Feijóo entrega la cuchara

24 de Octubre de 2023
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Feijóo da por hecho que Pedro Sánchez será investido con el apoyo de los independentistas catalanes y vascos. ¿Qué quiere decir esto? Primero que el jefe de la oposición tiene algún tipo de información privilegiada que le permite saber que las negociaciones de Moncloa con Carles Puigdemont van por buen camino. Y en segundo lugar otra cuestión obvia: que Pedro Sánchez va a conceder la amnistía, pero no el referéndum exigido por Junts y Esquerra. De estar dispuesto el premier socialista a hacer algún tipo de concesión, como puede ser una consulta popular sobre la autodeterminación de Cataluña, el gallego ya la estaría aireando a los cuatro vientos como escandalosa noticia confirmada y por supuesto, sin ninguna duda, la estaría empleando como munición contra el sanchismo.

Por tanto, todo parece ir conforme al guion establecido. Con todo, Feijóo vaticina un mandato corto que en ningún caso llegaría a los cuatro años y que estaría liderado por una persona “sin honra” y “sometida al independentismo”, o sea Sánchez. El dirigente popular, como todo hombre de derechas, es un chapado a la antigua, un marqués de Bradomín “católico y sentimental” (lo de “feo” lo dejamos para su señora) y tiene un concepto de la honra tan arcaico como el que manejaban aquellos viejos literatos del teatro del Siglo de Oro. ¿Por qué iba Sánchez a perder la honorabilidad solo por pactar con partidos independentistas? También pacta Feijóo con la extrema derecha, que es mucho más miserable e indecoroso, y no se ruboriza ni por un momento. Puigdemont será un prófugo de la Justicia que se salta las leyes, la Constitución, todo lo que usted quiera, pero es un señor que no ha matado a nadie y al menos es un demócrata convencido que solo pide el derecho de su pueblo a votar. Los prebostes de Vox, sin embargo, son fervientes admiradores del legado político de Franco, es decir, del régimen totalitario fascista cuyo golpe de Estado del 36 costó la vida a un millón de españoles. Y eso sí que no tiene perdón de Dios. Así que, por ahí, Feijóo pierde más honra que Sánchez. 

No está el dirigente popular como para dar lecciones de honestidad a nadie. La honra puede perderse de muchas maneras, y no solo pidiéndole los votos a Junts para poder completar la investidura. La honra se pierde organizando redes corruptas como la Gürtel, Lezo o Púnica, tal como hizo el Partido Popular durante años; la honra se pierde repartiendo sobresueldos de la Caja B del partido como una jugosa pedrea navideña; la honra se pierde fácilmente, como la virginidad, en fin, promocionando mafias policiales patrióticas y cloaqueras dedicadas a espiar a la disidencia política.

Estamos en pleno siglo XXI y el señor Feijóo aún no se ha enterado de que vivimos en plena posmodernidad, donde la honra sencillamente no vale nada (basta escuchar las burradas que dicen la mayoría de altos cargos de su partido, que se pasan la rectitud, la moralidad, la honestidad y la verdad por el arco de triunfo). Los individuos de las sociedades actuales posmodernas ya no se rigen por valores o principios éticos superiores, abandonan todo tipo de idealismos y se dejan llevar por la búsqueda del éxito fácil e inmediato (en esas está precisamente Sánchez, en cerrar exitosamente un pacto de Gobierno, aunque sea rebuscando votos debajo de las piedras, ya lo dijo él mismo). El propio Fejóo se ha mostrado como un gran relativista (y no precisamente por seguir la física de Einstein), sino porque ostenta el récord de mentiras por minuto proferidas por un candidato popular en un cara a cara televisado con el adversario del PSOE.

En cualquier caso, nos encontramos ante una semana crucial para el futuro de la investidura. En estos días debe cerrarse el acuerdo PSOE/Sumar, que está pendiente de unos flecos. Sánchez quiere zanjar el asunto cuanto antes, pero Yolanda Díaz le aprieta para que incluya en el acuerdo la reducción de la jornada laboral, el estatuto del becario y la prolongación del impuesto a la banca. Un último escollo será el reconocimiento expreso del derecho de Palestina a su independencia como estado soberano. El pacto rubricará el momento estelar, ya que presidente y vicepresidenta en funciones escenificarán la unidad de la izquierda española en un momento especialmente delicado para el país. Falta saber si Podemos fracturará esa cohesión inicial. Los morados están malmetiendo y reclaman el Ministerio de Igualdad para Irene Montero. O carguete o no hay alianza, así de claro. Cuesta trabajo pensar que el partido fundado por Pablo Iglesias pueda poner en peligro el futuro del próximo Gobierno progresista abocando al país a unas nuevas elecciones, que sería tanto como entregarlo a la extrema derecha de nuevo cuño. Pero en este Podemos de rebajas y en vías de extinción cualquier cosa puede ocurrir. Los cuatro supervivientes que quedan defienden sus cuotas de poder con uñas y dientes y están dispuestos a romper la baraja y a morir matando si no les dan un nuevo negociado. No reparan en que, si vamos a nuevas elecciones, solo servirá para ratificar el mal presagio: acabar en el vertedero de la historia como Ciudadanos.

De momento, quien también huele a pacto de gobierno con los indepes es Cuca Gamarra, que exige a Sánchez una fecha concreta para la sesión de investidura. En el PP quieren la revancha por el desplante que les hizo el presidente socialista en el primer intento fallido de Feijóo, cuando el gobernante socialista se negó a confrontar con el candidato popular. Este segundo debate se prevé mucho más duro y bronco que aquel, si cabe. Óscar Puente ya calienta en la banda.

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