A Sánchez y Ayuso les gusta la fruta

20 de Septiembre de 2024
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A Sánchez y Ayuso les gusta la fruta

Si hace unos días hablábamos de la necesidad de tener una prensa libre y sana para que este sistema político, al cual se llama democracia liberal, sea lo más cercano a algo parademocrático, hoy no queda otra que analizar las aviesas intenciones de quienes ostentan el poder político respecto a otra de las bases de las poliarquías occidentales: la libertad de expresión. Junto a esta libertad esta su asociada la libertad de pensamiento pero no hay necesidad de enredar más las cosas, tan solo decir que sin una mente crítica, bien formada y con la información correcta no hay libertad de expresión que valga.

La libertad de expresión no es, o no solo es, decir lo que a uno le venga a la cabeza sin más. Poder expresar de forma argumentada lo que uno piensa es primordial. Poder expresar cualquier crítica fundamentada al poder sin recibir por ello persecución o cualquier tipo de punitivismo, tanto policial como social, es necesario. ¿Dónde está el límite? En aquello que afecte a los demás, más si cabe cuando se dicen mentiras o injurias. Incluso en esto la liberad de expresarse estará presente, especialmente si la mente no está educada (que nada tiene que ver con los estudios en sí), y los tribunales podrán determinar si existe delito o veracidad. La prudencia siempre sobrevolará antes de lanzarse a expresarse en términos poco amables a los demás y quien no la tenga pasará por la justicia.

Si mañana aquí se titulase «Pedro Sánchez es un hijo puta» o «Isabel Díaz Ayuso es una hija puta» (nótese que no es hijo o hija de, sino solo hijo o hija puta) y se pudiese demostrar de manera argumentada, con datos y hechos que lo son ¿debería un comité elegido por políticos sancionar y/o retirar la publicación, con el añadido de una multa administrativa? Hasta el momento quien observe que se miente sobre su persona tiene numerosos mecanismos para defenderse, especialmente, los tribunales de justicia. Cierto que en demasiadas ocasiones no se les exige a los calumniadores que actúen de la misma forma y durante el mismo tiempo que mintieron o injuriaron a la otra persona, pero es un simple matiz que se podría introducir en el código. Si usted ha lanzado siete tuits y ha tenido dos días en primera plana la noticia calumniadora, debería obligarse a poner la sentencia y los titulares diciendo que se ha mentido durante ese tiempo y en todas las redes sociales. Eduardo Inda haciendo un vídeo diciendo que ha mentido durante cinco minutos, por ejemplo.

Volviendo a lo exagerado de los titulares, lo que pretende el gobierno y sus aliados es que nada más aparecer ese titular se pueda sancionar y vetar tanto al medio como al escritor sin intermediación de un juez. No es lo mismo ser un hijo de puta que un hijo puta, lo segundo tiene una serie de matices del que carece lo primero y un juez mediante la aportación de pruebas, pese a lo malsonante del titular, podría admitir que todo lo que contiene el artículo es veraz y cierto. Ergo Sánchez y Ayuso son hijo putas. La diferencia es enorme, pese a lo exagerado del ejemplo, pues en un caso no se protege la libertad de expresión, opinión y pensamiento y en otro se protege hasta el límite de la injuria y la calumnia.

Es cierto que existen numerosos medios de comunicación que se dedican a la falsedad, las medias verdades, a tergiversar la verdad, pero no son ellos los que acaban difundiendo la mayoría de bulos sino tipejos en distintas plataformas. No reciben subvenciones, no reciben más financiación que la de los suscriptores y en ningún momento se les puede aplicar el Plan del gobierno para el control de los medios de comunicación. Para luchar contra los bulos se necesita, si acaso, una sección judicial especial de redes sociales y ya. Y está bien que cualquier gobierno luche contra la mentira, pero por ese camino no sería la primera vez que se luchase contra la verdad.

Teniendo al presidente del gobierno más mentiroso de la historia democrática no parece que la búsqueda de la verdad sea su principal objetivo. Un tipo que ha destruido los institutos estadísticos para que digan lo que él quiere que digan, un personaje tan siniestro que ha destruido la democracia interna del PSOE, un señor que hoy dice A y mañana, sin ruborizarse, dice B, no es de fiar en la implementación de controles a la prensa. Lo mismo pasa de quien se queja, como es la presidenta madrileña. Otra mentirosa, inculta y controladora de los medios de comunicación tampoco presentarse como la adalid de la libertad de expresión. Además ¿alguien duda que esa legislación contra la verdad de la que ahora se queja el PP no sería utilizada por ese mismo partido en su favor?

Porque en todo esto lo que está en juego es la verdad. Se está viendo con la guerra de Ucrania, se está viendo en los conflictos armados de África, se observa en las elecciones de otros países, se sufre en el día a día de la prensa española. Lo menos importante hoy es la búsqueda de la verdad, de parte de esa verdad, de los distintos puntos de vista sobre la verdad. Ahora no se presentan hechos sino consignas, prejuicios personales y discursos sometidos al dinero. La verdad solo se puede obtener pasando por caminos tortuosos y en estos cabe la posibilidad de cometer errores o sobrepasarse con buenas intenciones. Para corregir esos errores están los tribunales (siendo libres). Otro tipo de incursión solo puede oler a autoritarismo y esto nada tiene que ver con los partidos o el partidismo sino con la propia libertad personal de cada uno.

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