar una suerte de Impuesto de Patrimonio(bueno, eso dicen, como lo de la reforma laboral, ya saben)? ¿Y si el Barrio de la Moraleja, por usar unejemplo canónico, decidiese en libre plebiscito que se siente diferente yquisiera marcharse? Parece una broma, pero no lo es. ¿Por qué no iban a ser nación,teniendo voluntad de ser aparte de los demás, cuando existe un lazo de uniónmayor que cualquier ristra de apellidos, es decir la renta, que une que no veas?Ejemplos demenciales de lo anterior existen, aunque tal vez Errejón no losconozca: Liberland, Somalilandia, Estados fantasma donde ni hay centralizaciónni hay arbitrariedad... o más bien la hay toda. No reconocidos por nadie,sustentados en estructuras geopolíticas que les permiten jugar a la secesión,aunque se presenten a sí mismos como la panacea de la buena vida, del secretobancario y del fraude fiscal. Otros menos irrisorios, pero igualmente admiradospor los libertarios, son esos pequeños Estados con los que soñaba elanarcocapitalista Hans-Hermann Hoppe: San Marino, Andorra, Luxemburgo. ¿Ese esel horizonte de Errejón? Qué izquierda más rara.

De repente mi mente viaja de vuelta hacia esa segundaentrevista a la que aludía. Y es que el concepto de marras, plurinacionalidad,fue introducido en la Constitución de Bolivia - nación sobre la cual hizo sutesis doctoral el líder de Más País -. Sin embargo, y más allá de la cláusulanominal y retórica, en Bolivia, como en España, las tensiones vinieron por elotro lado. En la década de los años 2000, el país enfrentó una seria amenaza desecesión (la media luna boliviana, Santa Cruz, Tarija, Beni y Pando),precisamente contra el gobierno del MAS - Movimiento al Socialismo - lideradopor Evo Morales, amenaza articulada por la oligarquía y las élites bolivianas,descontentas con el proyecto social y popular de Evo. Al hilo de lo anterior, Errejón reconocía lo obvio: ladescentralización, tan defendida por los opositores bolivianos autonomistas(primero) / secesionistas (después), iba de la mano de las oligarquías y elneoliberalismo. No sólo se trataba de proyectar una pugna fratricida contraun gobierno popular, sino contra la amenaza de un Estado fuerte que empezase,desde el ejercicio del poder, a revertir las profundas desigualdadesperpetuadas secularmente. La descentralización era allí, para Errejón, algo asícomo un trampolín para el desguace del Estado (o de lo poco de Estado quehabía), un paso más allá. Un paso más para la culminación de su vaciamiento. Enun tiempo de poderes económicos y financieros globales, tener un Estado débil,fragmentado, con un poder territorial disgregado - barruntaba el líder de MásPaís en una clarividente reflexión - era todo menos una buena noticia.

Pero resulta que, alsaltar de vuelta el charco, el compromiso con un Estado fuerte frente a lasdisgregaciones territoriales que se solapan con el horadamiento neoliberal del Estado - con más razón en casos deEstados sociales que se quieren desmantelar- , ese compromiso, digo, salta porlos aires. Es un compromiso inoportuno, ya saben, porque España esdiferente. Aquí los peligros son el jacobinismo, la centralización, la pulsióncarpetovetónica de un Estado facha, repleto de fachas. Da igual que las CCAAtengan en España una autonomía fiscal mayor que cualquier länder alemán ocualquier estado dentro de los EEUU. He ahí el análisis de Piketty, economistafrancés que, hasta donde sabemos, ni milita en Vox ni es un nostálgico delfranquismo. Da igual que la descentralización en España sea mayor, más aguda ymasiva que en cualquier Estado federal, o que el riesgo boliviano - que unasdeterminadas regiones especialmente privilegiadas reivindiquen el blindaje deprivilegios autonómicos o, directamente, el derechoa descarrilar el Estado operando esa secesión, fundada en el "queremos ser"o "nos sentimos diferentes" - sea una amenaza real, constante ypatente.

La deficitaria técnica de costura de Errejón paracoser un país tan fracturado como España hace aguas por todos los lados. Elfederalismo al que alude es el de siempre por estos lares, y además no seesfuerza por ocultarlo: relaciones confederales con quien lo pida, caiga quiencaiga y sea cual fuere el precio a pagar - ya lo vemos, altísimo - en términosde justicia social, redistribución y solidaridad. Federalismo con ribetesconfederales. El mismo federalismo asimétrico, voraz y competitivo, por cierto,que reclamaban en un reciente informe los neoliberales del Instituto Juan deMariana. "Federalismo fiscal, una propuesta para España" (FranciscoCabrillo y Santiago Calvo). Conclusiones claras: la competencia fiscal entre regiones, piedra angular del Estado delas Autonomías, favorece a la causa neoliberal de reducir impuestos, eliminartransferencias entre ricos y pobres, y desmantelar el Estado social. Y nomentían. Es más, eran y son congruentes. Lo que no resulta congruente es que,por el complejo histórico, por la burda asimilación entre España y su leyendanegra, la supuesta izquierda sea incapaz de importar para España susreflexiones sobre el poder político y la unidad territorial que defienden enotros lados, y defiendan aquí el sueño más húmedo del neoliberalismo: fracturaterritorial, competencia descarnada entre las partes para beneficio de los máspoderosos y desastre de los más desfavorecidos, seguir agrietando un paíssuficientemente fracturado ya, e incluso, en el culmen del desvarío intelectualy político, defender un derecho a la secesión de los ricos a la carta, siempreque se tenga voluntad de ser. Diferentes e intocables, se entiende.

Lástima que nuestra ex izquierda no tenga voluntad deser honrada intelectualmente y reconocer que las tesis que defienden son tanreaccionarias como las que más, y que la coincidencia con los reaccionarios delotro lado - los que conforman una amenaza real, no el eterno señuelo delfascismo, sino el hegemónico capitalismo neoliberal - no es casual, sino sintomática:el reflejo de la pinza reaccionaria entre todos los que en España abjuran delEstado, aunque eso suponga la implosión de la condición de posibilidad decualquier proyecto de transformación social.

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