Se nos va el año. A buen seguro que, a estas alturas, habrán leído tropecientos artículos haciendo balance del año. Con tintes negativos, positivos, o pretendidamente objetivos. Y también con buenos propósitos para el año que viene, y hasta con cartas a los Reyes Magos. Nada nuevo bajo el sol, desde luego. Y tal vez poco pueda aportar yo. Pero no me resisto a la tentación de empuñar las teclas y ponerme a ello. Son las cosas que nos pasan a quienes nos escribimos encima.Podría decir que 2017 ha sido un buen año. Y la verdad es que no me ha ido nada mal. Muchas alegrías y algún que otro disgusto en mi vida. Lo que muchas personas dirían que es para no quejarme, vamos. Pero debe ser que no soy buena gente, porque sí me quejo, y mucho, aunque a mí personalmente no me haya ido mal. O quizás es que soy demasiado ilusa, o hasta tonta. Pero no me puedo quedar con que sea un buen año con todo lo que nos ha dejado de recuerdo. Y lo que te rondaré, morena.Por eso no puedo acabar el año sin acordarme de las casi cincuenta mujeres asesinadas por esa maldición que es la Violencia de Género, ni de esas criaturas asesinadas por hacer daño a sus madres. Ni de tantas mujeres que luchan cada día contra ello sin saber si serán las próximas cuyo nombre engrosará esa cifra que debiera avergonzar a todo el mundo. Para las que ya no están, de nada sirve un pacto de estado que de momento no ha consistido en otra cosa que no sean palabras y golpes de pecho, aunque ojalá pudiera al menos paliar las consecuencias para sus huérfanos y huérfanas. Para las que siguen luchando, dénse prisa antes de que sea tarde. Cada minuto es oro. Tampoco me olvido de tantas y tantas cosas que siguen ahí pero de las que pocos parecen acordarse. De quienes siguen jugándose la vida para cruzar fronteras en pos de una vida mejor y a quienes se les sigue dando la espalda. Ni de todas las personas que siguen sufriendo la intolerancia, el odio y la pobreza extrema mientras permanecemos anestesiados en nuestra zona de confort.Ni olvido, por supuesto, a quienes perdieron la vida a manos de unos asesinos cuyo fanatismo no se puede llamar religión sino barbarie pura y dura. Ni la resignación de pensar dónde será el siguiente.No olvidaré tampoco a todas las personas para quienes eso de la salida de la crisis no es más que una quimera, porque continuan teniendo problemas no para acabar el mes sino para comenzarlo.Sin embargo, sí quisiera olvidar todo el odio vertido y el tiempo perdido peleando por banderas y emblemas. Como si a los muertos o a sus familias les importara el color de la bandera con que cubran su féretro o los himnos que se entonen en sus funerales.Y también quisiera olvidar toda la corrupción que ha seguido pudriendo tantas cosas. Ojala las noticias que se refieran a ella sean solo por hechos del pasado aunque cristalicen en condenas del futuro.Así que, además de paz y amor, y que no falte la salud, lo que pido al año nuevo son hechos, y no palabras. Porque estoy harta del “mucho te quiero perrico, pero pan poquico”. Ya no cuelaFeliz año 2108. Que sea un poco mejor, que su antecesor se lo ha puesto fácil.
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