La falsa dicotomía Ayuso-Sánchez: son lo mismo

01 de Abril de 2025
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La falsa dicotomía Ayuso Sánchez son lo mismo

Miles de bytes se llevan gastados en presentar una dicotomía interesada entre el presidente del gobierno, Pedro Sánchez, y la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. Bytes, más hertzios por aquello de las radios, bien remunerados desde luego, pero un gasto ingente de energía para producir una dicotomía falsa pues, sépanlo, en el fondo tanto uno como otra son lo mismo. O lo que se puede decir de mejor manera, defienden los mismos intereses de casi las mismas personas. En las formas pueden parecer distintos, incluso existen matices no fundamentales propios del juego de máscaras que es la política desde hace siglos, pero en lo básico están enlazados a la misma misión de la élite.

En ambos casos lo más patente de su actuación política es la hipocresía. Son hipócritas sin ningún tipo de miramiento. Cuando mienten, que es casi siempre, se mantienen impertérritos e incluso tienen la frialdad de sonreír. Tampoco dudan en aniquilar a aquel que ose discrepar o desvelar esa hipocresía y tenga cierto predicamento social —no teman por el trabajo de quien esto escribe, aunque alguno ya intentó llevárselo por delante—. No les mueven las personas —son meros personajes en su gran obra teatral— sino el propio interés y el de aquellos que realmente les mantienen donde están. La única diferencia es que, en alguna que otra ocasión, sirven a distintas fracciones de la clase dominante prosiguiendo la lucha que se produce en el interior de esa. No más.

Cada uno se vende como representante de una parte de esas ideologías ajadas y manoseadas hasta la extenuación que muestran en su desempeño actual. Si han aguantado en sus puestos, como se dijo más arriba, es porque se han comprado una guardia de corps en los medios de comunicación. Los que hablan bien de uno, hablan mal de otra y viceversa. Los que muestran la falta de ética de una, callan ante la carencia absoluta de ella del otro. Y así van creando una bola pirotécnica que estalla en multicolores para entretenimiento de los idiotas (por utilizar el concepto de Armando Zerolo y Fernando Muñoz en sus respectivos libros que deberían leer). Más que entretenimiento amansamiento de ellos.

Ni honor, ni ética

La realidad es que ambos carecen de ética y de honor (por seguir la senda abierta con la hidalguía por Enrique García-Máiquez y la ética por David Cerdá). Ahí tienen a Sánchez utilizando los elementos del patrimonio nacional para su disfrute como si fuese un marqués bajo el absolutismo. Que hay que ir de concierto, Falcón y helicóptero. Que hay que ir de vacaciones, finquita con todos los lujos para él y sus amigos. No menos gastona es Ayuso. Viajes a EEUU para hacer una rueda de prensa y reunirse con empresarios de medio pelo que no invertirán dos dólares —los grandes fondos de inversión entran por la vía Moncloa— y se llevarán seis. En ambos casos uso y abuso de las televisiones públicas a su cargo para enaltecimiento de sus personas y desprestigio de sus opositores. Millones de euros se van en ello.

Mientras que uno dice se presenta como el máximo representante del “progresismo” —¿no es igualmente progresista Ayuso?—, de la izquierda, no hace más que legislar contra los intereses de la clase popular para favorecer a las élites. Ayuso por su parte va pauperizando los servicios públicos para que la extracción de la clase dominante sea mayor en ese capitalismo de amiguetes que hay instalado en Madrid desde hace décadas. Uno dice subir los impuestos a los ricos, la otra dice bajárselos, pero los acaban pagando los de siempre, autónomos y asalariados. Los que están por encima no pagan. Eso sí, los dos utilizan el dinero público, el que es producto de la extracción mediante impuestos, para sus subvenciones y pagos improductivos en términos económicos que no políticos. Deben pensar que no es de nadie.

Uno se dice de izquierdas y, como pasa en la película italiana Aprile con Nanni Moretti gritando «¡Dí algo de izquierdas!», utiliza un lenguaje y una praxis totalmente neoliberal. Ayuso se muestra como una defensora del cristianismo, tanto como constitutivo de Europa como interiormente, pero no falla en hacer todo lo que provoca que el cristianismo vaya desapareciendo. Lo mismo pasa cuando hay que aparentar ser conservadora con otras cosas. Si hay que dar cheques a las familias numerosísimas se hace, pero ella sigue el ejemplo de mujer “empoderada” del neoliberalismo, vamos que olvida pasar la antorcha con el fuego. Ambos hablan de libertad pero sin referencias a la verdad (mucho menos a la belleza como pedirían los clásicos). No son más que las dos caras de un mismo movimiento que pretende destruir lo que Europa, que al final es occidente pues EEUU no lo es en sí, sino un híbrido, ha sido y en algún caso es.

Hijos y ejecutadores del sistema

Ambos defienden identidades que no son sino aquellas que ponen en cuestión a la familia, el feminismo real —ambos defienden los vientres de alquiler—, el concepto de nación-Estado soberano —no es lo mismo que el nacionalismo—, lo religioso —aunque en ambos casos, como dice Jean-Claude Michéa en El complejo de Orfeo, es para cambiarlo por la religión neoliberal del progreso—, lo distinto y lo idéntico —trama hegeliana muy bien traída por Diego Fusaro en su último libro, Defender lo que somos—, todo en aras de una indistinción de las personas con sus diferencias controladas y subsumidas en el sistema globalista, ergo intercambiables y sustituibles.

El avance tecnológico a toda costa, dan igual los embriones o los cíborgs que se utilicen o la depredación de nuevos minerales, con gran floritura —por aquello de lo verde, que no tiene nada que ver con la conservación natural—, a mayor gloria de la acumulación de la clase dominante. Si leen a Francis Fukuyama en Identidad entenderán mucho mejor todo lo expuesto en las líneas anteriores, les asustan los identitarios —ahora son calificados de fascistas o de nazbols—, los católicos —los protestantes como interpretan ellos mismos la Biblia siempre encuentran alguna parte que les da la razón para actuar como actúan—, los conservadores de derechas e izquierdas, esto es cualquiera que defienda valores distintos, que defienda lo propio y lo ajeno como parte de una comunidad que avanza con el tiempo. Por ejemplo, los tradicionalistas no les molestan porque, al fin y al cabo, tan sólo se regodean en las cenizas, pero ¡ay de aquellos que portan la antorcha!

No se dejen engañar, como decía monseñor Francisco Javier Martínez en Más allá de la razón secular, ambos, Sánchez y Ayuso, son parte del mismo proceso civilizatorio, o descivilizatorio, el del neoliberalismo de la clase dominante. Ambos tienen esa pulsión totalitaria propia de esta época donde parece ser que se veta, por debajo de la mesa o por encima de la legislación, al que opina distinto, siempre y cuando eso distinto sea antisistémico. Sí porque ser conservador, de derechas o izquierdas, hoy es ser antisistema. Incluso los que se presentan como antisistema no son más que otra rueda del engranaje sistémico. Sirven al mismo amo, el diablo disfrazado de Mamón. Ambos son, por tanto, mamones.

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