Un periódico de Canarias informa de un caso de acoso sexual en el trabajo. Me interesa darle publicidad y reflexionar otra vez acerca del asunto. Parece que no termina nunca. La naturaleza humana cada vez se muestra más a la de los animales en esto. Ver y lanzarse a la hembra es una cierta igualdad. Hay varones que no piensan en otra cosa pase lo que pase.
La historia que voy a referir es otra cualquiera de las que ya conocemos. Esta vez ha sucedido en una farmacia pequeña. El dueño y jefe considera que las trabajadoras son de su propiedad, y por eso hace lo que se le antoja.
Es lo siempre: tocamientos con cualquier ocasión, insinuaciones de carácter personal e íntimo, invitación a tomar una cerveza y así. La farmacia se sitúa en una zona turística al sur de Gran Canaria. Los hechos se daban casi constantemente. La farmacia es pequeña y tienen muy pocos trabajadores.
Ella es una mujer de unos 50 años, que no cedía, él tampoco. Al parecer, otras trabajadoras confirman los hechos y algunas han tenido que irse por las insinuaciones sexuales con ellas. Ella dudaba en denunciarlo. Podría quedar sin trabajo y se veía en calle, próxima a su madurez.
Tenía ataques de ansiedad, lloraba mucho, le daban pulsiones y se encontraba mal. Tenía informes médicos y psicológicos, que confirmaban su situación: vivencia traumática, angustia, gritos y temor ante el jefe, cuando se pegaba a ella por detrás ante una consulta. La psicóloga hablaba de sentimientos de culpa persistentes, desesperación, etc. Incluso cambio turno por tarde, para no coincidir con él, pero todo seguía igual en cuanto él se daba cuenta.
Cuando ya no pudo más, denunció a su jefe en abril de 2023 por acoso sexual. Ahora el farmacéutico está investigado por los hechos cometidos en el Juzgado de Instrucción 1 de San Bartolomé de Tirajana. Cuando le preguntaban, solo contestaba que los juzgados decidirían sobre los hechos y esto lo hacía con toda tranquilidad.
¿Lo diferencial de este caso? Es que la trabajadora se ha quedado indefensa, sin ingresos en varios meses, sin protocolo en la empresa, que no lo tiene y despedida. Esto es lo más grave.
Indefensa es la de desprotección en el ámbito laboral. En mayo de 2023 consiguió baja durante 1 año hasta ser valorada en el Instituto Nacional de Seguridad Social (INSS). Este decidió que tenía una ansiedad leve y que podía trabajar, por eso tenía que incorporarse a la empresa.
Se puso en el turno de tarde, pero, cuando el jefe se enteró le dijo que se fuera la calle con muy malos modos. Firmó un documento y le dieron un mes de vacaciones.
Al terminar, recurrió contra el alta y volvió al INSS para que resolviera la reclamación. En agosto de 2034 la empresa le pidió que justificara sus ausencias injustificadas en 48 horas. La reclamación fue rechazada.
En noviembre, la empresa ofreció la extinción laboral y una indemnización si retiraba la denuncia. No le quedó otro remedio que ceder, aunque lo que le pagaron no fuera lo justo.
El protocolo consiste en que las empresas están obligadas a tenerlo para evitar problemas de acoso sexual, precisamente. Esta no lo tiene, porque es una empresa pequeña y carece de representación sindical Solo en empresas de más de 50 personas negocian los sindicatos los planes a seguir. Así que no pueden hacer nada, aunque algún sindicato conoce el hecho y lo ha intentado.
¿Cómo queda esta trabajadora? En situación devastadora. Encontrar trabajo a los 50 años es muy difícil y esto afectaría a su estabilidad financiera y emocional. Incluso podría llegar la estigmatización y el aislamiento social con impacto emocional importante: ansiedad, estrés postraumático y una baja autoestima. Llegar a los tribunales es un proceso largo y agotador emocionalmente.
¿Cómo se supera la situación? Sería bueno acudir a organizaciones que defienden los derechos de las mujeres y las víctimas de abuso sexual. Sin duda, tendrán algunos recursos para ayudarla. Con apoyo adecuado se superan las situaciones, por adversas que sean.
La conducta del dueño de la farmacia no puede ser más rastrera Habría que denunciarlo en redes sociales, alertando a los clientes que vayan allí a surtirse de los medicamentos. La injusticia cometida este hombre no tiene perdón.
Si tiene algo de conciencia en ella quedará que ha destrozado la vida de una mujer trabajadora. No hay derecho a esto. La diferencia con otro ilustre farmacéutico, Federico Mayor, es abismal.