De momento Miguel Ángel Gil ya ha abierto la máquina de recaudar dineros, no vaya a ser que al final la gente se enfade… más y acabe por no ingresar lo suficiente. Esto es, lo que él estima conveniente en cada momento, por eso las fechas cambian aunque tienen la buena educación de avisar. Otros milloncejos para pagar algún pufo que tendrán por ahí porque en esta SAD viven casi al día. Ni un autónomo pasa tantos apuros. A esto hay que sumar los ingresos de Champions y demás primas asociadas que no están mal. En una temporada regular tirando a mal, entra dinero en caja.
El problema es que esta mala temporada ha provocado un vendaval que ha movido los velos y se han podido ver las vergüenzas. Pese a que, mediante asados y cariños varios, la prensa viene repitiendo como papagayos que es la mejor plantilla de la historia (gastando menos, mucho menos), la realidad es la que ha visto cualquier aficionado. Se está en posición de garantizar otra temporada en Champions gracias a que los demás tampoco es que puedan competir sobrados (en algún caso puede la presión, en otro no llega con la ayudas arbitrales). Eso lo ve hasta Gonzalo Miró, aunque no lo diga porque se queda sin chollo de opinólogo, ergo sin clin, clin, caja.
El hombre de negro no da para más con los mimbres que tiene y, este año se ha notado demasiado, con las manías que antes se opacaban con jugadores decentes. Porque el aficionado rojiblanco no pide superestrellas del firmamento futbolístico (se tiene una, el marido de Erika), sino jugadores que no estén al borde la jubilación o que posean dos piernas. Una izquierda y otra derecha, que en algún caso parece que tienen las piernas iguales (izquierda e izquierda). Tipos que sepan competir cada partido, no hacer uno bueno y setenta malos. Y a ser posible que estén la mayor parte del tiempo sanos. Los que hubo antes y que todos recuerdan (Godín, Gabi, Tiago, Filipe…) seguramente no fuesen los mejores del mundo en su puesto, ni balones de oro, ni tonterías de esas, pero cumplían más que de sobra con lo que se le pedía y sabían jugar al fútbol. Algo que, aunque parezca sorprendente, no todos los jugadores de la actual plantilla saben.
Cualquier aficionado rojiblanco, más allá de las pajiplantillas, sabe lo que se necesita. Igual cuatro fichajes… buenos de verdad, a ser posible no argentinos —con Simeone no ha triunfado ningún argentino (no Correa no ha triunfado) y pasa como en el mundo editorial español, muchos argentinos y poca sustancia literaria— y que tengan dos piernas y un cerebro futbolístico. Seguramente Andrea Berta tenga la lista llena de esos jugadores; incluso Simeone valora mucho esos jugadores, el problema llega cuando Gil quiere pagar con tapas de Yoplait.
Los amanuenses del señor de Valdeolivas, el señor del cine no pinta nada a estos efectos, ya han salido a decir lo de todos los años, que antes de entrar deben salir. Y como siempre nos dicen que ese chaval es complicado porque gana mucho —de paso le echa a la afición encima siendo el que le ha firmado el contrato—, el otro porque no pagan lo suficiente y toda la afición viendo cómo van a hacer caja con Omorodion, vía Inglaterra, sin haberlo catado en el Metropolitano. Con el senderista ni caja, ni nada, pero como Gil ya le engañó con el salario, tampoco le preocupa demasiado (buena gestión esta). Vamos, que proyectan la película de terror de todos los años y como siempre es la misma ya ni cuela. Todos los aficionados saben que gastar poco y a esperar milagros con retales.
(Inciso: Nadie se está preocupando por algo sumamente importante para el año que viene: el preparador físico. Mucho más que fichar jugadores con dos piernas y sin ser rodillas raras, hay que acertar con el nuevo preparador físico. Esta temporada se muestra perfectamente lo fundamental que es en esta nueva era del fútbol. Todo el mundo sabe que al Atleti le da la gasolina para sesenta minutos decentes, sin errores en defensa, claro. Una posición tan importante como la de un delantero que tire a puerta, entre los tres palos, y que no parece interesar a la afición, ni a los que manejan las cuentas de rumores).
Este año se han vuelto a ver huecos en el Metropolitano donde antes había abonados. Y no es porque hayan dejado el abono sino porque parece que, como en los malos tiempos del gilismo, a la gente le empieza a dar pereza acudir al estadio para ver lo que se ve. Esto como al depreciación del equipo sí es un problema para Gil y compañía. No porque haya menos abonados —ya colocarían las entradas en los tour-operadores, si Tebas pone horarios decentes—, sino porque valga menos el equipo ahora que ya están decididos a vender cuando se termine el negocio de al lado. No es lo mismo negociar con un equipo con jugadores valorados que con Nahuel Molina (sí, aunque sorprenda) como jugador más cotizado. No es lo mismo negociar con un conjunto que genera odio (tipo Millwall) que un equipo de Madrid que gana, sí, pero no va más allá (como sucedía en los primeros años del cholismo). No es lo mismo negociar con una hinchada alegre y con ganas, que con una afición entregada a los milagros y sin ganas (salvo las de sacarse los ojos viendo los partidos).
El futuro no es tan halagüeño para los intereses de Gil como parece. Si quiere vender por un pastizal y que el retorno de la inversión hecha sea una milmillonésima parte (cuidado que el fondo de inversión le va a obligar a vender) de lo que pusieron (0), debe hacer un esfuerzo para el que las arcas y las necesidades no están en consonancia. No quedan más milagros en la chistera del de negro, así que o se acierta con los jugadores (y se le dice que abandone sus manías respecto a los mismos), o se vuelve a los tiempos oscuros del gilismo y eso es palmar mucho dinero. Y ya saben, la banca nunca gusta de perder dinero.