Jesús Ausín

Acabar con Matusalén

07 de Agosto de 2024
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Acabar con Matusalén

Los vómitos no cesan. El mal cuerpo, el dolor de cabeza, el malestar general, el cansancio y el abatimiento se han apoderado de ella. Ya casi no le queda pelo. Y lo peor es tener que aguantar el turno de 24 horas. Porque Estelvina tiene un cáncer de mama y le están dando quimio. Sin embargo, a pesar de que el oncólogo le advirtió que el tratamiento era duro y que hay personas que no lo toleran, a pesar de que el médico de familia le dio la baja, desde los servicios médicos centrales de la empresa pública en la que trabaja como funcionaria, consideraron que para atender alarmas y el teléfono, no es necesario encontrarse en óptimas condiciones y a los doce días de haber empezado el tratamiento, le llamaron a capítulo y le denegaron la incapacidad. En el sindicato le han dicho que pueden hacerlo por no se qué moratoria de uno de los Presupuestos Generales del Estado en el que articularon que los empleados públicos adscritos en empresas públicas dependen de la gerencia médica de la empresa. No se enteró muy bien porque ella, bastante tiene con el sufrimiento de la enfermedad, saber que su madre, su abuela y una tía suya murieron de cáncer de pecho. Bastante tiene con vomitar por las mañanas cuando se levanta como si estuviera embarazada. Bastante tiene con los retortijones de estómago, el dolor abdominal, el dolor del pecho. Bastante tiene con seguir teniendo que, cada cuatro días, por turno, trabajar 24 horas seguidas. Y menos mal que, si tiene sesión de quimio y le coincide con la jornada laboral, ese día no la hacen ir al trabajo.

No es el único caso. En el sindicato le han puesto en contacto con Genebrardo, un compañero de reparto a pie que sufre una enfermedad traumática en una de las piernas que le obliga a caminar con muletas. Esta enfermedad empeora si el paciente permanece mucho tiempo de pie. Y sin embargo, al ser funcionario, también le ha sido denegada la incapacidad temporal por los servicios médicos de la empresa. Dicen que no hay suficiente causa probable y que ellos creen que puede realizar sus funciones.

Hay más casos como ellos. Un compañero también funcionario, del reparto rural, está siendo obligado a trabajar a pesar de tener diagnosticado un Alzheimer progresivo que le impide recordar nombres, calles y lugares y que por tanto, dificulta considerablemente su labor. De hecho, el caso ha sido denunciado por los vecinos ante los constantes errores en la entrega de la correspondencia.

Estelvina acaba de volver del baño. Tiene un color amarillento bastante malo. Casi no se tiene de pie. Han ido a buscar al médico de la empresa. No estaba en el despacho. Por eso, sus compañeros han acabado llamando al 112. Se ha presentado una ambulancia del SAMUR. La doctora que le ha asistido ha dicho que no entiende que una persona con cáncer se encuentre trabajando. Y aún menos si está recibiendo un tratamiento tan agresivo como el que le ponen a Estelvina. De pronto ha aparecido el jefe de los servicios médicos de la empresa, junto a la directora de recursos humanos. Cuando la doctora del SAMUR estaba hablando, no sabían dónde meterse. Tan pronto como se han ido los facultativos del 112, han preguntado quién les había llamado y por qué no habían ido en busca de los médicos de la empresa. Un compañero sindicalista les ha dicho que ha sido él el que ha llamado y que además, desde el sindicato, les van a poner una demanda por incumplimento de la ley de prevención de salud laboral.

Todos los demás, han permanecido callados. Tienen miedo a represalias. Desde que salió el dichoso decreto que autoriza a la empresa a retirar licencias por enfermedad, todo ha ido de mal en peor. Están obsesionados con el absentismo. Y harán cualquier cosa por reducir el porcentaje porque entre otras cosas, está en juego el plus anual por rebaja del porcentaje del mismo.

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Acabar con Matusalén

Las historias que hoy introduce este artículo, son casos reales sucedidos en una empresa pública del estado español. Sólo hace falta googlear un poco para dar con muchos casos parecidos. El principal, es un caso que viví muy de cerca hace unos años. Salvo que no era una señora y no era cáncer de mama. Mi compañero de trabajo, ya fallecido por un cáncer de vesícula, tuvo que soportar días y días de trabajo, bebiendo más de la cuenta, porque en las jornadas que la quimio no le coincidía con el turno de 24 horas, debía presentarse en el trabajo y atender alarmas y llamadas telefónicas. Todo, como consecuencia de una disposición final introducida en una de las leyes de Presupuestos Generales del Estado, la maldita estadística de absentismo y la hijoputez de un sistema que considera al trabajador un recurso y no un ser humano.

Con la llegada del mes de agosto, el gobierno más progresista de la historia, ese que presume hasta la pesadez de la riqueza de España, del casi pleno empleo y de las medidas sociales que no establece, nos la ha vuelto a colar. Una subida de la edad de jubilación encubierta, ahora hasta los 72 años, y lo que aún es peor y ha pasado casi desapercibido, la cesión del tratamiento de las bajas por enfermedad a las mutuas. Si quieren saber cuál será el resultado de la cesión, sólo tienen que seguir el relato. Parece un plan preconcebido para rebajar la edad de mortalidad.

Todo ello, con el beneplácito de unos sindicatos mayoritarios que viven de los fondos que les da el gobierno y no de las cuotas de sus afiliados y que, por tanto, tienen que estar más bien dando beneplácito a quién les subvencionan, que a los trabajadores que dicen representar.

La verdad es que estoy tan cansado, tan harto de esta sociedad de mediocres imbéciles que se pasan el día, como las lagartijas, al sol de la terraza del bar, viviendo las tonterías de unos señores que usufructúan una vida de lujo pegando patadas al balón, corriendo, saltando, jugando con las pelotitas y que tratan esos juegos como si fueran enormes gestas de imperiosos guerreros (los nuevos tercios de Flandes), tan harto de que el periodismo se haya convertido en el bálsamo que difumina y diluye la acritud social, que mi única vía de escape, que es la escritura semanal, se está convirtiendo en una especie de tortura.

Son tantos los flancos y estamos tan perdidos que ya casi todo me da igual. Porque al final, a los miserables genocidas, a los que asquerosos que los amparan, a los de las gestas olímpicas, a los del júrgol, a los de las terrazas, la libertad y la banderita, a los que se la pela que la sanidad pública se haya desmontado, a los que creen que un estado que ha derrocado más gobiernos que años tiene como país es el ejemplo de la libertad, como a todos los demás, nos va a llegar la hora. Las últimas mediciones sobre el AMOC, son catastróficas. Se pronostican terribles cambios climáticos en menos de diez años. Mientras nosotros estamos inertes en joderle la vida al vecino, el clima, el cambio climático, la Pachamama, está perpetrando un plan para acabar con nosotros antes de que nosotros acabemos con el planeta.

Sigamos tomando cañas, viviendo los JJOO como grandes gestas guerreras, alegrándonos por las victorias de millonarios como si fueran nuestras, que ya vendrá Paco con las rebajas.

Me voy a tomar unos días de desconexión y descanso. Necesito salud mental. Que tengan ustedes buen verano.

 

Salud, república y más escuelas.

 

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