Prosiguen las tortuosas negociaciones del Gobierno con Junts, el partido de Carles Puigdemont. A medida que avanzan los contactos, en medio del más absoluto secreto, la sensación que se traslada es que empieza a haber algo de cansancio, incluso de hastío, entre los equipos negociadores. El diálogo ha quedado estancado en un punto, el que se refiere al referéndum de autodeterminación, en el que, tal como era de prever, no hay posibilidad alguna de encuentro entre las partes. “Si sólo se habla de referéndum es muy difícil que podamos avanzar”, aseguró el pasado fin de semana el presidente del Ejecutivo español. Así que la gran pregunta a esta hora es cuándo se van a levantar de la mesa los interlocutores. Quizá sea solo cuestión de tiempo.
Desde el principio se vio que toda esta puesta en escena de Ginebra no llegaría a ninguna parte. Sánchez no puede ofrecer un referéndum sin terminar ante el Tribunal Supremo y el líder de Junts es un hombre maximalista, tozudo, alguien que jamás renuncia a nada y mucho menos a esa consulta popular sobre el futuro de Cataluña que él considera innegociable. La amnistía solo era un punto de partida, aunque ahí Sánchez cedió mucho más que su interlocutor, de tal forma que él como presidente, y el PSOE, están pagando un coste político brutal. Sánchez sabía que en este viaje a ninguna parte se dejaría buena parte del respaldo popular que cosechó el 23J. Votantes socialistas, de la izquierda real, e incluso del sector moderado, que le dieron su papeleta solo por una razón: frenar a la extrema derecha. Sin embargo, una vez investido, Sánchez ha tenido que empezar a pagar las deudas pendientes. Y esos electores prestados (y también enfadados por una negociación con el independentismo que no figuraba en el programa electoral del PSOE), empiezan a huir en desbandada.
La reciente encuesta del CIS, dada a conocer el pasado viernes, refleja ese desgaste. El PP sigue dos puntos por delante del partido socialista, y aunque la diferencia no es importante ni insalvable, sí demuestra un cambio de tendencia. O Sánchez corta ya con Puigdemont, o le pone encima de la mesa el documento final para que lo firme o lo rechace (obviamente sin incluir el referéndum), o la pérdida de apoyo de la opinión pública irá in crescendo como una sangría imparable. Continuar con el teatrillo solo conducirá a desgarrar aún más al PSOE, a enervar los ánimos de los jueces y a que la extrema derecha saque rédito de su descarnada campaña contra el sanchismo traidor y felón a la patria.
Descartada la posibilidad del referéndum de autodeterminación, porque “no cabe en la Constitución”, Sánchez propone buscar un nuevo acuerdo transversal con más autogobierno para esta comunidad autónoma. Al mismo tiempo aseguró que no hay fecha fijada para una nueva reunión con el expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont, pero “lo lógico es que sea después de la ley de amnistía”, al igual que su reunión con el líder de ERC, Oriol Junqueras.
Postura de máximos
“Quiero restar transcendencia a un hecho político que tiene interés mediático. Desde el punto de vista de la política lo relevante es que hemos tomado la decisión de aprobar una amnistía y acabar con la dinámica judicial de lo ocurrido en la pasada legislatura. Es normal, lógico y coherente”, recordó Sánchez.
Preguntado sobre si esa cita con el líder de Junts tendrá lugar tras la publicación en el BOE de la ley, ha señalado que “no tiene por qué ser después de publicarse”, aunque ha puntualizado que “lo más lógico es que cuando el poder legislativo haya votado se produzcan esas reuniones”.
Sánchez acudirá al encuentro, señalan las mismas fuentes, “con ánimo constructivo y con ganas de seguir trabajando para llegar a acuerdos que mejoren la vida del conjunto de los ciudadanos”, teniendo en cuenta que “la colaboración institucional a todos los niveles es necesaria para optimizar recursos, para un buen funcionamiento de los servicios públicos y para atender” las necesidades ciudadanas.
De hecho, el presidente ha emplazado al independentismo a aparcar su postura “de máximos” con el referéndum y a hacer un “ejercicio de pragmatismo” para facilitar acuerdos que permitan “reforzar el autogobierno” de Cataluña. En declaraciones a RAC1, horas antes de reunirse con el presidente catalán, Sánchez ha negado que el referéndum deba ser el siguiente paso que acordar tras la ley de amnistía, como piden Junts y Esquerra.
Mejor feeling tiene el Gobierno con los republicanos de Oriol Junqueras, que parecen haber aparcado de momento la vía unilateral hacia la República catalana para hacer realpolitik. De la entrevista entre Sánchez y Aragonès han salido cinco “grandes acuerdos”, según informa La Sexta. Estos puntos cerrados serían la convocatoria de una reunión de la Mesa de Diálogo en el primer trimestre de 2024 (esta entrevista, según ha recordado Sánchez, será la primera de la legislatura y la cuarta desde la primera, en ella el Govern defenderá su posición de celebrar un referéndum); la aprobación de una ley de garantía del plurilingüismo que garantice el derecho de la ciudadanía a dirigirse a la Administración General del Estado en lenguas cooficiales; el traspaso de la gestión del Ingreso Mínimo Vital, una medida que se aprobará ya en el próximo Consejo de Ministros del 27 de diciembre; el impulso y financiación del proyecto para la instalación en Cataluña de un centro tecnológico de producción de chips, Innofab; y el desarrollo, a partir de enero, del acuerdo y calendario para avanzar en el traspaso de los servicios ferroviarios de Cercanías o Rodalies. Todo ello mucho más tangible, más concreto, que la utopía en la que parece estar instalado Carles Puigdemont.