El PP se juega que vayan cuatro gatos a su acto de protesta contra la amnistía

14 de Septiembre de 2023
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Manifestación en la Plaza de Colón de la extrema derecha de Vox y las derechas de PP y Cs en 2019, foto Agustín Millán

El Partido Popular ha convocado un acto, mitin, manifestación o pícnic de amigos (ni ellos saben qué denominación darle a ese evento) para protestar contra la amnistía a los encausados por el procés. La reunión más bien parece una mezcla de impotente pataleta por no haber alcanzado el poder el 23J y de montaje propagandístico con el que Feijóo trata de satisfacer el impulso patriotero/histérico del ala dura aznarista, aunque el gallego sabe de antemano que la concentración no va a servir de mucho. El líder popular tiene la investidura perdida (ninguna fuerza política quiere prestarle los cuatro escaños que le faltan para formar gobierno porque su traje apesta a Vox) pero algo tiene que hacer, entretanto, para que no parezca que arroja la toalla sin pelear hasta el último aliento. Así que el hombre va mareando la perdiz como puede.    

De momento, Feijóo ha llamado a participar en la fiesta (a celebrar el 24 de septiembre en la Plaza de España de Madrid) a todo español decente que esté cabreado con las negociaciones de Pedro Sánchez con Puigdemont,con independencia de sus ideas políticas. “Aquí no pedimos el carné del PP a nadie”, ha asegurado en las últimas horas el mandamás gallego. Ahora bien, más allá de que el Partido Popular tenga derecho a montar estas performances, cabría preguntarse si el acto le conviene estratégicamente o por contra va a reportarle más inconvenientes que ventajas. Y ahí es donde muchos piensan, y con razón, que el dirigente orensano va a meterse en un nuevo charco peligroso. Hay motivos suficientes para pensar, a priori, que el evento no le favorece por varios motivos.

En primer lugar, el momento elegido. La amnistía todavía no se ha decretado (lo más probable es que Puigdemont se levante de la silla de negociación en cualquier momento) de modo que no tiene mucho fuste convocar una “manifa” cuando el hecho contra el que se protesta ni siquiera se ha producido. Es tanto como poner la venda antes de la herida. Además, se supone que Alberto Núñez Feijóo sigue siendo el primer candidato encargado por el rey Felipe VI para presentarse a la investidura y tratar de formar un gobierno. Su misión ahora sería recabar los apoyos necesarios entre las diferentes fuerzas políticas del arco parlamentario, mayormente entre los nacionalistas. Sin embargo, en lugar de estar buscando esos cuatro escaños hasta debajo de las piedras con propuestas imaginativas que puedan seducir a los posibles socios, se embarca en una manifestación contra los que quieren romper España. No es lógico.

Aquí lo único que queda claro es que Feijóo, desde el 23J, siempre ha sabido que no tenía ninguna posibilidad de gobernar y aún así ha estado jugando al gato y al ratón para dilatar todo el procedimiento y poner palos en las ruedas del segundo candidato, Pedro Sánchez, que en teoría debe entrar en escena después de él. Por tanto, el jefe de la oposición ha hecho perder el tiempo a mucha gente. Se lo ha hecho perder al rey, que debe andar ocupadísimo con la mili de la princesa Leonor; se lo ha hecho perder a su partido (que a esta hora debería estar ya en modo oposición); se lo ha hecho perder a los españoles (a los que ha estado mareando con un juego ficticio en el que ni él mismo creía); y se lo ha estado haciendo perder al país, que necesita un gobierno cuanto antes para seguir acometiendo las reformas y retos que tiene planteados. Feijóo ha convertido algo tan serio y solemne como el ritual de la democracia en un vodevil, en una broma pesada.

En segundo lugar, la convocatoria no ha gustado a algunos barones del partido, que no ven claro qué sentido tiene montar a la militancia en los autocares y llevarlos a un acto que solo va a servir para reforzar a Sánchez (en el PSOE ya han dicho que les encanta esa manifestación urgente que dejará a Feijóo aún más en evidencia). Es cierto que en el sector duro ayusista/aznariano ven con buenos ojos la iniciativa. Pero a fin de cuentas ellos son los más cafeteros, los más exaltados, los más hooligans, los que se lían la manta a la cabeza y se echan al monte con el trabuco, en plan guerrillero de Sierra Morena, sin pensar en las consecuencias. La orden de sacar a las huestes a la calle proviene directamente de Aznar, que ha llamado a la rebelión popular, algo que, desde el Gobierno, quizá algo exageradamente, se ve como un nuevo intento de alzamiento nacional. En cualquier caso, los moderados del PP, los muchachos de Borja Sémper, están horrorizados ante la posibilidad de que ese acto se llene de voxistas y al final Feijóo tenga que hacerse una segunda foto de Colón con Santiago Abascal. Desde ese punto de vista, la poco reflexionada protesta sería un auténtico desastre, ya que solo serviría para que la extrema derecha acapare los focos al grito de “Sánchez traidor”, “Que te vote Txapote” y “España una, no cincuentaiuna”. Vox va a darle mucha importancia a esa cita del 24 y no tardarán en volar los pollos, las banderas de la Falange, las esvásticas y toda la parafernalia que suele acompañar a esta gente.

Y en tercer lugar, lo más probable es que la convocatoria pinche en hueso. Después de la frustración del 23J, el votante derechista se siente desmovilizado, desmotivado, también cabreado por la estrategia fallida de Feijóo, y no está para muchas gaitas. Primero la incompetencia de unas elecciones que parecían ganadas por mayoría absoluta; ahora el recurso al lloriqueo que no servirá para nada. Todo apunta a que irán cuatro gatos, unos cuantos más que a aquellas concentraciones de Ciudadanos en su último momento de decadencia, pero no muchos más.

Al final, queda la sensación de que Feijóo ha sido llevado a rastras a esta convocatoria por el ala ultra del PP. Aznar y Ayuso (que ha confirmado asistencia a otra manifestación contra la amnistía a celebrar en Barcelona, para calentar aún más el ambiente) han pasado a la acción callejera. El soñado asalto al Congreso trumpista está cada vez más cerca.

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