Julián Arroyo Pomeda

A vueltas con la trascendencia

09 de Octubre de 2021
Actualizado el 02 de julio de 2024
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humano

Vivimos en una era secular, pero lo trascendente se resiste a desaparecer. Por ello es pertinente preguntar tanto por el antagonismo como por la aproximación de ambos términos. Con tal cantidad de hechos empíricos que manejamos parece que debamos preguntarnos si tienen algún sentido. Esto es lo que hacen los autores en este trabajo (*), organizado en dos partes y ocho capítulos con una extensión desigual, pero todos unificados en torno al concepto de trascendencia dentro de un marco sociológico.

La primera parte empieza haciendo un guiño en el titular: trascendencia (s). Enseguida nos damos cuenta de que se trata no de trascender el mundo en el que estamos instalados, sino de algo muy distinto. No se trata de salir del mundo (“toda ciencia trascendiendo”, de San Juan de la Cruz), sino de la posibilidad de religar las partes inconexas de la sociedad moderna. Esto parece cada vez más necesario. No es imprescindible utilizar lo religioso, sino reflexionar sobre ello para poder comunicar lo que nos dice, averiguando su significado, y reivindicar la historia global en una cultura de la reflexión. Enseguida se nota que estamos ante una idea de trascendencia muy diferente de la clásica, y que la sociedad evidencia importantes cambios culturales.

Después se preguntan por la crisis de lo general, porque en una sociedad inclinada a la singularidad no se sabe bien que aporta lo general, o lo común, algo a lo que anteriormente se le ha dado tanta importancia. Actualmente, se lleva cada vez menos la actuación racional, lo igualitario, la cultura homogénea y la personalidad equilibrada, pero todavía se tiene nostalgia de las mismas. Ahora bien, ¿deberíamos conformarnos con dicha nostalgia? Las diferencias sociales siguen existiendo con mayor pujanza cada vez. Por eso es necesario reconfigurar la realidad.

¿Qué es en el fondo de la trascendencia? El editor la define como espacio simbólico de la condición humana, que tiene tanta importancia para la era secular.

La segunda parte se titula cuidados. Hay que cuidar las subjetividades emprendedoras, que constituyen una trascendencia personal en el espacio de la empresa contemporánea. Esto es lo que se denomina coaching, que no resulta nada intrascendente, porque se trata de sustituir la burocracia por la humanocracia, lo que no carece de importancia relevante para los grupos humanos.

Los tiempos del mundo secular son siempre demasiado acelerados, mientras que los de la experiencia religiosa son detenidos. Esto lo vive con alguna fruición la persona que se jubila. Los tiempos son aquí muy distintos. Ahora uno se levanta de la cama no pensando en la tarea que le toca hace, porque ya solamente hace lo que se le antoja, y se le ocurre en cada momento del modo más relajado posible. Tampoco establece para ello un tiempo aproximado, dado que ya el tiempo no corre con la aceleración, sino que va pasando con tranquilidad, no exenta, muchas veces, de cierto aburrimiento. Yo ya lo he dicho todo y no corre con una aceleración, sino que va pasando con tranquilidad, no exenta muchas veces de cierto aburrimiento. Yo ya lo he hecho todo y no me corre prisa acabar algo que anteriormente me pareció urgente. Por aquí pueden explayarse interpelaciones de la trascendencia para encontrar refugio, incluso.

En el arte corporal actual parece que decae la trascendencia y que lo sagrado se internaliza en la inmanencia, vinculándola a la experiencia del amor y la comunicación, ante tanta incomunicación humana como se evidencia con asiduidad.

Igualmente resurgen trascendencias en los cuidados sanitarios de hoy. El sufrimiento humano siempre ha sido uno de los retos de todos los tiempos, que se ha combatido con los medios disponibles en cada momento. En la actualidad vivimos con la enfermedad infecciosa de la COVID-19, que ha cuestionado el poder de la medicina y nos ha enfrentado, todavía más, con nuestra fragilidad de raíz. Ahora se hace imprescindible actuar conjuntamente en la búsqueda del bien común general, si queremos subsistir como especie, frente al individualismo exacerbado. Hay que prestar mayor atención a la finitud humana

La trascendencia conforma la unidad de este libro, que con sus diversas sendas nos ha puesto delante nuestras múltiples posibilidades a las que tenemos que enfrentarnos con el potencial de saberes que llevamos dentro de nosotros. La ciencia debe ser el norte que nos guíe en nuestro caminar, pero su hermanamiento con la trascendencia parece, igualmente, imprescindible y oportuno. Abrir la mente a perspectivas cada vez más anchas y universales ha sido lo que nos ha conducido a trascender los horizontes más familiares y provincianos. Encerrados en el terreno particular, es difícil ver algo más allá. ’Mi’ mundo no es ‘el mundo’. Pero me incluye tanto que se convierte en el marco en el que vivo. Solo cuando empujan las circunstancias puedo superarlo y ampliar los horizontes para alejar la opresión de los mismos y liberarnos. Entonces aparece el horizonte mucho más amplio de la trascendencia. Todo nos impulsa en la actualidad a caminar por esta senda para no quedarnos en el manido entorno individual, tan limitado.

Ese trabajo impulsa a asaltar horizontes y transitarlos por primera vez. Aquí ya no caben racismos ni imperialismos históricos de cualquier época que sea. Lo humano se trasciende a sí mismo en busca de nuevas acciones, que contribuirán a ensanchar nuestra mente hacia nuevas direcciones, anclados bien en los surcos de trascendencia.

(*) Sánchez Capdequi, C. (ED) (2021). Surcos de trascendencia en la modernidad secular. Madrid: Catarata, 221 páginas.

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