Ha vuelto a suceder. La extrema derecha española ha protagoizado un nuevo episodio del encendido debate sobre la inmigración, la libertad religiosa y la identidad cultural en España. El líder de Vox, Santiago Abascal, ha vuelto a colocar al islamismo en el centro del discurso político. En declaraciones difundidas este viernes en la red social X, el dirigente ultraconservador ha exigido la prohibición del velo islámico en espacios públicos y ha advertido sobre lo que califica como una “amenaza real” del islamismo radical y una “invasión” migratoria.
Las declaraciones se producen a raíz de una moción aprobada en el Ayuntamiento de Jumilla (Murcia), donde se insta a prohibir el uso de instalaciones deportivas municipales para actividades no deportivas. Aunque el texto aprobado, con una transacción entre el Partido Popular y Vox, no menciona expresamente la religión musulmana, se produce tras celebraciones pasadas en esos recintos del final del Ramadán y la Fiesta del Cordero.
Abascal ha defendido que su posición no se enmarca en un ataque a la libertad religiosa, sino en la necesidad de “proteger” la sociedad española de lo que considera una ideología incompatible con los valores occidentales. “No estamos ante un debate sobre la libertad religiosa, como pretenden los cómplices de la invasión o los cobardes. Estamos ante la amenaza real de una ideología extremista, como es el islamismo, que trae consigo sus propias leyes”, ha afirmado.
El líder de Vox ha sostenido que esta ideología “denigra a la mujer, persigue a los homosexuales y violenta a los niños”, y ha citado cifras oficiales para sostener sus afirmaciones que no hacen otra cosa que identificar la práctica de la religión islámica con el terrorismo, exactamente lo mismo que asimilar migración con delincuencia: 81 personas fueron detenidas por yihadismo en 202.
Una de las propuestas más contundentes del mensaje de Abascal es la prohibición del uso del velo islámico en espacios públicos. Según él, este símbolo representa “la sumisión de la mujer” y no debería tener cabida en instituciones del Estado, que se define como aconfesional. “España no es Al Andalus”, ha sentenciado, insistiendo en que cualquier persona que resida en el país debe “adaptarse a nuestras costumbres” y “renunciar expresamente a imponer ideologías y leyes totalitarias”.
La posición ha sido reforzada por el secretario general del grupo parlamentario de Vox en el Congreso, José María Figaredo, quien en una entrevista en Radio Libertad criticó que “no tiene ningún sentido” permitir celebraciones religiosas que impliquen sacrificios de animales en polideportivos municipales. En tono sarcástico, señaló: “Si tan problemático es que pidan el espacio al rey de Marruecos, que seguro que se lo concede”.
Las palabras de Abascal no son nuevas en el repertorio discursivo de Vox. Desde su irrupción en el escenario político nacional, el partido ha construido parte de su identidad sobre una narrativa de confrontación cultural. La defensa de una España “homogénea”, contraria al multiculturalismo, ha servido como pilar de su discurso identitario.
Lo novedoso es la intensidad con la que esta narrativa vuelve al centro del debate político en un contexto de tensión creciente en Europa por el auge del islamismo radical y la gestión de la inmigración. Las recientes elecciones europeas han mostrado cómo partidos de corte identitario han ganado terreno en países como Francia, Alemania o Países Bajos, alimentando un clima de preocupación sobre la cohesión cultural y los valores democráticos.