Ni la rueda de prensa de Pedro Sánchez, ni el plan de choque anticrisis que ha puesto en marcha el Gobierno, ni siquiera la invitación de Vladímir Putin a negociar la paz con Ucrania. La noticia de ayer fue el último escándalo monumental que ha protagonizado Felipe Juan Froilán de Todos los Santos de Marichalar y Borbón, el hijo de la infanta Elena que hace unos días se vio implicado en una supuesta pelea con navajas a la salida de una discoteca, según informaciones de El Confidencial. No es el primer suceso escabroso que protagoniza el sobrino de Felipe VI, su currículum de gamberradas empieza a ser preocupante. El debate está servido y está siendo objeto de tertulias en todas las cadenas de radio y televisión, así como en los periódicos digitales, donde los editorialistas y articulistas de opinión dedican amplios espacios a analizar el último desmán de un muchacho que por lo visto se ha propuesto acabar con el cada vez más escaso prestigio del que goza la maltrecha monarquía española.
¿Debe intervenir urgentemente Zarzuela? ¿Debe Felipe VI dar un puñetazo en la mesa y poner orden en sus allegados más próximos, incluso advirtiéndoles de que si no mantienen un comportamiento exquisito y ejemplar a la altura de lo que se espera de un miembro de la realeza española podría retirarles todos los derechos dinásticos y cargos nobiliarios? La lógica aconseja que sí. Un rey tiene la obligación de velar por la buena imagen y el decoro de la institución que dirige ya que, de tolerarse todo, de permitirse el todo vale a parientes más o menos lejanos, la decadencia y la degradación están más que aseguradas. En la historia de España abundan los casos de supuestos personajes de sangre azul que se atrincheraron de mala manera en la Corte, entre bufones, palmeros, parásitos de la sociedad y camarillas, dándose al escándalo y a la corrupción más delirante con el consiguiente daño para el país. A propósito de Felipe V, escribe Álvaro Van den Brule en El Confidencial: “Este calavera coronado se paseaba en pelotas por los pasillos de palacio recibiendo a los embajadores como Dios le trajo al mundo. Padecía insomnio, llevaba una vida muy descontrolada, hacía mucha vida horizontal generosa en sensaciones reconfortantes, se mordía constantemente hasta el punto de querer devorarse cuando la compulsión alcanzaba cotas extremas, cosa que lamentablemente para sus gobernados nunca consiguió. Las malas lenguas señalan que no se llevaba bien con el agua y que su presencia era notable a distancia. En conclusión, que en este país tener un rey de una pieza no es cosa fácil”. Y famosas son las anécdotas que circulan sobre Alfonso XIII, el rey playboy y su afición a los vídeos pornográficos de la época, hasta el punto de que se le considera el promotor del cine X en aquellos tiempos convulsos. “El bisabuelo de Felipe VI fue un monarca con tendencia a transgredir las normas. Gracias a la labor del Borbón su círculo cortesano pudo consumir este metraje de alto voltaje”, publica El País.
Una monarquía no solo debe de ser honrada, limpia y éticamente irreprochable, sino parecerlo. Lo contrario, tolerar a miembros de la realeza que se dan a todo tipo de comportamientos indecorosos o degenerados, a la dolce vita, incluso a reyertas nocturnas en plan El club de la lucha o Rebelde sin causa, supone firmar el certificado de defunción de toda una dinastía. Jaime Peñafiel, habitual cronista de Villa y Corte, lo tiene claro. “Froilán siempre en la discoteca, siempre en la discoteca…”, se lamenta el veterano periodista en el programa Todo es mentira de Cuatro, donde reprocha al hijo de la infanta Elena que haga prevalecer su alta posición social allá por donde va, como en aquella cola para entrar a un cuarto de baño público donde espetó: “¿Es que no saben quién soy?”. “Esa frase es una cosa que sobra porque él no es nadie. Va presumiendo de ser sobrino carnal del rey. Esas cosas perjudican mucho a la monarquía que ya está bastante perjudicada por otros comportamientos. […] Cuando vas diciendo ‘¿no sabes quién soy?’ de forma chulesca, ¿qué vas a hacer?”, opina Peñafiel. Para el periodista, “la Casa Real tiene que acotar pública y oficialmente que este señor no es la Casa Real. El rey tiene que decir oficialmente que la Casa Real soy yo, mi mujer y mis hijas y punto”. Peñafiel critica también a Victoria Federica, hermana de Froilán, por “haberse convertido en influencer de no sé qué”. A juicio del experto en Casa Real, “Zarzuela tiene que decir de una vez ‘ya no quiero saber nada de esa familia’. No son Familia Real y van de Familia Real”. Peñafiel considera que Froilán “es violento por naturaleza”, y que “siempre ha sido un rebelde desde aquella famosa foto en la boda de su tío cuando golpeó a una damita de honor”. Por último, le parece absurdo que la prensa cortesana española venga a sugerir que Froilán puede ser rey de España algún día al ocupar el cuarto puesto en la línea sucesoria.
Por su parte, el político del PP José Manuel García-Margallo considera que una cosa es la Familia Real y otra distinta la familia del rey. “Y es verdad que este señor (Froilán) no pertenece a la Familia Real, pero sí a la familia del rey, por eso nos estamos ocupando de él. Su comportamiento afecta al prestigio de la Corona. Como tendrá derechos especiales por ser quien es también tendrá obligaciones de respeto y de tener más cuidado que el resto de los ciudadanos. Eso pasa también en Inglaterra: Harry y Megan ya no forman parte de la Familia Real”.
Además, la analista Verónica Fumanal considera que Froilán ha obtenido notoriedad pública por ser “hijo de”. “Doña Letizia, sin tener una educación real, está haciendo un papelón en la Corona (papelón en el buen sentido, no quiero que se me malinterprete). Y este señor que sí ha tenido una educación cortesana creo que está tirando por tierra todos los esfuerzos de los reyes por dar una buena imagen a la institución después de los malos comportamientos de Juan Carlos I”.
En cualquier caso, Froilán se está convirtiendo en el mejor aliado de los republicanos. Cada andanza o fechoría publicada por la prensa es una palada más de tierra sobre la institución monárquica y está dando argumentos más que suficientes a todos aquellos que creen que España debería ser una república ya.