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Abandono rural e incendios: violencia moral

22 de Agosto de 2025
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Abandono rural e incendios: violencia moral

La teoría de la economía moral de James C. Scott nos ofrece una poderosa lente para entender el complejo y trágico problema del abandono de la España rural y su relación con la gravedad de los incendios forestales. Scott argumenta que los campesinos no solo actúan por una racionalidad económica individual, sino que se mueven dentro de un marco de normas de reciprocidad y justicia para asegurar la subsistencia de la comunidad. Esta lógica profunda, arraigada en el territorio, valoraba el cuidado colectivo del entorno, manteniendo los bosques limpios y gestionando el paisaje de forma que minimizaba los riesgos, al mismo tiempo que se extraían recursos esenciales para la vida diaria como leña, pasto o materiales de construcción.

Sin embargo, a lo largo del siglo XX, la penetración de una economía de mercado "desincrustada" rompió este frágil equilibrio. La agroindustria se expandió, las políticas neoliberales priorizaron la productividad y el abandono progresivo de las actividades tradicionales se hizo inevitable. A medida que las lógicas de subsistencia y reciprocidad se vieron socavadas, el campo español comenzó a vaciarse. Los jóvenes emigraron a las ciudades en busca de un futuro más prometedor, dejando atrás un paisaje que, poco a poco, se volvía "salvaje" de una manera muy peligrosa. Sin las manos que lo cuidaban, el monte se llenó de maleza seca y densa, convirtiéndose en el combustible perfecto para los grandes incendios que ahora azotan España cada verano.

Desde la perspectiva de la economía moral, los incendios no son solo un desastre ecológico, sino también la consecuencia de un colapso social y moral. Son el resultado del choque entre dos lógicas: la del mercado, que ve al campo como un lugar de rentabilidad o, en su defecto, como un espacio baldío, y la de la vida rural tradicional, que lo entendía como un tejido vivo, un patrimonio colectivo gestionado con normas de reciprocidad y supervivencia. Los incendios, en este sentido, simbolizan la traumática violación de esa economía moral, evidenciando que el abandono del campo no solo destruye un modo de vida, sino que también deja el territorio indefenso ante una de las mayores amenazas ambientales. Las "armas de los débiles" en este contexto, no son ya la resistencia sutil, sino el silencio de un paisaje deshabitado, que se rebela con la fuerza destructora del fuego. Es un eco de la resistencia pasada, pero ahora manifestada como la devastación de un ecosistema que perdió a sus guardianes.

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