Felipe González ha sido siempre un gran defensor del sistema actual y de la simbiosis entre democracia y Monarquía, olvidándose de las raíces republicanas del partido político que lideró y de la ideología que lo alumbraba.
La Fundación Felipe González ha hecho pública una serie de documentos personales del expresidente del Gobierno entre los que destaca uno en el que se hacen una serie de reflexiones acerca de la situación política de España.
El documento está fechado el 10 de octubre de 1997, cuando González ya había abandonado la primera línea de la política tras la derrota electoral ante José María Aznar.
Defensa de la institución monárquica
En el documento, Felipe González señala con claridad que hay que «deshacer operaciones de presión/abdicación/sustitución republicana», lo cual supone un refrendo incondicional a la institución que ocupa la Jefatura del Estado por mandato de Francisco Franco y un abandono absoluto de la esencia republicana del Partido Socialista.
Por otro lado, González, haciendo en dos ocasiones mención a que no es monárquico, afirma que es consciente de que «nuestro modelo no es posible que se sustituya como al Gobierno o al Parlamento con otras elecciones» y que «en los últimos dos siglos todas las graves crisis de convivencia entre nosotros han estado precedidas o acompañadas de crisis de la Monarquía, desde la Constitución de Cádiz hasta nuestra democracia».
Realmente, Felipe González es un monárquico institucional, por más que afirme que no lo es. Hay un dicho popular que señala que, cuando en una frase se utiliza la palabra «pero», todo lo que va por delante de la conjunción adversativa no sirve.
Estas notas de Felipe González lo confirman las declaraciones que hizo casi dos décadas después, cuando dijo que el PSOE «era republicano en tanto la Monarquía no respetaba la democracia». Sin embargo, un gran analista político como ha sido siempre el expresidente del Gobierno, o, al menos, eso aparenta por sus largas reflexiones, debería tener en cuenta que la Monarquía, en sí, es contraria a la democracia, independientemente de si respeta o no el Estado de Derecho. El sistema democrático se demuestra, entre otras muchas cosas, por el hecho de que los gobernantes están controlados por los gobernados. En consecuencia, el sistema de sucesión genital en el que se basa la Monarquía es la antítesis un modelo de Estado basado en el sufragio universal.
Por otro lado, González también señaló en otra ocasión, para justificar el «borbonismo» del PSOE, que su partido no era republicano sino «accidentalista» porque «si la Monarquía no gustaba de la democracia, el PSOE, que vivía de y con la democracia, no gustaba de la Monarquía».
Felipe González, además, ha pedido en repetidas ocasiones que quienes quieran hacer un referéndum «que sean demócratas» y se propongan obtener «la mayoría necesaria para reformar las reglas de funcionamiento. Eso es respetable, pero no que se quieran saltar las normas».
Sin embargo, en el último Congreso Federal, el de la unanimidad exigida por Pedro Sánchez, se impidió votar una enmienda de Izquierda Socialista para que el PSOE iniciara los procedimientos constitucionales y legales necesarios para la convocatoria de un referéndum sobre el modelo de Estado. Precisamente, Felipe González fue la estrella, después de un Pedro Sánchez que, cada se va mimetizando con lo que fue González. Por algo será.