Carlos Sánchez

Operación Vistalegre 2, la crónica crítica

13 de Febrero de 2017
Actualizado el 02 de julio de 2024
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Iglesias

Mi psicoanalista una vez me dijo que cuando alguien habla mucho de algo, generalmente expresa una carencia. Y bien pensado resulta bastante lógico el razonamiento porque cuando alguien pide algo con insistencia generalmente es porque no lo tiene. Ayer en Vistalegre 2 lo que se pedía hasta el paroxismo era “Unidad”. Con ese grito se recibía al más que probable ganador de este Congreso; Pablo Iglesias. Todos los que se acercaron a ese púlpito a declamar sus slogan pedían lo mismo y el público respondía por pura lógica pavloviana. Ha leído bien, he dicho público. Porque eso es lo que había ayer sábado en Vistalegre. Público. No había militantes -ahora degradados a categoría de inscritos- sino público. No había debate, ni contraposición real de ideas. No había mesas para que los militantes, perdón, inscritos pudieran tomar notas. No había votaciones puesto que la gente ya venía votada de casa, y los nunca suficientemente ponderados/as secretarios/as y presidentes/as de mesa (tan necesarios para la higiene democrática de cualquier congreso que se precie de llamarse político) habían sido sustituidos por un simpático presentador de barba kilométrica y su risueña compañera. Será más moderno, más sofisticado, y es innegable que los slogan que venden están menos gastados por la erosión que el tiempo produce en la credibilidad. Pero en lo esencial, lo de este fin de semana en Vistalegre no fue un congreso político sino un evento mediático, más parecido a la Superbowl que a una asamblea de “la gente”. 

Como en un festival de música, la gente que había pagado su entrada religiosamente se agolpaba en la puerta esperando ser entretenida, que es lo que más conviene cuando uno paga por una entrada, perdón, donación. Igual que en el Primavera Sound, los artistas principales ocupaban las horas centrales de la sesión y el público abarrotaba las gradas para escuchar sus canciones favoritas. Sin duda la más coreada en esta versión universitaria de Operación Triunfo era la de “Unidad”. Cada vez que sonaba su melodía, tocaba aplaudir  -sobre todo tratándose de las estrellas del concierto. Pero no todos disfrutaban de la música. A los de Errejón no les hacía tanta gracia, y aplaudían por imperativo. Aplaudían por la pura inercia. La mal fingida cordialidad acompañó el discurso de Errejón, que forzaba sus mejores escorzos para no desentonar en un paisaje plagado de lugares comunes. Su empeño en no ser asimilado al PSOE resultaba ciertamente tierno pero ni siquiera eso fue suficiente para calentar al público, que se había quedado frío recordando las refriegas de las últimas semanas. El escenario no podía ser más propicio para Pablo Iglesias que es notablemente más hábil que Iñigo Errejón en el arte de entretener. Pero sin duda la gran sensación de la jornada fue la pareja formada por Miguel Urbán y Teresa Rodriguez, cuyas soflamas encendían al público casi tanto como las del líder y que dicho sea de paso, aportaron el único contenido político de toda la mañana. Tras las ruedas de prensa posteriores se atisbaba entre los de Errejón una cierta mueca de desazón, infinitamente menos joviales que sus compañeros de las otras listas. Incluso los miembros de la cuarta lista en discordia, Podemos en Equipo,parecían sentirse más cómodos. 

Era turno para las candidaturas a Secretario General. Un trámite que sólo pareció tomarse en serio el primer candidato, Moreno Yagüe, asumiendo su condición de sparring de Iglesias con gran aplomo y seriedad. Sirvió para telonear al plato fuerte del festival; el discurso de Pablo Iglesias como aspirante a la Secretaría General de un partido que representa a 5 millones de personas ha sido probablemente la mayor falta de respeto a la democracia interna a la que yo he tenido el infortunio de poder asistir. Por si hubiesen sido pocos los aplausos recibidos a lo largo de toda la mañana tras la imperial entrada y posterior discurso, decidía hurtar el debate para darse un segundo baño de aplausos, invirtiendo su tiempo de exposición en recordar a todos y cada uno de los miembros de su lista arrancando una cerrada ovación tras otra, dejando la traca final para su última mención; Iñigo Errejón. Aquello fue un misil que alcanzaba la linea de flotación de Errejón. Con el pie cambiado, Errejón no tuvo ni tiempo de darse cuenta de que llegaba tarde al aplauso. El ánimo entre sus filas se desplomaba mientras Vistalegre se caía al grito de “Unidad”, que en ese momento sonaba casi a insulto, a esputo propulsado violentamente contra la cara.  

Los chicos y chicas de Errejón reflejaban el triste augurio de una derrota sonada. Habían metido demasiada carne en el asador, y al parecer no tenían plan B. Comparecían ante los medios como desorientados, como aristócratas desahuciados sin saber muy bien como actuar. Seguían repitiendo las mismas consignas que traían aprendidas de casa, pero sin fe. Llevaban el resultado que se conocería el domingo escrito en la cara y el fantasma de las purgas flotaba encima de sus cabezas. Pablo Iglesias, borracho de ovaciones, indisimuladamente se pavoneaba en su asiento, consciente de su victoria. La sesión del sábado se acercaba lacónicamente a su fin, y el histerismo de la mañana poco a poco se iba relajando. La calma chicha que se vivía en Vistalegre sólo se alteró en un par de ocasiones, con motivo de un intento de escrache que la muy mediática Rita Maestre sufría durante la intervención, y en el momento que Pablo Iglesias decidió darse un paseo por el foso de Vistalegre, en el que una verdadera marea de gente se precipitaba hacia él, tratando de tocarle, como si de un gurú milagrero se tratase. La algarabía fue tal, que Pablo se vio obligado a reconsiderar su paseo y sentarse para permitir que la representante de Anticapitalistas, Gloria Mazarrón, pudiese acabar la exposición de su documento político. 

Suponemos que fue una noche larga para Errejón y los suyos, esperando a que los resultados se hiciesen públicos como vacas dirigiéndose al matadero. La asamblea del domingo no tuvo otro aliciente que conocer los resultados de la cruenta batalla fratricida. Para calentar motores, abrían la sesión los ganadores de las propuestas más votadas por los inscritos. Básicamente se trataba de hacer un repaso por las ya conocidas propuestas de Podemos en base a las cuales se consiguiese aquel esperanzador resultado de las elecciones europeas de 2014, en las que la formación morada ponía patas arriba el mapa político español. Esas mismas propuestas que durante los últimos dos años la cúpula dirigente de Podemos se encargase de matizar hasta resultar irreconocibles. Cosas de la democracia radical del click y el votante virtual. Un público enfervorecido jaleaba todas y cada una de las propuestas como si de verdad fuesen a llevarse a cabo alguna vez. 

Y por fin llegaba el momento en el que el verdadero sentido de este congreso se materializaba. El resultado que los rostros de los errejonistas ya adelantaban en la jornada del sábado, y que la actitud exultante de Juan Carlos Monedero se encargaba de confirmar en el canutazo ofrecido a la prensa hoy por la mañana. Pablo Echenique y Clara Serra subían al púlpito para escenificar una unidad que se antoja ciertamente difícil teniendo en cuenta los resultados obtenidos. Pablo Iglesias se proclamaba Secretario General con un 90% frente a su “no oponente” Moreno Yagüe, al más puro estilo PCUS. La lista de Errejón obtenía alrededor de un 35% de los votos en sus documentos y en la lista presentada, suficiente para formar una corriente opinión pero desde luego muy insuficiente para desafiar al Secretario General del modo que ha venido haciéndolo en los últimos meses. La opción de la corriente de opinión es bastante poco probable dado que las diferencias ideológicas se antojan demasiado tenues por no decir inexistentes. De lo que se puede entresacar de leer los farragosos documentos presentados y vistas las exposiciones de proyecto político, cabe plantearse que las diferencias entre Errejón y Pablo no trascienden del plano personal. Su feligresía sin embargo, si plantea diferencias, aunque quizás no tanto en lo político como en lo sociológico.

En resumen, ante este panorama sólo cabe esperar el modo en el que se van a depurar las responsabilidades por el espectáculo brindado, en un escarnio público más parecido a las peleas de los hermanos Gallagher de Oasis que a la pretendida lucha ideológica que han querido representar, en el que los globalistas de las ONG al servicio del capital han aprovechado para meter a sus caballos de Troya por si sonaba la flauta. Se acababa así Vistalegre 2 con la sensación de que la izquierda de este país ha vuelto a perder la oportunidad de demostrar que existe una verdadera alternativa de gobierno al Partido Popular. No creo que esta fiesta del click retransmitida por streaming vaya a hacer que el PP sienta el más mínimo temor. Para terminar esta desangeladora crónica, y al más puro estilo Rafa Mayoral, quiero recordar aquel lema del 15M que tan bien encaja hoy. LO LLAMAN DEMOCRACIA Y NO LO ES. 

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