Todo el mundo habla de salud, de la importancia del deporte y de los hábitos saludables. Sin embargo, cuando hay que legislar, se les olvida aquello de que “quien entrena, cuida”.
Lo que se está gestando en silencio, muy en silencio, es una ley que pretende decidir quién puede trabajar en el mundo del deporte y quién no. Así, de golpe. No por experiencia, ni por resultados, ni por formación contrastada. No. Por la pandemia de titulitis que se expande por España de manera sistémica, es decir, no tener el título correcto, los mejores no podrán trabajar. ¿Y quién decide cuál es ese título? El COLEF, el lobby de los licenciados en Educación Física, que lleva años intentando que su papel sea obligatorio para cualquiera que quiera entrenarte.
Resulta curioso que, según las fuentes consultadas, las comunidades que más apoyan este cierre de mercado son Madrid, Valencia y Andalucía. Las mismas que van dando lecciones diarias sobre libertad económica, sobre libre competencia, sobre la España emprendedora.
“¿Por qué las administraciones más "ayusistas", tan beligerantes contra el intervencionismo del Estado, se convierten aquí en guardianas del monopolio? ¿Por qué marginar a escuelas de formación profesional, a entrenadores certificados, a gimnasios con décadas de experiencia, a centros que sí forman y sí funcionan?”, se preguntan estas fuentes.
El COLEF no se oculta, denuncian los profesionales consultados, "quiere una reserva de actividad. Es decir: que sólo los suyos puedan ejercer. Aunque eso deje a miles de trabajadores en la calle, destruya negocios consolidados o vulnere principios básicos del derecho de la Unión Europea". Es importante recordar que, según indican expertos en derecho comunitario, Europa reconoce la FP y los certificados profesionales. Pero esta ley le pone todas las trabas posibles. Una nueva rebelión de España contra la normativa comunitaria que, hay que recordar una vez más, es prevalente sobre la española.
Y mientras tanto, el relato es el de siempre: “esto se hace por tu salud”.
Las fuentes consultadas señalan que existen estudios que señalan que en los gimnasios hay entre 1 y 6 lesiones por cada mil horas de práctica. En el deporte federado infantil, la cifra se dispara hasta 15. Pero nadie habla de eso. Todo el foco está puesto en el entrenador personal, el autónomo del fitness, el trabajador del gimnasio. El que no tiene estructura detrás. El que no depende de regalías, ni de universidades ni de subvenciones.
La pregunta que se hacen los representantes de los entrenadores personales ya no es si la regulación es necesaria. Es quién la está escribiendo, para quién, y contra quién. “Porque si esto fuera de verdad por la salud de los ciudadanos, se hablaría de revisiones médicas, de niños federados, de deporte inclusivo, de fisioterapeutas, de médicos deportivos y de ética”, afirman.
Pero no. Aquí de lo que se habla y se pretende legislar es quién se queda un pastel donde hay mucho dinero. Y quién se queda fuera.