Es viernes por la noche. Quirico y Ursicina han quedado como casi todos los viernes para salir y dar una vuelta. Los fines de semana son de hábitos permanentes. Los viernes, vuelta por el barrio después de salir de trabajar. Unas cervezas, una cena generalmente en uno de esos restaurantes de comida basura que se extienden como la pólvora a lo largo y ancho de todas las ciudades y si el tiempo y las ganas lo permiten, un paseo en el coche, hasta lo alto del cerro donde, en la oscuridad y el anonimato multitudinario de otros como ellos, si pueden, se dan un revolcón en los asientos de atrás.
Los sábados algún cine o discoteca. Un par de cubalibres porque la pasta no da para más. Si hay suerte y están solos en casa de ella o en casa de él, acaban durmiendo juntos. Si no, él le acompaña a ella hasta el portal de la vivienda de sus padres y allí se despiden entre besos, magreos y deseos incompletos. Luego a dormir.
Los domingos suelen ser días tranquilos. Por la tarde, si lo han pasado juntos, se quedan acurrucados en el sofá viendo una película que siempre acaba en lo mismo. Si no hay suerte, que es lo más habitual, salen al cine o a charlar con los amigos de tranqui que el lunes hay que trabajar.
Quirico tiene treinta y cuatro años. Hace más de doce que acabó la carrera. Tras varios meses de estancia en Hungría a la que llegó de Erasmus, un trabajo fallido y varios años mendigando tajos basura como camarero, peón o mozo de almacén, un buen día conoció en una de las empresas a su ahora amigo Benigno, un tipo dicharachero que había estudiado lo mismo que él, con el que congenió inmediatamente. Benigno, tres meses después, encontró un puesto especializado, en lo que había estudiado, en una multinacional. Y un año después, ya asentado en la empresa, buscó un trabajo para su amigo Quirico. No había plazas en lo suyo pero, sí como auxiliar administrativo. Una faena mejor remunerada que la de camarero, con mucho mejor horario y un contrato fijo. En espera de un puesto como el de Benigno, gana mil cien euros al mes, que se le quedan en novecientos treinta. Pero, como vive en casa de sus padres, puede pagar la letra del coche, aportar en casa para la comida, e irse de vacaciones una vez al año. Incluso algún que otro viaje esporádico con su chica.
Ursicina es doctora en Historia del Arte. Pero no ejerce. Está preparando unas oposiciones para profesora de bachillerato que no acaban de salir nunca. Hasta que apruebe, se gana el sustento con un contrato de aprendiza en una galería aunque en realidad es ella la que sabe de cuadros y la que da opinión sobre la naturaleza, estilo y hasta posible valor de las obras. Pero la dueña es la que se lleva la mayor parte del beneficio y a ella le toca además de vestir impecablemente, limpiar papeleras, quitar el polvo a los cuadros y recoger la vajilla en los eventos. Apenas si gana novecientos euros por un trabajo en el que hay días que le echa diez horas. Tiene veintisiete años.
Quirico y Ursicina han pensado alguna vez en independizarse. De hecho, llevan, desde hace un año, mirando pisos por el barrio dónde ambos habitan y por los de alrededor. Comprar es imposible. Ambos son de familia de economía justa, no da para tener ahorros. El alquiler es también difícil. Además de haber visto pisos para alquilar que eran verdaderas pocilgas, las condiciones son leoninas. Alquileres por encima de los novecientos euros, con fianzas de un mínimo de tres meses y en algún caso hasta de cuatro. Prohibición de mascotas. De fiestas. De reuniones de más de diez personas. En el mejor de los casos, uno de los sueldos para pagar el alquiler y con el otro, deberían poder comer, pagar gastos, luz, agua, teléfonos. Internet, coche… Han estado echando cuentas y lo ven complicado. Están intentando ahorrar para tener un colchón que pueda dar una entrada para el piso y solicitar una hipoteca. Pero es muy complejo. La vivienda social, ni existe.
Cada vez que se encuentran con alguna vecina, ya mayor, que les ha conocido desde que llevaban pañales, siempre les preguntan lo mismo, «¿Cuándo os casáis? Porque, ya vais siendo mayorcitos y se os va a pasar el arroz. Luego, en lugar de hijos vais a tener nietos.» Ellos callan. No van a dar explicaciones, aunque saben perfectamente que el futuro está negro. Tanto, que ambos han abandonado la idea de que todo puede cambiar. Como tantos de su generación, creen que la política es una estafa. Que los políticos son unos psicópatas, unos ladrones, gentuza de la peor calaña. Saben perfectamente que la meritocracia es una falacia y que el propio Quirico si no hubiera conocido a Benigno, seguiría sirviendo hamburguesas, haciendo masa o moviendo palets con un toro, dependiendo de la época y la coyuntura. Ven como la jefa de Ursicina, sólo tiene buenas palabras, pero ningunaempatía. Sí, el negocio es de ella, pero no sabría distinguir un acrílico de una acuarela. Ni si me apuras, un Murillo de un Picasso. Y sin embargo, se lleva el 40 % de la venta. Y con los cuadros de los noveles aún peor. Ursicina es la que dictamina si tiene o no tirón y salida y ella se lleva el 90 % y sólo el 10 % es para el autor. Es el precio de la promoción.
¿Hijos? Con este panorama, ¿quién se plantea traer hijos al mundo?
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Adiós a Rosebud
Últimamente están apareciendo muchos titulares con la advertencia de que los jóvenes no creen en la democracia. Algunos como este de Open Society Fundations vinculada a George Soros, asegura que el 42 % de los menores de 36 años se inclinan porque los gobiernos actuales que se denominan democráticos dicen que están dispuestos a trabajar en favor de la defensa de los derechos humanos, pero no pueden garantizar condiciones dignas para la vida de sus habitantes. Así, el 49 % de las personas encuestadas manifestó que tuvo dificultades para poder llevar comida a su familia durante el último año. Si a eso le sumamos que en España, según el último estudio de AROPEel riesgo de pobreza o exclusión social ha aumentado medio punto (del 26 % en 2022 al 26,5 en 2023) (¡ojo, más de uno de cada cuatro!) y que la situación de carencia material y social severa aumentó hasta el 9,0 %, frente al 7,7 % del año anterior, el resultado es que los jóvenes a los que, hasta hace pocos años, se les dotaba de casi todo, hoy ven como su vida no solo es peor que sus padres, sino que les espera un futuro incluso peor al de sus abuelos.
Pero no sólo los jóvenes. Muchos somos los que, ya entrando en la última etapa de nuestras vidas, después de toda una vida de luchas, de proyectos políticos echados a perder, de militancias incluso clandestinas o peligrosas por la situación coyuntural que se vivía entonces, vemos como todo se ha ido al traste, como el franquismo no sólo no murió, sino que sigue instalado en las entrañas de un régimen corrupto que controlan políticos miserables, apoyados por instituciones carcas acostumbradas a vivir en burbujas intocables que no tienen medida ni control, seguimiento o fiscalización y que se comportan como sátrapas medievalesdónde ellos son la ley. Hemos vivido esta semana, mientras en el Congreso se echaban mierda unos a otros con el tú más, como la vicepresidenta del gobierno, doña Sonrisas, nos obsequiaba con un vídeo de Barrio Sésamo en Washington. Un viaje realizado, según ella, para «atender uno de los mayores desafíos del presente: el gobierno democrático de los algoritmos». Claro porque la pobreza, el precio de los alimentos con subidas que los salarios no pueden absorber, la falacia de la lucha generacional, la carencia de vivienda para jóvenes, el estado de ruina total de la sanidad pública o del estado comatoso de la educación universal, son problemas que no tienen importancia. Dónde esté un buen problema como saber porqué Twitter (X) y el tonto de los cojones de Elon Musk nos banea, que se quiten el hambre, la cesta de la compra, las pensiones que cada vez son más difíciles de cobrar o la imposibilidad de tener un sitio dónde cobijarse. Minucias.
En el mismo viaje dijo haber ido a aprender sobre la lucha de los trabajadores de los Estados Unidos. !Que nos explique que hay que aprender del país dónde las vacaciones pagadas no son un derecho (si las coges y te lo permiten, no cobras) ni existe la baja por motivos de enfermedad. Como decía el otro día la compañera Lucía, qué será lo próximo, ir a Bangladesh para aprender ideas sobre como explotar laboralmente a los niños o acabar con los comités sobre medidas de seguridad en el trabajo?
Vivimos en un país lleno de correveidiles hipócritas que, viviendo en sus burbujas de poder, escriben miles de chorradas sobre lo que debería ser importante (por supuesto nada sobre la pobreza, la explotación laboral o la destrucción del medioambiente). Tenemos un partido que según sus propios miembros tienen controlado el poder judicial por la puerta de atrás, lleva tres condenas por lucrarse con la corrupción, una acreditación fiscal, al menos, de haber cometido fraude electoral, una sede pagada con dinero negro que iban a vender pero que ahí siguen, desvío de fondos contra el terrorismo para financiar campañas electorales y más de 261 casos de corrupción con un coste estimado de 59.579.479.596 € según la web «casos aislados». Un partido con un líder que parece sacado de un curso de primaria de una escuela privada y otra empoderada con menos luces que una lancha de narcos pero mucha más malicia que se permiten el lujo presentarse como garantes de la honradez y asignarse el atributo de hablar en nombre de todos los españoles. Un país en el que el otro partido mayoritario, podrido también hasta la médula en la época de González (134 casos con un coste de 31.030.978.956 €), realizó una campaña de blanqueamiento consistente en hacer ver que dejaban sólo a Pedro Sánchez y que apoyaban a Susana Díaz, para que este resurgiera desde las cenizas de la corrupción e hiciera valer electoralmente a un nuevo PSOE libre de morlacos corruptos. Y ha resultado que la cabra siempre tira al monte. A las primeras de cambio, en cuanto han tenido opción de gobierno, vuelven los favores, los despachos usados para negocios turbios, los «amigos de», los «hermanos de», en definitiva, lo mismo de siempre.
¿Cómo vamos a creer en la democracia cuando se percibe que la corrupción es sistémica y generalizada? ¿Cómo, si se persigue con más ahínco colgar un muñeco en la ciudad deportiva del Madrid que a los corruptos (aún no saben quién es M.Rajoy y la policía no encuentra los datos que están en el portal de transparencia)? ¿Qué tipo de justicia es la que sentencia con más años aun rapero por cantar que a un tipo que ha violado a una mujer en el baño y al que tener dinero e intentar callar a la victima con él se le considera atenuante en lugar de agravante? ¿Qué tipo de democracia es aquella en la que un tipo con constantes sesgos de injusticia siempre hacia el mismo lado, está tan «suelto» que hasta la justicia Suiza tiene que preguntar si en España no hay instituciones judiciales superiores que sepan encauzar los prejuicios políticos de un juez?
Todo es decepcionante. El mundo se ha convertido en un nuevo Medievo lleno de sátrapas, zánganos indolentes, vividores de lo público que trabajan en contra de la gente y en beneficio siempre de los mismos. Un mundo dónde el relato se acaba imponiendo a base de horas de TV y de sesgados artículos en periódicos. Ahora se les ha metido en la cabeza que hay que ir a la guerra contra Rusia. Debe ser que USA no nos ha arruinado bastante (a nosotros, porque a los sátrapas como Von Der Kaiser, bien que les va) con la guerra por poderes que han estado llevando acabo en Ucrania, que ahora que ya no hay soldados, ni munición, ni energía para fabricarla, se inventan que Rusia es un peligro. No me creo nada. Ellos deberían ser los primeros en ir al frente, a la trinchera. Y detrás sus hijos, sus mujeres y sus familiares y amigos. Verás como se les quitaba las ganas. Y me llama poderosamente la atención la actitud belicista de estos asquerosos pencos. Porque si se te ocurre en una manifestación volcar un par de contenedores o prender fuego a un par de neumáticos, enseguida llaman a la caballería de las porras y aseguran que tú eres el violento. Parece como que el terrorismo, el genocidio o la violencia fueran como la economía. Si quemas un contenedor o cortas una carretera o aeropuerto eres un violento y un terrorista. Si le sacas el ojo a una persona con una pelota de goma o asesinas impunemente a 30.000 personas entre ellos niños, mujeres y civiles no sólo no es genocidio o violencia sino defensa propia. Es como cuando robas 1.000 euros que eres un ladrón, pero si te llevas 300 millones, un emprendedor.
Se llenan la boca de hablarnos de los beneficios de la UE, pero el 70 % de los fondos europeos acaban en empresas privadas. Las mascarillas, los trajes EPI, las vacunas contra el COVID, el timo del Hidrógeno verde, los hidrocarburos sintéticos (hechos de soja y aceites), los parques eólicos que «tiran» la energía producida, la PAC, los carriles bicis que luego se desmontan o sobre los que colocan las terrazas de los bares, las carreteras que no llevan a ningún lado o las líneas de AVE para que empresas privadas hagan el agosto mientras para llegar a Cáceres, a Teruel o Soria, necesitas el mismo tiempo que hace cuarenta años, todo está pensado para meterle los billetes en los calzones de un ejecutivo al mejor estilo de una barra de striptease de una peli de serie B americana.
Cómo van a tener hijos los jóvenes si apenas si pueden independizarse. ¿Qué mundo hemos creado cuando el rendimiento financiero (intereses) del 1 % más rico supera el salario por trabajar del 50 % de la población más pobre? Para que se entienda mejor, el dinero que recibe ese 1 % por estar en casa sin hacer absolutamente nada, es de mayor valor que lo que sacan los pobres currando 40 horas semanales. Y luego tenemos que aguantar a los del hijoputismo hablarnos de mérito, capacidad y de oportunidades. Tócate las narices. Marta Ortega empezó doblando camisetas y Paris Hilton haciendo películas con una cámara de super 8. Todo lo demás les ha venido por su esfuerzo.
Estamos la era del #idioceno. Un lugar inhóspito dónde un alcalde como el de Berlín puede acusar de antisemita a un judío de nacionalidad israelí por pedir igualdad para el pueblo palestino, o dónde la embajadora sionista en España pretende hacernos creer que los judíos asesinados junto a un camión que distribuía harina fueron autoatropellados por meterse debajo de las ruedas y por la estampida provocada por el aire y que, en el ejército israelí, son, todos, hermanitas de la caridad que sólo pretendían eliminar su sufrimiento.
Lo peor es que la cantidad de idiotas que circulan por el mundo cada vez es mayor. Que vamos directos hacia el colapso ecológico si antes estos anormales no acaban dinamitando la tierra con sus bombas atómicas. Apagad la TV porque es vuestro pastor y aunque os diga que nada os falta, es mentira.
Sólo nos queda el feminismo, la ecología y el decrecimiento igualitario.
Salud, república y más escuelas.