Las ganas de fiesta de los jóvenes provoca cada noche una estampida en busca de territorios en los que las restricciones a la movilidad provocadas por la Covid-19 sean más laxas. Cientos de jóvenes se juntan para acudir a botellones que se celebran en municipios en los que no existe el toque de queda. Así sucedía la noche del sábado en Regencós, en el Baix Empordà, un municipio con menos de 300 habitantes que se vio tomado por 500 jóvenes llegados en 200 vehículos y que convirtieron un entorno natural y tranquilo en una macrofiesta.
A pedradas
La fiesta ilegal se celebró en un espacio natural del municipio tomado por medio millar de jóvenes dispuestos a pasarlo bien por encima de todo. Atrás quedaban sus municipios de origen y las medidas sanitarias. El desenfreno les llevó hasta hacer caso omiso a la policía, a la que apedrearon cuando apareció con intención de acabar con la juerga. Pero nada detuvo a los jóvenes que estuvieron de fiesta hasta las 6 de la mañana.
Sin herramientas
El espacio quedó lleno de basura y con evidentes destrozos. La alcaldesa del municipio manifestaba en la televisión catalana que son muchas las fiestas nocturnas que se celebran y que “no tienen herramientas para hacer frente al alud de jóvenes que vienen en busca de fiesta. Según la alcaldesa, ni las multas ayudan a la solución, ya que los jóvenes son “de buena cuna ” y “no les importa pagar las multas”.
Efecto llamada
El temido efecto llamada de los municipios sin toque de queda se ha convertido en una realidad. Así, en el municipio de Calonge la policía realizó sólo en la noche del sábado 100 actuaciones y puso 41 denuncias. El enfado es evidente y así lo manifiesta el alcalde del municipio, Jordi Soler: “De una vez por todas, o se nos vuelve a confinar o que abran todos los pueblos”.