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Abril, sin debate republicano

14 de Abril de 2022
Actualizado el 02 de julio de 2024
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Alegoría-República_española_y_francesa

Un 4 de julio de 1978 el pleno del Congreso de los Diputados debatía una enmienda del parlamentario Heribert Barrera Costa, de Esquerra Catalunya e integrado en Minoría Catalana,  (aunque fuese en realidad de ERC, pero los partidos republicanos todavía no estaban legalizados  las elecciones del 77) presentaba una enmienda al artículo uno del proyecto constitucional que decía: “El Estado español, formado por una comunidad de pueblos, se constituye como una República democrática y parlamentaria que propugna como valores supremos la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político.”

Con 317 diputados presentes el resultado fue de 9 votos a favor, 185 en contra y 123 abstenciones. Si tenemos que de los votos favorables 3 pertenecían a  la UCD que se equivocaron, los  seis “resistentes” fueron, Enrique Tierno Galván del PSP, Emilio Gastón del Partido Socialista de Aragón, Francisco Letamendia de Euzkadiko Ezkerra, Ramón Trias Fargas de CDC, Ana Peligri del PDC y el propio Heribert Barrera. La derecha UCD y AP, así como los grupos nacionalistas CIU y PNV, votaban en contra, y se abstenían el PSOE y el PCE.

Luego de la dictadura, la aspiración a una república que significase una ruptura real con el franquismo, parecía más bien escasa. Además, si leemos detenidamente la propuesta y la actual vigente, nos encontramos con que la republicana coloca la democracia y las libertades por encima de la nación, mientras que la otra parte sitúa el hecho nacional cómo valor supremo y por supuesto, única nación. Es decir nos encontramos ante una concepción nacionalista y excluyente. Aún abría otra propuesta parecida en el Senado con similares resultados, y son hasta la fecha, los únicos debates parlamentarios sobre esta cuestión.

En cualquier sociedad cuando su marco jurídico-político entra en crisis lo normal es que se abra un debate sobre las alternativas posibles. Porque cuando la institución monárquica padece una crisis que todo el mundo reconoce, que el parlamento se niegue a debatir sobre las actividades no muy licitas del anterior rey, es una clara muestra de una democracia empobrecida y posiblemente también de una sociedad sin capacidad de generar alternativas de cambio o de exigencias a los diversas representaciones políticas, de que este se produzca.

Que esto se produzca es una suerte de orfandad donde el ciudadano como actor político se limita a la repetición de consignas y dogmas, como si de una religión se tratase lo que no es otra cosa que un sistema legal, perfectamente cuestionable. Establecer una suerte de impedimentos en base a un fatalismo histórico que determina que todo cuestionamiento del status vigente, va terminar mal como dicen los versos de Gil de Biedma, se corresponde con situar a ese país en un limbo del atraso histórico que significa la inacción, por ejemplo no haber alcanzado los avances que supusieron las revoluciones burguesas.

Más grave es señalar la imposibilidad de ese cambio en el dominio de unos poderes facticos, que a pesar de ese poder, aún nos dejaría un marco democrático con el que podríamos estar contentos teniendo en cuenta de dónde venimos, algo así como si en base al “mi marido me pega, pero me pega poquito” termináramos aceptando los malos tratos. Y también grave es la postura de quienes en su momento se abstuvieron, más preocupados porque no hubiese banderas republicanas en las manifestaciones, que ahora las herederas élites vuelvan a los mismos planteamientos: ahora no toca, no es una prioridad, la gente no lo plantea… eso sí, ahora se declaran republicanos y hasta celebran los 14 de abril, siempre que se quede en lo festivo y simbólico.

Es otra vez ignorar que hablar de un marco republicano no se refiere sólo a la forma de estado, sino que atañe a estructuras sociales y políticas, a un cambio y progreso, que aunque no sea revolucionario, sí democrático y social, que diputado Letamendia, fundamentalmente historiador, en aquel debate de las cortes no constituyentes: “La reforma conserva siempre parte de lo reformado, es este caso el franquismo, proyectándolo hacia el futuro.” Y no se caiga en una visión simplista del “franquismo”, como la dictadura personal y de las personas que biológicamente lo representaron, pues ya estaba allí cuando la dictadura de Primo de Rivera y siguió con el inicio de la reforma política que curiosamente tuvo como protagonista a otro Primo de Rivera y sigue estando en la actualidad como una continuación del bloque histórico de poder, asentado en diversas estructuras del estado, así como en las oligarquías económicas, que todo hay que reconocerlo, tienen una gran capacidad de adaptación, actualmente a los modelos neoliberales.

Una capacidad que no tienen quienes sitúan la “correlación de fuerzas”, como un algo inmutable, y negando el juego dialéctico de que toda hegemonía siempre tiene una visión contrahegemoníca, que en algún momento, por las circunstancias que fuesen, puedan convertirse en hegemónicas. Salvo que se acepte claro, que la España irreformable es real e inmutable, con lo cual poco habría que reprocharles a los que en un territorio si pueden si pueden alcanzar mayorías de progreso y rupturismo. Más bien es al revés, hoy sufrimos la paradoja de que una necesidad histórica y social, no se encuentra ni siquiera con una vanguardia, que sea capaz de marcar una hoja de ruta, que sin embargo los partidarios de la involución, si están sabiendo trazar, gracias precisamente a los “posibilistas”.

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