Julián Arroyo Pomeda

Abascal y su declaración más incendiaria

04 de Septiembre de 2025
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Abascal y su declaración más incendiaria

La declaración de Santiago Abascal, líder de Vox, en la que pide “confiscar y hundir” el barco de la ONG Open Arms, al que califica como “barco de negreros”, ha provocado una oleada de reacciones políticas, sociales y mediáticas que merecen un análisis profundo.

Consideremos brevemente el contexto y contenido de la declaración.

Abascal publicó en la red social X que el barco de Open Arms “hay que confiscarlo y hundirlo” como “advertencia” para quienes, según él, promueven “la invasión de Europa”. Esta retórica extrema se enmarca en el discurso habitual de Vox sobre inmigración, que incluye propuestas de cierre de fronteras, eliminación de ayudas a migrantes y rechazo frontal a la colaboración con ONG humanitarias.

Lo más llamativo es el uso del término “negreros”, que históricamente se refiere a traficantes de esclavos. Aplicarlo a una organización que rescata personas en peligro en el mar es una distorsión semántica deliberada, que busca criminalizar la labor humanitaria y deshumanizar a los migrantes.

Open Arms es una ONG con sede en Barcelona que opera en el Mediterráneo y ahora también en la ruta atlántica, una de las más peligrosas para los migrantes que intentan llegar a Europa desde África. Su presencia en Canarias responde a un convenio con el gobierno autonómico para realizar labores de sensibilización y rescate.

Open Arms actúa como refuerzo en situaciones de emergencia, especialmente cuando los recursos estatales no alcanzan. Su trabajo ha sido reconocido internacionalmente por su compromiso con los derechos humanos. Han salvado más de 70.000 personas en diez años.

Las palabras de Abascal no son solo una provocación política: son un síntoma de una estrategia discursiva que busca polarizar, generar miedo y legitimar políticas de exclusión. Al atacar a una ONG que salva vidas, se pone en cuestión no solo la ética política, sino también los valores fundamentales de convivencia y humanidad.

Además, el uso de lenguaje bélico (“hundir”, “invasión”) convierte el debate migratorio en una confrontación militarizada, lo que dificulta cualquier aproximación racional, empática o basada en derechos humanos.

Este episodio revela la tensión creciente entre discursos de odio y políticas de acogida. La sociedad española, como muchas otras en Europa, se enfrenta al reto de decidir qué valores quiere defender el rechazo y el miedo, o la solidaridad y la dignidad humana.

Este episodio ha reavivado el debate sobre los límites del discurso político, especialmente en temas sensibles como la migración y los derechos humanos. Muchos ven estas declaraciones como una estrategia de provocación para movilizar a ciertos sectores, mientras que otros las consideran inadmisibles en una democracia

La historia de los negreros es una de las más oscuras y brutales del comercio global. Se refiere a los traficantes de esclavos que, entre los siglos XV y XIX, participaron en la captura, transporte y venta de millones de africanos como esclavos, principalmente hacia América.

Los negreros eran comerciantes que operaban barcos conocidos como barcos negreros, diseñados para transportar esclavos en condiciones inhumanas.

Formaban parte del llamado comercio triangular. Europa enviaba productos manufacturados a África, donde se intercambiaban por esclavos; estos eran llevados a América para trabajar en plantaciones; y los productos coloniales (azúcar, tabaco, algodón) regresaban a Europa.

Condiciones a bordo. Los esclavos eran encadenados y hacinados en espacios mínimos, sin higiene ni ventilación. Las tasas de mortalidad eran altísimas: entre el 15% y el 33% por viaje. Algunos capitanes, como el tristemente célebre Pedro Blanco, cometieron atrocidades como lanzar niños al mar por llorar.

España tuvo una participación activa durante siglos, especialmente en Cuba, donde la esclavitud no fue abolida hasta 1886.

En Cataluña, por ejemplo, familias burguesas se enriquecieron con este comercio. El historiador Martín Rodrigo documenta cómo Joan Mas Roig llevó 825 esclavos africanos al Brasil en 1844.

Muchos negreros españoles operaban incluso cuando la trata ya estaba prohibida, ocultando sus actividades para evitar la persecución de la flota inglesa.

El comercio negrero entró en decadencia a partir de 1807. Reino Unido comenzó a perseguir activamente los barcos negreros, capturando más de 1.600 embarcaciones y liberando a unos 160.000 esclavos.

El último barco negrero estadounidense fue el Clotilde, que operó ilegalmente hasta 1860.

Este capítulo de la historia no solo dejó cicatrices profundas en África y América, sino que también moldeó las economías y sociedades europeas. Hoy, muchos museos y académicos están sacando a la luz estos hechos para enfrentar el pasado sin tapujos.

España tiene mucho que lamentar en este asunto. Todavía nos acompaña la mala fama y hay quien nos la sigue recordando a lo bruto, lo que todavía es más imperdonable. Seguimos sufriendo humillaciones, pero lo de los ‘barcos negreros’ es históricamente una de las peores. Hubo familias, todavía admiradas en la actualidad, que se hicieron entonces millonarias entonces.

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