El discurso de Navidad del Jefe del Estado, Felipe VI, ha sido un llamamiento claro al consenso positivo en aras del bien común y, sobre todo, ha puesto en tela de juicio todos aquellos movimientos populistas que están poniendo en duda la esencia misma de la democracia. En ningún momento ha mencionado a la extrema derecha, pero sobrevolaba en cada referencia que se hacía a aquellos que ponen en duda el sistema, el negacionismo de cosas evidentes, como el cambio climático e, incluso, la propia democracia.
El rey ha iniciado su discurso con un recuerdo a los afectados a la DANA, pero, sobre todo, ha tenido un importante contenido político. Sin hacer menciones directas, Felipe VI ha dejado claro lo que muchos españoles creen: que la única solución a la actual situación pasa por un consenso de alturas que deje de lado las diferencias ideológicas que determine un escenario de estabilidad que baje el tono de la contienda política.
«Por encima de las eventuales divergencias y desencuentros, prevalece en la sociedad española una idea nítida de lo que conviene, de lo que a todos beneficia y que, por eso, tenemos el interés y la responsabilidad de protegerlo y reforzarlo. Es responsabilidad de todas las instituciones, de todas las Administraciones Públicas, que esa noción del bien común se siga reflejando con claridad en cualquier discurso o cualquier decisión política. El consenso en torno a lo esencial, no sólo como resultado, sino también como práctica constante, debe orientar siempre la esfera de lo público. No para evitar la diversidad de opiniones, legitima y necesaria en democracia, sino para impedir que esa diversidad derive en la negación de la existencia de un espacio compartido», ha dicho el rey.
Felipe VI ha enfocado temas que preocupan a los ciudadanos, como la situación internacional o la inmigración, de la que ha afirmado que «es un fenómeno complejo y de una gran sensibilidad social que responde a causas diversas. Sin los movimientos de población a lo largo de la historia no podrían explicarse las sociedades del presente; que son sociedades abiertas e interconectadas. Siendo, por lo tanto, una realidad cotidiana, las migraciones pueden derivar –sin la gestión adecuada– en tensiones que erosionen la cohesión social».
El discurso del Jefe del Estado ha estado marcado por múltiples referencias a las cuestiones que afectan directamente a los jóvenes. Es evidente que este sector de la población es el que más se está colocando en las posiciones antisistema por, precisamente, la falta de soluciones los gobernantes actuales (tanto el gobierno actual como el anterior).
Uno de esos aspectos es la actual crisis de acceso a la vivienda, a la que ha destinado una parte importante de su discurso y, nuevamente, ha hecho referencia al diálogo y el consenso. «Es importante, de nuevo, que todos los actores implicados reflexionen, se escuchen unos a otros, que se examinen las distintas opciones y que sea ese diálogo conduzca a soluciones que faciliten el acceso a la vivienda en condiciones asumibles, en especial para los más jóvenes y los más desprotegidos, pues ésta es la base para la seguridad, el bienestar de tantos proyectos de vida. Y realmente podemos hacerlo».
Felipe VI ha hecho una mención directa al espíritu de la Transición y al consenso que llevó al país desde una dictadura muy cruel a una democracia. Ha hecho énfasis en una expresión: «concordia» lograda a través del consenso.
«Un pacto de convivencia se protege dialogando; ese diálogo, con altura y generosidad, que debe siempre nutrir la definición de la voluntad común y la acción del Estado. Por eso es necesario que la contienda política, legítima, pero en ocasiones atronadora, no impida escuchar una demanda aún más clamorosa: una demanda de serenidad. Serenidad en la esfera pública y en la vida diaria, para afrontar los proyectos colectivos o individuales y familiares, para prosperar, para cuidar y proteger a quienes más lo necesitan. La reciente reforma del artículo 49 de la Constitución, referido a las personas con discapacidad, es un buen ejemplo de lo que podemos lograr juntos. Y no podemos permitir que la discordia se convierta en un constante ruido de fondo que impida escuchar el auténtico pulso de la ciudadanía», ha señalado.
Esa referencia directa a la reforma del artículo 49 de la Constitución es un mensaje directo al PSOE y al PP para que actúen, precisamente, con altura de miras, con política de alturas, para que dejen la contienda constante y recuperen el espíritu del consenso, porque, con la atronadora realidad actual, España necesita reformas muy profundas que sólo se pueden lograr a través de la unión en las más altas esferas del Estado de los dos principales partidos.
Felipe VI también ha hecho referencia directa a la situación económica y, nuevamente, ha lanzado un mensaje directo. Ha hablado de la buena marcha de la economía o de las exportaciones, pero también ha dejado claro el grave problema que el país tiene de pobreza y de exclusión social.
«España es un gran país. Una Nación con una historia portentosa, pese a sus capítulos oscuros, y modélica en el desarrollo democrático de las últimas décadas, derrotando incluso el acoso terrorista que tantas víctimas causó. Un país con un presente que, pese a lo mucho que nos queda por hacer, por ejemplo, en materia de pobreza y exclusión social, resulta prometedor al observar el comportamiento de nuestra economía –en términos, entre otros, de crecimiento, empleo o exportaciones– y el nivel general de nuestro bienestar social. Y ante el futuro, creo sinceramente que los españoles tenemos un enorme potencial que nos debe infundir esperanza, tanto en el plano nacional como en la escena internacional».