Corría el año 1995 cuando un guardia civil de 21 años, fuera de servicio, falleció, a causa de un navajazo recibido en la arteria femoral, en el hospital Clínico de Barcelona. No iba solo, ya que lo acompañaba otro agente. Los dos vestían de paisano y en el momento de la agresión iban desarmados. La investigación arrojó un dato escalofriante, los autores, varios, pertenecían a los skinheads (cabezas rapadas), un movimiento con una estética bien definida, cuya característica destacable es el uso de la violencia, especialmente cuando van en manada. El motivo, según publicó la prensa, el robo.
Inmediatamente se diseñó un dispositivo especial para identificar a la totalidad de skinhead que hubiera en Barcelona y alrededores. La noticia causó estupor y la ciudadanía, a través de los responsables políticos y policiales, reclamaba más seguridad. Si un grupo de desalmados con la cabeza rapada habían sido capaces de asesinar a un guardia civil, a sangre fría, ¿quién nos protegerá a nosotros? Las patrullas de la policía nacional (el Zeta) salía de sus respectivas comisarías con unas órdenes bien claras: identificar a todos esos skinhead que campaban a sus anchas por la ciudad. Recuerdo que nos movíamos en hilera de hasta cinco Zetas (con dos integrantes por vehículo) y se sumaron furgonetas de la U.I.P (Unidad de Intervención Policial) y las eficientes motos (patrullas de dos). Recorríamos los parques, principalmente, e identificábamos a todos los que (según el criterio del jefe de dispositivo) pertenecían a los cabezas rapadas.
Los jefes, presionados por los políticos, pedían cifras. Y cifras les íbamos a dar. Comenzamos a identifica a (disculpen la expresión) todo Dios. Si había un grupo de cuatro o cinco personas sentados en un parque, fumando porros, y uno de ellos llevaba el pelo corto, parábamos al lado y los identificábamos a todos. Oficial, esos no son skinhead, protestó algún policía. Me la suda, identificadlos a todos, respondía. Quieren skinheads, pues skinheads les vamos a dar.
En unas semanas la prensa sensacionalista se llenó de titulares sobre el número de identificados como pertenecientes a los cabezas rapadas, solo en la ciudad de Barcelona. Pero… ¿realmente había tantos?
La estadística es de las peores lacras de la policía, porque a los agentes se les exigen cifras y cifras dan. Y ahora traslado esta pregunta a la actualidad y cambio skinhead por bandas latinas: ¿De verdad hay 45.000 integrantes de estas bandas, solo en Madrid?