Carles Puigdemont no se mueve ni un milímetro de sus posiciones: o Sánchez lo hace presidente o el Gobierno de Madrid cae. En las últimas horas Toni Comín ha advertido de que o el PSOE entroniza al líder de Junts o se acabó el apoyo al Ejecutivo de coalición. Puigdemont ha defendido en redes sociales su legitimidad para presentarse a la investidura en Cataluña y pone como ejemplos a Artur Mas y Alberto Núñez Feijóo, que ganaron sus elecciones, pero no llegaron a gobernar. Ahora bien, ¿se trata de legitimidad o de chantaje al Estado?
La pregunta es si Pedro Sánchez tragará con ese órdago. Si analizamos en su justa medida la situación, veremos que hacer presidente a Puigdemont sería un error histórico que podría liquidar al PSOE. A esta hora, Ferraz, y también Salvador Illa, el ganador de los comicios, juegan con una hipótesis más plausible: la repetición electoral. Mientras tanto, Comín ha asegurado que volverá a España entre el 25 de junio y el 25 de agosto “en el marco de las investiduras” en el Parlament, y que lo hará junto a Puigdemont y al exconseller Lluís Puig.
“Para ser prudente, nuestra vuelta no puede ser antes del 25 de junio, ni tampoco más tarde del 25 de agosto. El periodo de retorno es este”, dijo Comín en una entrevista este jueves en Rac1. Unas declaraciones que ha realizado tras la aprobación definitiva de la ley de amnistía en el Congreso de los Diputados. Ambas fechas señaladas por Comín son claves, ya que el 25 junio es el plazo máximo para celebrar el primer debate de investidura en el Parlament catalán, y el 25 de agosto, o finales, es la fecha aproximada en la que terminaría el plazo para investir al president de la Generalitat de Cataluña. Después de esto, hay 47 días para volver a convocar elecciones.
Mientras tanto, Jordi Pujol alerta sobre la deriva de la actual política catalana. Tras asegurar que la amnistía “es una buena noticia y, por lo tanto, nos tenemos que alegrar”, el pope de la derecha catalana afirmó que aunque “Cataluña no va bien políticamente”, va “mejor de lo que parece”. Además, manifestó un deseo: “A ver si se pone todo el mundo de acuerdo, salimos adelante y hay un poco de seny” (esa elegancia innata y ese saber hacer que habitualmente se atribuye a los catalanes). Pujol tiene la sensación de que Cataluña “no acaba de funcionar bien”, aunque asegura que “con gente, directivos y entidades buenas”, y con sindicatos, empresas y patronales en modo de “sensatez”, se puede devolver a Cataluña al lugar privilegiado que ocupó en el pasado.
“En el mundo político, no tanto, y en el mundo de algunas manifestaciones de la sociedad, que está una pizca enervada, extremada, tampoco”, manifestó Pujol sobre la situación actual. Si bien después añadió que el mundo empresarial y sindical reflejan que "el país realmente es juicioso”. Preguntado sobre cómo ve la política catalana y sus representantes, hizo un breve silencio, seguido de una broma: “¡Ahora sí que necesito dos horas!”, expresión que arrancó carcajadas y aplausos entre los asistentes.
Cuando Pujol habla es como cuando habla Aznar para la derecha española. Pese a sus causas judiciales y los escándalos de corrupción que arrastra, sigue siendo una voz autorizada, sobre todo en el mundo posconvergente. De hecho, en ese partido hay muchos que apuestan por volver a poner el contador a cero, abandonar la vía de la unilateralidad hacia la independencia y volver a ser aquella vieja Convergencia que ganaba unas elecciones tras otras. Por otro lado, está el sector puigdemontista, partidario de seguir apretando el acelerador hasta donde se pueda hasta arrancar al Estado un referéndum de autodeterminación. De quién gane ese pulso, dependerá el futuro de la derecha catalana.