A finales del pasado siglo, una nueva forma de comunicarse irrumpe de forma inesperada para revolucionar las relaciones humanas y ser el corolario de una globalización imparable iniciada a principios de los 90: Internet.
Desde entonces, la nueva red ha servido de escaparate para las pioneras empresas punto.com, facilitar el flujo de información, de productos y servicios entre clientes y proveedores, la promoción y publicidad de pequeños y medianos emprendimientos comerciales y hasta la difusión y el intercambio de costumbres y tradiciones culturales de sociedades recíprocamente desconocidas. En definitiva, Internet llegó para quedarse y para modificar los comportamientos y hábitos de los seres humanos en todas sus facetas; en la forma de comprar y de vender bienes, de acceder a la cultura, de intercambiar ideas, de dirigirse a las administraciones públicas.
Sin embargo, no todo brilla en la revolución digital. Sin saberlo, usuarios, clientes, y consumidores cada vez que hacen clic a una web, red social, navegador o aplicación dejan su “huella digital”, y con ella, dependiendo el nivel de precaución, algunos riesgos que pueden ser aprovechados en cualquier momento, nunca se sabe, por un ciberdelicuente para hacer algún tipo de extorsión o fraude.
Desde el Instituto Nacional de Ciberseguridad (Incibe) con el fin de evitar situaciones desagradables y conflictivas, insisten en sugerir en la necesidad de cuidar la información personal que se facilita en redes, navegadores y aplicaciones.
Recomendaciones a tener en cuenta
Correo electrónico y número de teléfono
Son datos generalmente imprescindibles a la hora de contratar o vender bienes y servicios, presentarse a una oferta de empleo o acceder a contenidos digitales en plataformas educativas o de ocio. Los expertos advierten que compartirlos de forma indiscriminada puede favorecer que atacantes expertos en ingeniería social se aprovechen para cometer ciberestafas, fraudes o extorsiones.
Dirección y ubicación
Presumir de vacaciones a los seguidores indicando ubicación puede salir muy caro; una agresión o un atraco en destino es factible al exponer una vida relajada, de derroche y de lujo.
Si además en publicaciones anteriores se ha referido a la dirección habitual de la vivienda, el usuario aumenta las posibilidades de un robo en su ausencia.
Documentación personal
La publicación de fotografías del permiso de conducir, del DNI, pasaporte, titulación o cualquier otro documento importante contribuye a la suplantación de identidad y a que los ciberdelincuentes tengan a mano cometer un fraude, chantaje o extorsión.
Fotografías de menores
La Ley del Menor vigente protege la difusión de imágenes de niños y niñas hasta su mayoría de edad.
En consecuencia, la publicación de fotografías de hijos, sobrinos, nietos y menores en general, no solo incumple la normativa actual sino que, además, les proporciona una alta e innecesaria exposición al desconocerse en mando de quiénes podrían acabar las mismas.
Legalmente y por seguridad, los niños y niñas deberían aparece siempre con la cara tapada para proteger su identidad.
Fotografías comprometedoras
En los últimos años, con el auge de aplicaciones de contacto de las más variadas, el ciberacoso y la sextorsión son más que habituales.
Los expertos en ciberseguridad advierten que las imágenes con contenido íntimo no deben compartirse en redes sociales, ni siquiera para personas selectas: si bien en muchas de las apps existen opciones de borrado, las fotografías son de fácil descarga para el receptor el cual podría exponerlas más tarde a cambio de dinero.
En relación a la recomendación anterior, mención especial requieren los menores que, sin control parental de sus progenitores, pueden ser presas fáciles ya no solo de ciberdelicuentes sino también victimas de machistas y de pederastas.
Conversaciones de ámbito privado
La difusión de capturas de pantalla de conversaciones privadas no solo viola la vigente Ley Orgánica de Protección de Datos de Carácter Personal al incluir a terceras personas que no han consentido su publicación.
En conclusión, más allá de la cuestión ética, subir dichas conversaciones a Internet puede acarrear una cuantiosa multa económica para el promotor en caso que el tercero denuncie por haber difundido, sin su consentimiento, datos sensibles de su persona.